La ejecución de Sheij Nimr al Nimr ha relanzado la cuestión de la situación socio-política en la región del Este de Arabia (Sharqiya), en particular la de los shiíes.
La ejecución de Sheij Nimr al Nimr ha relanzado la cuestión de la situación socio-política en la región del Este de Arabia (Sharqiya), en particular la de los shiíes, que son una minoría en el reino, pero mayoría en esta región rica en petróleo.
Las autoridades saudíes han intentado siempre rebajar el número de shiíes en el país en sus datos estadísticos y afirman que ellos representan un 10% de la población, es decir, unos 1,75 millones, que estarían repartidos en cuatro provincias del Este -Qatif, Al Ahsa, Dammam y Jobar-. Otros informes no oficiales estiman que los shiíes representan cerca del 20% de la población total.
La región del Este de Arabia es la mayor reserva natural de petróleo del mundo, con un 22% de las reservas mundiales de petróleo bruto. Ella produce el 98% del petróleo del reino. Esta región cubre también el 12% del total de las importaciones de EEUU y un tercio de las importaciones japonesas. De ella procede también el 90% de los ingresos exteriores de Arabia.
A pesar de ello, cabe señalar que los habitantes de Sharqiya, que son 4,1 millones de personas, sufren una política de discriminación y marginación por parte del régimen de los Al Saúd. Todos los historiadores y expertos se muestran de acuerdo en que las relaciones entre el régimen de los Al Saúd y los habitantes de Sharqiya se caracterizan por una extrema animosidad y esto desde la creación del primer estado saudí.
La emergencia del wahabismo
Los shiíes de Sharqiya vieron el surgimiento de un estado hostil en Arabia después de la emergencia en el s. XVIII del wahabismo, una corriente que se consolidó en el país debido a la alianza entre su fundador, Mohammed ibn Abdul Wahhab, y el jefe de la familia Al Saúd en aquel tiempo, Muhammad ibn Saúd.
Según un relato histórico citado por el diario libanés As Safir, los habitantes de Al Ahsa han mantenido siempre una animosidad hacia el wahabismo no sólo debido a la interpretación extremista de la Sharia islámica impuesta por los discípulos de Mohammad ibn Abdul Wahhab en Arabia, incluyendo en Sharqiya, sino también en razón de la política de expansión adoptada por el tándem saudo-wahabí. Los líderes locales rechazaron tal alianza que debilitaba su posición en la zona.
Sin duda, los inicios de la tensión entre los habitantes de Sharqiya y los wahabíes se remontan a los primeros actos de violencia ejercidos por este movimiento fanático en la región de Al Ayniyat, donde los discípulos de Mohammad Abdul Wahhab demolieron el santuario sagrado de Said ibn al Jattab, en el oasis de Yubaila, y luego lapidaron allí a una mujer por haberlo visitado.
Este incidente supuso el inicio del primero de una serie de conflictos entre los dirigentes locales de Al Ahsa y Qatif contra el régimen de los Al Saúd. Esta época estuvo marcada por una serie de ataques y contraataques de los dos lados, en la primera fase del Estado saudí (1744 a 1818) y la segunda (1818 a 1891).
La época contemporánea
En el curso de su reinado, el rey Abdul Aziz se interesó por Sharqiya por razones económicas y políticas.
En el plano económico, antes del descubrimiento del petróleo, Sharqiya era conocida por su dinamismo en los sectores de la agricultura, la pesca y la artesanía, razón por la cual el monarca la consideraba como un factor importante para la tesorería de su nuevo reino.
En el terreno político, el rey Abdul Aziz buscó normalizar las relaciones con los dirigentes locales de Qatif y Al Ahsa por dos razones. La primera era evitar repetir los mismos errores que su predecesor había cometido en sus relaciones con las tribus de Sharqiya. La segunda era su deseo de impedir un acuerdo anglo-otomano para una repartición de la Península Arábiga.
Al Ijuan: el wahabismo se instala en el seno del poder
Esta normalización de relaciones no duró mucho tiempo a causa de los Ijuán, una milicia salafista que compartía la ideología del wahabismo -que no tiene nada que ver con los Ijuán Muslimin (los Hermanos Musulmanes), fundados por Hassan el Banna en Egipto- y que buscó imponer su visión fundamentalista wahabí sobre las decisiones políticas.
En 1927, las tensiones se intensificaron entre Sharqiya y el régimen saudí cuando los Ijuán impusieron al rey Abdul Aziz la aplicación de una fatua que obligaba a los shiíes a convertirse al wahabismo y a dejar de practicar sus ritos, incluyendo las visitas a los mausoleos de Ahlul Beit (P), la Santa Familia del Profeta Muhammad (P). También prohibía a los shiíes de Iraq entrar en el territorio saudí e imponía imames sunníes en las mezquitas.
A pesar del choque violento que estalló entre el estado saudí y los Ijuán en 1929, debido a que estos últimos declararon apóstata al rey, la represión contra los shiíes se reforzó y fue acompañada de medidas económicas. Esto provocó una explosión popular que tomó la forma de una rebelión armada en Awamiyya, que rápidamente fue contenida debido a la mediación local.
