Por segundo día consecutivo, la capital egipcia fue escenario el viernes de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que causaron el fallecimiento al menos a tres personas.
Por segundo día consecutivo, la capital egipcia fue escenario el viernes de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que causaron el fallecimiento al menos a tres personas. La junta militar se ha convertido en el blanco de una creciente ira popular desde la muerte el miércoles de cerca de ochenta personas en el estadio de fútbol de Port Said.
Varios miles de personas asedian desde el jueves el Ministerio del Interior en El Cairo lanzando piedras contra la policía que dispara con fuego real. Un oficial del Ejército, accidentalmente aplastado por un blindado, y un manifestante, alcanzado por un disparo, han resultado muertos. Dos manifestantes murieron también asfixiados por gases lacrimógenos. Según el Ministerio de Sanidad, 1.051 manifestantes resultaron heridos, incluyendo un gran número de personas intoxicadas por los gases lacrimógenos.
Mientras tanto, hombres armados atacaron e incendiaron en la noche del jueves una comisaría de policía en el este de El Cairo y liberaron a los detenidos después de protagonizar enfrentamientos violentos con la policía, dijo una fuente de la seguridad. Los hombres, armados con metralletas, atacaron la estación de policía en Al-Marg y liberaron a las personas detenidas antes de incendiar el edificio.
Un edificio del gobierno situado ante el ministerio también fue incendiado, anunció la televisión estatal. El origen del fuego, que se inició en el piso superior del edificio, aún no ha sido determinado, pero varios desconocidos habían invadido la escena poco antes.
Mientras tanto, una coalición de veintiocho organizaciones pro-democracia pidió a los manifestantes que se reunieran a la salida de las mezquitas en la capital después de la oración del viernes y convergieran ante el Parlamento para exigir el fin del poder militar que administra el país desde la caída de Hosni Mubarak. Grupos de jóvenes revolucionarios también pidieron un fin de semana de protestas denominado el “viernes de la ira”.
Poco más de un año después de una revolución que obligó al dictador a abandonar el poder, hoy en día, el sentimiento dominante es el de frustración.
Los egipcios están enojados, porque el cambio que anhelaban no se ha producido. Para ellos, los militares siguen en el poder y ejerciendo su dominio sobre la población, y son los responsables del aumento de los enfrentamientos mortales y la criminalidad.
De hecho, el nuevo Egipto está plagado de inestabilidad desde que la policía de Mubarak, presente en todas partes y vilipendiada por la gente, desapareció de las calles durante la revolución.
La población están furiosa porque el Ministerio del Interior no ha sido reestructurado, como reclamaban, y acusan a los fieles del antiguo régimen de orquestar la violencia a través de la policía. También acusan al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (AFSC) , en el poder desde la dimisión de Mubarak, de ser incompetente o cómplice.
Su ira no ha hecho más que intensificarse después de la tragedia en Port Said. Los comentaristas, y ahora los manifestantes furiosos en todo el país, acusan a los líderes militares de haber creado el caos deliberadamente con el fin el fin de justificar su permanencia en el poder.
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (AFSC) se ha comprometido en repetidas ocasiones a transferir sus poderes a los civiles después de las elecciones presidenciales previstas para finales de junio, pero muchos egipcios se muestran escépticos.