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Hiroshima, un crimen contra la humanidad del s. XX

Hiroshima, un crimen contra la humanidad del s. XX

El 6 de agosto de 1945, EEUU lanzó sobre Hiroshima la primera bomba atómica empleada en la historia contra una ciudad.

En el verano de 1945, Japón era el único miembro del Eje que continuaba en guerra con EEUU, tras la capitulación de Alemania el mes de mayo anterior. Japón estaba ya, de hecho, derrotado y sufría espantosos bombardeos, que habían reducido la mayoría de sus ciudades a cenizas, así como un bloqueo naval completo, que impedía la llegada de alimentos y petróleo al país.

El 6 de agosto de 1945, EEUU lanzó sobre Hiroshima la primera bomba atómica empleada en la historia contra una ciudad. Este Holocausto norteamericano fue perpetrado por el avión Enola Gay, que había despegado de una base aérea estadounidense en la isla de Tinian, situada en el Archipiélago de las Marianas, donde los componentes de la bomba habían sido entregados poco tiempo antes por el buque USS Indianapolis, que sería torpedeado posteriormente por un submarino japonés en el Mar de Filipinas, durante su viaje de regreso a EEUU. Gran parte de sus tripulantes fueron devorados por tiburones antes de que los supervivientes pudieran ser localizados.

Tres días después del ataque contra Hiroshima, otra bomba atómica fue lanzada contra la ciudad de Nagasaki. Se calcula que unas 200.000 personas perecieron en ambas ciudades en los instantes que siguieron a las explosiones, como consecuencia de éstas, y varias otras decenas de miles más lo hicieron en los días y semanas siguientes a causa de las radiaciones. Los que se hallaban en la calle en el momento de las explosiones simplemente desaparecieron dejando una sombra sobre el lugar donde sus cuerpos habían boqueado el paso del intenso calor, que había teñido el suelo de un color más claro. Algunos miles de trabajadores coreanos y una docena de aviadores navales estadounidenses que se hallaban en una prisión de Hiroshima murieron en el ataque. En el bombardeo de Nagasaki perecieron también los prisioneros aliados de un campo que se hallaba muy cerca de la ciudad. El Departamento de Guerra informó de la existencia de este campo de prisioneros a la Casa Blanca, pero la respuesta que recibió fue que el objetivo "continuaba siendo el mismo".

Los censores norteamericanos intentaron impedir por todos los medios, tras el inicio de la ocupación estadounidense en Japón, que las imágenes de horror procedentes de Hiroshima y Nagasaki, que mostraban miles de cuerpos calcinados o destrozados, llegaran a la opinión pública mundial, aunque no pudieron evitar que algunos periodistas, como el corresponsal australiano Wilfred Burchett, enviaran unas primeras crónicas, en las que recogían todo el horror que habían visto en las ciudades. Los intentos de ocultamiento de los efectos de las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki resultan comprensibles, desde el punto de vista norteamericano, ya que la difusión de aquellos habría llevado a muchos a establecer una justificada comparación entre lo ocurrido en las dos ciudades japonesas y lo sucedido en los campos de concentración nazis. El hecho de que el ataque violara el art. 22 de la Convención de La Haya, que prohíbe el ataque contra civiles inocentes, fue también algo que los censores norteamericanos intentaron ocultar. Algunos miembros de la Administración Truman llegaron incluso a negar, calificándolas de "propaganda japonesa", las informaciones difundidas por Radio Tokio acerca de una "misteriosa enfermedad"que estaba matando gente horas y días después de los bombardeos. Los expertos norteamericanos conocían, sin embargo, que la radiactividad era una realidad.

Existían informes que señalaban que las localidades de Nuevo México que se hallaban próximas a los lugares donde se habían efectuado las primeras pruebas nucleares, habían quedado contaminadas por la radiactividad. Cabe añadir como dato de interés que John Wayne y otros actores estadounidenses que trabajaron posteriormente en películas filmadas en estos lugares de Nuevo México morirían más tarde a consecuencia de cánceres contraídos presuntamente a consecuencia de la radioactividad que continuaba existiendo allí.

