29-11-2024 04:44 PM Tiempo de Jerusalén

El fiasco de los agentes franceses en Homs

El fiasco de los agentes franceses en Homs

En medio de la confusión general, el cadáver de Gilles Jacquier y la joven herida fueron evacuados en auto hacia hospitales.

El periodista francés Gilles Jacquier resultó muerto el miércoles 11 de enero de 2012 durante la realización de un reportaje en Homs. Jacquier estaba cubriendo los acontecimientos en Siria para el programa Envoyé spécial.

Convencido de que en Siria no había grupos terroristas sino una revolución que estaba siendo reprimida de forma sangrienta, Gilles Jacquier había rechazado la protección de los servicios de seguridad y no portaba casco ni chaleco blindado. Jacquier y otros colegas que compartían su opinión habían alquilado 3 minibuses y estaban en contacto con personas del lugar que podían ayudarlos a darse a conocer, concertar encuentros y que, además, les servían de traductores.

Todos juntos habían solicitado reunirse con representantes alauitas antes de visitar los barrios sublevados de Bab Amr y Bab Sbah. Al llegar al hotel As-Safir [en Homs], se habían encontrado por casualidad con un capitán que les propuso acompañarlo junto a su destacamento hasta el barrio alauita de Najha donde les esperaba una asistente del gobernador de Homs. Con su ayuda, los periodistas lograron reunirse con varias personalidades e interrogar a los transeúntes. A la 14h45, la representante del gobernador les pidió que abandonaran el lugar lo más rápidamente posible ya que el cese del fuego de facto se termina, todos los días, a las 15 horas. Pero, como los periodistas de la radio-televisión belga flamenca VRT se habían aventurado más lejos –hasta el barrio de Akrama–, el grupo no se movió con suficiente rapidez. Miembros de la asociación de víctimas del terrorismo que habían planeado realizar una manifestación ante un autobús fletado por el ministerio de Información para unos 40 periodistas anglosajones, a los que no encontraron, quisieron dejar de todas formas constancia de su opinión ante varias cámaras coreando consignas de apoyo al presidente Bachar al-Assad. A las 15 horas, como diariamente sucede, se reanudó la batalla de Homs. Un proyectil explotó en la azotea de un inmueble, destruyendo un tanque de combustible. Otro cayó en una escuela y un tercero entre los manifestantes que expresaban su respaldo al presidente al-Assad, matando a 2 de ellos. Los periodistas subieron a una azotea para filmar los daños. Se produjo entonces un momento de calma. Gilles Jacquier pensó que el incidente había terminado y bajó con su camarógrafo para filmar los cadáveres de los manifestantes. Al llegar a la puerta del inmueble resultó muerto, junto a 6 personas que apoyaban a al-Assad, por una cuarta explosión que lo lanzó contra una joven, también miembro de su equipo. La joven resultó herida en ambas piernas.

En medio de la confusión general, el cadáver de Gilles Jacquier y la joven herida fueron evacuados en auto hacia hospitales. Este incidente en particular dejó 9 muertos y 25 heridos. La batalla de Homs prosiguió con muchos más incidentes durante toda la tarde y la noche.

A primera vista, todo parece muy claro: la muerte de Gilles Jacquier se debió a la casualidad. Se hallaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Lo más importante es que su visión personal sobre la naturaleza de los acontecimientos en Siria le llevó a creer que sólo tenía que temer al comportamiento de las fuerzas gubernamentales y que, por consiguiente, no se vería en peligro al cubrir una manifestación que no tuviese carácter antigubernamental. Así que rechazó que lo acompañara una escolta, no llevaba casco ni chaleco blindado y no respetó el fatídico horario de fin del cese del fuego. O sea que no supo evaluar la situación porque fue víctima de la diferencia existente entre la propaganda de sus propios colegas y la realidad que él mismo negaba.

Resulta difícil entender, en esas circunstancias, por qué, después de una cortés primera reacción, Francia, que muy justificadamente ya había exigido una investigación sobre la muerte de su ciudadano, insinuó súbitamente que Gilles Jacquier fue asesinado por los sirios y se negó a que se hiciese [en Siria] una autopsia en presencia de sus expertos [expertos de Francia]. Estas acusaciones fueron expresadas públicamente por Jacques Duplessy, uno de los periodistas que acompañaba a Jacquier.