Aramco y la transformación política y social en Sharqiya
En 1933, un decreto real otorgó a la compañía estadounidense Standard Oil de California el derecho a la exploración petrolífera en Sharqiya (Su nombre cambió en 1944 para convertirse en la Arab American Oil Company o Aramco).
Ésta fue una etapa importante en la historia de Shaqiya puesto que los cambios económicos dieron lugar a cambios políticos y demográficos en la región.
En el terreno socio-económico, los privilegios de los que disfrutaba Aramco transformaron la economía, que estaba basada en la agricultura, la pesca y la artesanía, transformándola en una industrial por excelencia.
En el plano demográfico, esta transformación económica contribuyó a atraer a un gran número de residentes de las regiones vecinas, convirtiendo a Sharqiya en un principal destino para el trabajo.
En el plano político, esta transformación económica contribuyó al surgimiento de una forma de unión de movimientos sindicales que reivindicaron reformas políticas que sobrepasaban el marco territorial o religioso.
Una década más tarde, esta unión dio lugar a la formación del primer comité sindical elegido en el seno de Aramco (1953), que representaba a unos 22.000 trabajadores y que fue la base para la formación de la primera organización política denominada “Frente de Reforma Nacional” (1954), que planteó algunas reivindicaciones audaces: una constitución, la elección de un Parlamento, el fin de la monarquía absolutista y la legalización de la acción sindical.
Cuatro años más tarde, el Frente se convirtió en marxista y adoptó un nuevo nombre: el Movimiento de Liberación Nacional.
En el año 1969, centenares de dirigentes de izquierda y del Partido Baas y el Nasserista fueron detenidos por las autoridades saudíes, que les acusaron de organizar un golpe de estado. De este modo, el movimiento de izquierda y sindical fue aplastado.
Regreso a la doctrina
Durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta, una nueva generación en Sharqiya comenzó a expresar su identidad política, social y cultural.
Esto preocupó a las autoridades en el poder en Arabia Saudí, que pusieron en marcha una política de marginación a nivel administrativo y político.
Esta discriminación confesional fue citada por un informe del Internacional Crisis Group en Septiembre de 2005, que publicó un informe titulado “La cuestión shií en Arabia Saudí”. El informe subrayaba que “una de las formas más corrientes de discriminación de los shiíes se manifiesta en la función pública. No ha habido ningún nombramiento de un ministro procedente de esta región. Y cuando el rey Fahd decidió en 2005 extender el Consejo de la Shura, un organismo consultivo sin funciones propias, de 120 a 150 miembros, sólo había dos miembros de parte de los shiíes. Peor aún, cuando los Al Saúd renovaron los quince consejos locales, la representación shií en el Consejo de Sharqiya perdió un miembro y se quedó con uno solo, a pesar de constituir una mayoría en la región.
El informe denunció igualmente los discursos de los predicadores fanáticos wahabíes contra los shiíes en los establecimientos de enseñanza sunníes, donde se califica a aquellos de “infieles e incrédulos”.
La Revolución Islámica de Irán
En los años ochenta, el advenimiento de la Revolución Islámica de Irán no dejó indiferente a los shiíes de Sharqiya. Ellos reivindicaron su identidad comunitaria en Qatif. Algunos querían importar la revolución y otros reclamaban reformas para su comunidad.
En este contexto, varios dirigentes religiosos tomaron la palabra para pedir el fin de la discriminación. Entre ellos estaba Sheij Nimr al Nimr, que se hizo destacar a principios de este siglo y se convirtió en un símbolo para la juventud shií en Sharqiya, en especial después de las grandes protestas de 2011.
Represión en Qatif
Qatif está poblada casi enteramente con shiíes y puede ser físicamente aislada por el gobierno. Varios puestos de control están situados en las entradas de la ciudad y de su calle principal.
“Las fuerzas de seguridad poseen una gran confianza. La población shií está confinada en algunos lugares del país. Ellos son una minoría en Arabia (de un 10 a un 20%). Las fuerzas de seguridad creen que tienen la capacidad para controlarlos”, dijo Mustafa Alani, un analista de seguridad con estrechos vínculos con el Ministerio del Interior.
Los shiíes se quejan de que sufren de una fuerte discriminación en un país donde la corriente wahabí, que considera a sus creencias como heréticas, es oficial. Ellos padecen abusos a manos de los clérigos wahabíes, raramente consiguen permisos para establecer lugares de culto y tampoco pueden acceder a altos cargos en el sector público.
Esta discriminación se ha ido agravando con el paso de los años y la comunidad ha sufrido también un incremento de las acciones represivas de las fuerzas de seguridad. Los shiíes denuncian detenciones y castigos injustificados. Las fuerzas de seguridad disparan contra manifestantes desarmados y torturan a los sospechosos.
Reuters se ha reunido con varios shiíes detenidos en el país tras las protestas y ellos manifestaron haber sido repetidamente golpeados y privados de sueño para extraerles confesiones sobre su participación en las protestas. Cabe recordar que las manifestaciones, protestas y huelgas están prohibidas en el país y pueden ser castigadas con la pena de muerte.