La mentira del "medio millón" de vidas salvadas

Se ha especulado mucho acerca de los motivos que empujaron al presidente estadounidense, Harry Truman, a tomar la decisión de lanzar los ataques atómicos contra Hiroshima y Nagasaki. La versión oficial norteamericana afirma que los bombardeos de ambas ciudades salvaron medio millón de vidas (de soldados norteamericanos), ya que evitaron un desembarco en las islas japonesas, que hubiera resultado muy costoso para los estadounidenses. Esta afirmación ha sido desmentida, entre otros, por Barton Bernstein en su artículo "A Post-War Myth: 500,000 US Lives Saved" (Un Mito de la Postguerra: 500.000 de Vidas Norteamericanas Salvadas), publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists (Junio-Julio de 1986). En dicho artículo, Berstein señala que los mandos norteamericanos calculaban que, en el peor de los casos, una invasión de Japón costaría unos 46.000 muertos en las filas estadounidenses.

La decisión de Truman fue, de hecho, criticada por algunos de los miembros de la élite política y militar de EEUU de aquel tiempo. El propio jefe de personal de la Casa Blanca, almirante William Leahy, escribió en su libro "I Was There" (Yo Estaba Allí) que "la utilización de esta bárbara arma en Hiroshima y Nagasaki no nos aportó ningún beneficio material en la guerra contra Japón. Los japoneses estaban ya derrotados y preparados para rendirse a causa del bloqueo marítimo y de nuestros exitosos bombardeos con bombas convencionales". Leahy se lamentó, además, de que el gobierno norteamericano hubiera llegado a "un nivel ético similar al de los bárbaros de la Edad Oscura" y manifestó que él no había sido formado para "llevar a cabo una guerra en esa forma".

El 9 de agosto de 1945 Truman señaló en un discurso radiado que "el mundo advertirá que la primera bomba atómica fue lanzada sobre Hiroshima, una base militar. Esto sucedió así porque deseábamos evitar en el primer ataque, y en la medida de lo posible, víctimas civiles". Esta afirmación era una cínica mentira. Pearl Harbor, por ejemplo, sí era una base militar, pero Hiroshima era una ciudad habitada por 300.000 habitantes civiles. El objetivo atacado, el centro de la ciudad, no era tampoco un objetivo industrial, ya que todas las fábricas se hallaban en la periferia. De hecho, Hiroshima no figuraba en la lista de los 33 objetivos principales del Mando de Bombarderos de EEUU.

En realidad, la versión oficial ignora deliberadamente el hecho de que Japón, como ya se ha mencionado, estaba ya al borde del colapso y su rendición era considerada ya como un hecho inevitable por la clase dirigente japonesa, que sólo pedía entonces a EEUU que la figura del Emperador fuera respetada. Japón carecía en esos momentos de una Armada o una fuerza aérea que merecieran tal nombre y su economía se hallaba prácticamente destruida por los bombardeos. El país carecía también de combustible, ya que toda su flota mercante estaba confinada en los puertos o había sido hundida. El gobierno de Tokio estaba buscando desesperadamente la apertura de negociaciones que le permitieran rendirse a los Aliados y su embajador en Moscú había recibido en el mes de julio el encargo de buscar la mediación de Moscú para abrir un canal de diálogo con el gobierno estadounidense. Truman conocía todos esos detalles porque los norteamericanos habían logrado descifrar los códigos de seguridad japoneses varios años antes y podían leer todos los mensajes diplomáticos y militares que eran interceptados. En 1979 fue publicado el diario manuscrito de Truman, y se comprobó entonces que éste había anotado en julio de 1945 en el diario que Stalin le había informado de que había "recibido un telegrama del emperador japonés pidiendo la paz".

Cabe señalar también que, además de falso, el argumento oficial ofrecido por el gobierno de EEUU es profundamente inmoral y aberrante. ¿Acaso estaría justificado para un ejército en guerra entrar en una ciudad enemiga y matar a toda su población civil, incluyendo mujeres y niños, para quebrar la voluntad de resistencia del enemigo y hacer que éste se rinda, acortando así la guerra? En realidad, esto sería considerado a todas luces un crimen de guerra y contra la humanidad, similar o peor, teniendo en cuenta las secuelas causadas por la radiación durante décadas a decenas de miles de personas, a aquellos que llevaron a la horca a los principales dirigentes nazis tras el Juicio de Nuremberg.