Para la prensa francesa, los hechos no son tan evidentes como parece y afirma que subsisten dudas sobre la identidad de los proyectiles mortales. Según la mayoría de los reporteros, fueron disparos de mortero. El ejército sirio confirma que ese tipo de arma está siendo utilizado cotidianamente por los terroristas en Homs. Pero, según algunos testigos, fueron proyectiles disparados con un lanzacohetes portátil, y la televisión privada siria Ad-Dunia mostró aletas de cohete. Varios foros debaten con pasión sobre el tema, no sin segundas intenciones. En Francia, los detractores de al-Assad creen en la tesis del mortero y acusan al ejército de ser el autor de los disparos. Mientras tanto, los que defienden a al-Assad creen en la tesis del lanzacohetes y acusan a los terroristas. Se trata, en definitiva, de un detalle que nada prueba. Es cierto que el ejército sirio utiliza morteros, pero no son de ese calibre, y los grupos armados utilizan lanzacohetes, pero nada impide que cada bando utilice otro tipo de armamento.

En todo caso, se fueron disparos de mortero, los dos primeros permitieron precisar el ángulo de tiro para que el tercero y el cuarto cayeran entre los manifestantes, que eran el blanco de la agresión. Pero, si fueron disparos de cohetes, sus autores tuvieron la oportunidad de apuntar con mucha más precisión para matar a una persona en particular. Esto último llevaría entonces a la tesis del asesinato.

El análisis de las imágenes y videos muestra que los cuerpos de las víctimas no están ensangrentados ni acribillados por impactos de fragmentos, como sucede en la explosión de un obús de fragmentación. Los cuerpos se ven, por el contrario, intactos. Según los casos, la sangre brota por la nariz o los oídos, como sucede en la explosión de un cohete termobárico, cuya onda expansiva comprime los órganos provocando hemorragias internas. Asimismo, los puntos de impacto en la acera no muestran huellas de fragmentación.

Hay que destacar que varios testigos hablan, por su parte, de granadas, lo cual no contribuye a mejorar la comprensión de los hechos ya que existen granadas con énfasis en la onda expansiva y granadas de fragmentación. En definitiva, sólo la hipótesis del arma con énfasis en la onda expansiva (RPG o granada) resulta compatible con los elementos médico-legales visibles en las fotos y videos. A su llegada al lugar de los hechos, investigadores sirios y observadores de la Liga Árabe encontraron dos colas de [obuses de] mortero de 82 milímetros y una cola de cohete de fabricación israelí.

Por lo tanto, las autoridades francesas tienen razón en estudiar la posibilidad del asesinato, aunque su objetivo sea utilizar un drama para justificar sus propósitos guerreristas contra Siria. Sin embargo, si bien los diplomáticos franceses tienen orden de buscar la verdad, al parecer también han recibido órdenes de garantizar que los sirios no logren descubrirla. Así que impidieron que cualquier francófono se acercara a la fotógrafa Caroline Poiron, la compañera sentimental del periodista Gilles Jacquier, quien se mantuvo en vela junto al cadáver durante toda la noche. La joven, quien se encontraba en estado de choque, estaba fuera de control y hubiese podido hablar de más. Posteriormente prohibieron que se realizara la autopsia en Siria y se apresuraron a repatriar el cadáver lo más pronto posible. ¿Cuál es entonces la hipótesis que Francia quiere verificar por sí misma y sin embargo ocultar al gran público?

Es aquí donde empieza nuestra inmersión en el mundo de los servicios especiales occidentales que están realizando en Siria una «guerra de baja intensidad», comparable a las organizadas en Centroamérica durante los años 1980 o, más recientemente, en Libia para preparar y justificar la intervención de la OTAN.

Gilles Jacquier era un reportero que gozaba de la estima de sus colegas y que había recibido diferentes reconocimientos en el campo profesional (Premio Albert Londres, Premio de los Corresponsales de Guerra, etc.). Pero su actividad no se limitaba al periodismo…

En una carta que porta el membrete de France-Télévisions, fechada el 1º de diciembre de 2011, las redactoras-jefes de Envoyé spécial –el programa político de más audiencia a nivel nacional [en Francia]– habían solicitado una visa al ministerio de información de Siria. Afirmando que querían comprobar la versión siria de los hechos, según la cual «los soldados del ejército sirio están siendo víctimas de emboscadas y de grupos armados que asolan el país», solicitaron que Jacquier fuese autorizado a seguir la vida cotidiana de los soldados de la 4ª división blindada, bajo las órdenes del general Maher al-Assad (hermano del presidente) y de la 18ª división blindada, comandada por el general Wajih Mahmud. Las autoridades sirias se sorprendieron ante la arrogancia de los franceses: por un lado dirigen los grupos armados que atacan a las tropas leales al gobierno sirio, y por el otro pretenden infiltrar entre esas tropas a un agente de la inteligencia militar para que informe a los grupos armados sobre los desplazamientos de esas tropas. La solicitud no fue aceptada.