La mentira del "medio millón de vidas ahorradas" sigue siendo enseñada, sin embargo, en los libros de texto de EEUU, e incluso el actual presidente George W. Bush señaló en un discurso pronunciado en 1991 que los ataques atómicos contra Hiroshima y Nagasaki habían "ahorrado millones de vidas". Todavía hoy el Enola Gay continúa en el Museo del Aire y el Espacio del Instituto Smithsonian de Washington D.C. como una reliquia patriótica. Según señala el columnista norteamericano Gary Kohls en un reciente artículo aparecido enwww.LewRockwell.com, en 1995 el Instituto Smithsonian tenía previsto llevar a cabo una exposición, con motivo del 50 Aniversario de los ataques nucleares contra Hiroshima y Nagasaki, donde se hacía hincapié en el sufrimiento de las víctimas japonesas de los mismos y se cuestionaba la justificación oficial dada por el gobierno norteamericano para llevarlos a cabo. Sin embargo, la derecha más reaccionaria y patriotera, incluyendo a un grupo congresistas del Partido Republicano, presionó con éxito al Instituto para que la exposición no pudiera celebrarse.

Otra versión ofrecida posteriormente por algunos autores estadounidenses señala que Truman actuó guiado por un sentimiento de venganza. En su libro "The Decision to Use the Atomic Bomb and the Architecture of an American Myth" (La Decisión de Utilizar la Bomba Atómica y la Arquitectura de un Mito Americano), el escritor norteamericano Gar Alperovitz narra que, al ser increpado por un religioso por su decisión de lanzar los ataques contra Hiroshima y Nagasaki, Truman contestó: "Nadie se encuentra más turbado que yo por el uso (que hemos hecho) de las bombas atómicas, pero yo estuve también muy turbado por el ataque de los japoneses contra Pearl Harbor y por su asesinato de nuestros prisioneros de guerra. El único lenguaje que parecen entender es el los bombardeos que hemos estado lanzando contra ellos".

Un mensaje para la Unión Soviética

En realidad, los ataques nucleares contra Hiroshima y Nagasaki fueron realizados por dos motivos. Uno de ellos era precisamente dar a conocer la existencia de la propia existencia de la bomba atómica. El gobierno norteamericano había gastado mucho dinero en el Proyecto Manhattan, destinado a fabricar la bomba, y ahora que la tenía deseaba utilizarla. Por otro lado, los militares y científicos querían experimentar lo que la bomba podía hacer en un centro urbano habitado para calibrar su nivel de destrucción y comprobar si era realmente verdad que una sola bomba podía arrasar toda una ciudad. El hecho de que la bomba de Hiroshima fuera de uranio y la de Nagasaki de plutonio refuerza también esta tesis, ya que los científicos querían comprobar los efectos de ambas y compararlos. Algunos otros científicos pidieron que la existencia de la bomba fuese dada a conocer al mundo mediante una explosión en una zona deshabitada, pero esta petición cayó en oídos sordos. Cabe añadir que para que los efectos del bombardeo atómico fueran bien visibles, Hiroshima no sufrió ataque aéreo alguno desde la primavera de 1945.

La segunda razón, más poderosa, fue la de hacer ver a la Unión Soviética que EEUU era la nación que iba a dominar indiscutiblemente el mundo de la Postguerra, pues había conseguido un arma que le permitía destruir cualquier otro país en cuestión de horas o incluso de minutos. Éste fue, pues, el auténtico inicio de la Guerra Fría.

Según los historiadores, Truman comunicó a Stalin durante el transcurso de la Conferencia de Postdam, donde se estaba decidiendo el nuevo orden mundial tras la Segunda Guerra Mundial, el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima con el fin de impresionarle. Sin embargo, la serena reacción de Stalin desconcertó al presidente norteamericano. En realidad, la Unión Soviética ya conocía la existencia de la bomba atómica y tenía su propio proyecto nuclear en marcha, que acabaría cristalizando en la explosión de la primera bomba atómica rusa en 1949, que supuso la ruptura del monopolio nuclear estadounidense.
El hecho de que bomba atómica fuera utilizada con el fin de fortalecer la imagen de dominio mundial de EEUU y de tratar de chantajear a Moscú convierte, de hecho, los ataques contra Hiroshima y Nagasaki en crímenes mucho más atroces, pues significa que Truman sacrificó la vida de centenares de miles de personas con el simple fin de servir a unos intereses meramente políticos y geoestratégicos.

Hiroshima y Nagasaki fueron el inicio de una nueva era, en la que las armas nucleares irían ganando en poder de destrucción. EEUU continuaría cometiendo a partir de entonces graves crímenes de guerra y contra la humanidad. Así por ejemplo, durante la guerra de Vietnam el presidente Richard Nixon ordenó bombardeos en alfombra contra las ciudades de Vietnam del Norte y contra Camboya, que mataron a centenares de miles de civiles. La Administración de Bush padre y la de Clinton han causado la muerte a más de un millón y medio de iraquíes, mediante los bombardeos de las infraestructuras de Iraq y la imposición de sanciones contra ese mismo país, que le impedían incluso la importación de desinfectantes para tratar el agua. En mayo de 1996 la presentadora del programa "60 Minutos" de la cadena de televisión CBS, Leslie Stahl, preguntó a la entonces secretaria de Estado de EEUU, Madeleine Albright: "Hemos oído que medio millón de niños iraquíes han muerto (a causa de las sanciones). Éstos son más que los que fallecieron en Hiroshima. ¿Cree que ese precio vale la pena?". La contestación de Albright fue contundente: "Creo que es una elección dura, pero creemos que el precio sí vale la pena".

A todo esto hay que sumar los muertos causados por las intervenciones militares norteamericanas en países como Corea, Panamá, Granada y Nicaragua, y por el apoyo estadounidense a algunos regímenes genocidas ya desaparecidos, como los de Chile, Guatemala, El Salvador, Honduras, Indonesia (en el período de Suharto) etc.

Para tratar de frenar las críticas a estas atrocidades dentro de los propios EEUU se ha intentado disfrazar la estrategia de hegemonía mundial norteamericana con una retahíla de lemas patrióticos vacíos, hecho éste que ha continuado hasta hoy. Sin embargo, algunos autores estadounidenses están ya pidiendo que el país haga frente a su pasado y asuma sus errores, tal y como han hecho Alemania y otros países.

Como muestra de que nada ha cambiado desde los tiempos de Hiroshima, cabe decir que en hoy en día la Administración Bush promueve una política militarista, que contempla, entre otras cosas, la creación de minibombas nucleares, que puedan ser más fácilmente usadas en futuros campos de batalla. Esta estrategia viene recogida en el documento "Nuclear Posture Review", publicado en marzo de 2002. En él, se incluye también la doctrina de los ataques nucleares preventivos contra siete países del mundo –Rusia, China, Irán, Iraq, Siria, Libia y Corea del Norte-, incluso aunque algunos de ellos no cuentan con ese tipo de armas. El documento llama también a proseguir las investigaciones para el desarrollo de una nueva generación de armas nucleares.

En realidad, este deseo de hacer que las armas nucleares puedan ser más fácilmente utilizables pone de manifiesto que la mentalidad de los actuales dirigentes estadounidenses no es menos criminal que la de Harry Truman, lo cual les convierte hoy por hoy en el principal peligro que debe afrontar la humanidad.

El propio alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, criticó con dureza en su discurso del 6 de agosto de 2004 la política estadounidense en el campo nuclear. "Ignorando a las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, EEUU ha reanudado sus investigaciones para crear armas nucleares más pequeñas y más fácilmente utilizables", manifestó Akiba ante miles de personas, que se habían reunido para conmemorar el 59 aniversario del lanzamiento de la bomba en el Parque Conmemorativo de la Paz de la ciudad. Akiba añadió posteriormente a la lista de fallecidos los nombres de otras 5.142 personas que fallecieron este pasado año de cáncer u otras enfermedades vinculadas a la explosión de la bomba. Esto hace que la lista total de muertos por la bomba de Hiroshima se haya incrementado hasta los 237.032 por el momento.