Gilles Jacquier buscó entonces otra vía. Recurrió a una religiosa de la iglesia católica griega, que no tiene pelos en la lengua, estimada y a veces temida por el poder, la Madre Agnes-Mariam de la Croix, higúmena del monaterio de Saint-Jacques de l’Intercis. Esta religiosa fue la organizadora del primer viaje de prensa abierto a los periodistas occidentales desde el comienzo de los incidentes. La conocida religiosa asedió al ministerio de Información hasta obtener la visa para Jacquier y su camarógrafo.

Las cosas se aceleraron el 20 de diciembre. Otros medios de prensa imploraron a la Madre Agnes-Mariam que obtuviera para ellos el mismo favor. Por su parte, Gilles Jacquier solicitó otra visa para su compañera sentimental, la fotógrafa Caroline Poiron, y para la reportera Flore Olive, representantes ambas del semanario Paris-Match. Sería, en total, un grupo de 15 periodistas de Francia, Bélgica, Holanda y Suiza. Todo indica que los franceses y el holandés eran en su mayoría, quizás todos, agentes de la DGSE [Siglas de la Dirección General de la Seguridad Exterior de Francia. Nota del Traductor.]. El tiempo apremiaba para la realización de su misión.

Al llegar a este punto de este trabajo se impone un rápido flash-back.

Los grupos armados de la OTAN están realizando diversas acciones de sabotaje tendientes a debilitar a Siria. A pesar de que el centro histórico de la revuelta de la Hermandad Musulmana es Hama y de que esta sólo cuenta con el apoyo de dos barrios de Homs, la OTAN ha seleccionado esta última ciudad para concentrar en ella sus acciones secretas. Homs se halla, en efecto, en el centro del país y constituye el principal nudo de comunicación y de abastecimiento. Sucesivamente, «revolucionarios» han cortado el oleoducto y, posteriormente, los ingenieros canadienses que dirigían la central eléctrica fueron retirados del país a pedido de Estados Unidos. Finalmente, 5 ingenieros iraníes encargados de restablecer el funcionamiento de la central eléctrica fueron secuestrados el 20 de diciembre de 2011.

Los medios de prensa recibieron un comunicado en el que una misteriosa brigada contra la expansión chiíta en Siria reclamaba la autoría de ese último acto. La embajada [de Irán] confirmó posteriormente que estaba negociando con los secuestradores. Estos debían presentar una «prueba de vida», como una foto fechada que probara que los secuestrados estaban vivos y sanos. Contrariamente a lo esperado, esa prueba no fue enviada directamente a la República Islámica sino publicada en Paris-Match (edición del 5 de enero). Según se dijo, un fotógrafo de Paris-Match había logrado penetrar clandestinamente en Siria, donde había tomado la foto. Es posible que los lectores franceses se hayan cuestionado la humanidad de ese reportero, que fotografió a los rehenes sin tratar de ayudarlos. En todo caso, el mensaje estaba claro: los ingenieros están vivos y los secuestradores están bajo control de los servicios franceses. No ha habido reacciones oficiales de ninguna de las partes, lo cual indica que siguen negociando.

A su llegada a Damasco, las autoridades alojaron a los enviados de los medios franceses y holandeses en hoteles diferentes, pero Jacquier los agrupó a todos inmediatamente en el Fardos Tower Hotel. Quien maneja ese hotel no es otra que Rulla Rikbi, la hermana de Bassma Kodmani, la portavoz del Consejo Nacional, con sede en París. El hotel sirve de base a los servicios secretos franceses.

En resumen, un agente de la inteligencia militar, cuya compañera sentimental es una fotógrafa que a su vez tiene un colega que estuvo en contacto con los rehenes [iraníes], formó un grupo de «periodistas» a cargo de una misión vinculada a dichos rehenes, probablemente su entrega a los iraníes por parte de los franceses. Después de deshacerse de los servicios de seguridad, todos se fueron a Homs pero el jefe de la misión resultó muerto antes de lograr establecer el contacto previsto de antemano.

Resulta comprensible que, en esas condiciones, el embajador de Francia se haya puesto nervioso. Y está en su derecho de pensar que es posible que Gilles Jacquier haya sido asesinado por miembros de los grupos armados, inquietos por la interrupción de la alianza militar entre Francia y Turquía y muy deseosos de provocar una intervención militar de la OTAN. Hostiles a la negociación en desarrollo, es posible que estos elementos hayan decidido hacerla fracasar.

El embajador de Francia, sin tiempo para reconstruir los hechos, hizo entonces todo lo posible por impedir que los sirios pudiesen hacerlo ellos. Contrariamente a lo previsto en las normas internacionales, se negó a que la autopsia se hiciese en Siria y en presencia de expertos franceses. Los sirios aceptaron no actuar conforme a las reglas pero pusieron como condición realizar previamente una radiografía del cuerpo. En realidad aprovecharon para fotografiar el cadáver desde todos los ángulos posibles. Según nuestras informaciones, el cuerpo presenta huellas de fragmentos de metralla en el pecho y cortes en la frente.


Posteriormente, el embajador metió en sus autos blindados a los «periodistas» franceses, al holandés y el cuerpo del difunto. Y se fue con ellos, acompañado de una fuerte escolta, dejando plantada a la estupefacta Madre Agnes-Mariam de la Croix y a un periodista de la Agence France-Presse [AFP]. El apresurado diplomático se llevó así a sus agentes y abandonó a los civiles. El convoy pasó por el hotel As-Safir de Homs para recoger los efectos personales de todos, siguió camino hasta la embajada [francesa] en Damasco y llegó en un santiamén al aeropuerto, donde un avión especial fletado por el ministerio de Defensa de Francia evacuó a los agentes hacia el aeropuerto parisino de Le Bourget. Los espías ya ni siquiera fingían estar haciendo reportajes en Siria, olvidaban que sus visas habían sido prorrogadas, y simplemente huían antes de que los sirios descubriesen la realidad de la frustrada operación. A su llegada a París, el cuerpo fue trasladado de inmediato al instituto de medicina legal, donde se le realizó la autopsia sin esperar la llegada de los expertos enviados por Siria. En violación de los procedimientos penales, el gobierno francés invalidó el informe resultado de la autopsia, que tarde o temprano será rechazado por la justicia, y eliminó toda posibilidad de determinar la verdad.

Para impedir que los periodistas (los de verdad) metan las narices en el asunto, los periodistas (los de mentira) que acompañaban a Jacquier han hecho en Francia múltiples declaraciones contradictorias, mintiendo descaradamente para crear confusión y ocultar lo evidente. Es así que, a pesar de que resultaron muertas 8 personas que manifestaban a favor de al-Assad, Jacques Duplessis denuncia «una trampa de las autoridades sirias» para eliminarlo a él y a sus colegas. Una verificación arrojó que el señor Duplessis trabajó durante muchísimo tiempo para una ONG muy conocida como pantalla… de la DGSE.

Para los iraníes y los sirios, la muerte de Jacquier constituye una catástrofe. Al permitir los movimientos del grupo de espías franceses y vigilarlos discretamente, esperaban descubrir a los secuestradores, liberar a los rehenes y arrestar a los criminales.

Hace un año que los servicios secretos militares de Francia están al servicio del imperialismo estadounidense. Organizaron una guerra civil en Costa de Marfil. Después manipularon el separatismo de la región libia de Cirenaica para disfrazarlo de revolución contra Kadhafi y apoderarse de Libia. Ahora entrenan y dirigen a delincuentes reclutados en Qatar y Arabia Saudita para sembrar el terror, acusar al gobierno sirio y amenazar con venir a derrocarlo. No es nada seguro que al pueblo francés se sienta orgulloso de enterarse que Nicolas Sarkozy ha rebajado a su país a la categoría de vulgar secuestrador de rehenes. Y no habrá de qué sorprenderse si un Estado que practica el terrorismo en otras tierras tiene que enfrentarlo algún día en su propio suelo.


                                                                                                                                       

                                                                                                                                            Boris V.

Fuente

Red Voltaire http://www.voltairenet.org/El-fiasco-de-los-agentes-franceses
New Orient News (Líbano)