En un signo de la indiferencia, los llamamientos de sus habitantes a las Naciones Unidas para enviar a representantes a investigar sus condiciones de vida no han sido nunca escuchados.
Una información que parece no interesar a los grandes medios, especialmente a algunos medios árabes y occidentales, e incluso a la ONU: una niña pequeña, Fatima Nureddin, que vivía en Fuaa y Kefraya, dos localidades de mayoría shií sitiadas por los terroristas, murió el miércoles cuando tenía un año y cuatro meses.
Ella falleció por una enfermedad no precisada que se agravó debido a la penuria de medicamentos que sufren estas localidades debido al sitio impuesto por las milicias del Yaish al Fatah (el Ejército de la Conquista), integrado por el Frente al Nusra, Ahrar al Sham etc. Este asedio ha causado la muerte de numerosos niños. Las sanciones occidentales aprobadas contra Siria han contribuido también a esta escasez.
Durante la entrada de ayuda humanitaria en estas dos localidades sitiadas, en el mes de octubre, en el marco de un acuerdo que afectaba también a Madaya, los militantes robaron también allí una gran parte de los alimentos y medicinas que se estaban destinados a la ciudad bajo la mirada de la ONU.
La indiferencia de la ONU
En un signo suplementario de la indiferencia que suscitan estas dos localidades, situadas al noreste de la provincia de Idleb, los llamamientos de sus habitantes a las Naciones Unidas para enviar a representantes a investigar sus condiciones de vida no han sido nunca escuchados.
El martes, fue realizada una nueva demanda por la Media Luna Roja siria, pero ella fue rechazada por la ONU. El mismo motivo de siempre fue citado: el hecho de que las barreras colocadas en las entradas de ambas localidades están en manos de los terroristas del Frente al Nusra y Ahrar al Sham. Sin embargo, la presencia de estos dos grupos, que ocupan la ciudad de Madaya, no ha impedido que los representantes de la ONU visitaran esta última.
Resulta claro que la ONU evita poner en una situación embarazosa a los grupos armados que combaten en Siria, a pesar de tener a algunos de ellos en sus listas de organizaciones terroristas, mientras, al mismo tiempo, publica informes que acusan indirectamente de las dificultades al Estado sirio y sus aliados.
Cuatro años de asedio
Hace cuatro años que estas dos localidades de Idleb -que cuentan con más de 35.000 habitantes y están situadas a 8 kms de la ciudad de Idleb, la capital provincial, que está ocupada por los terroristas, y a 30 kms de la frontera turca- están asediadas. Ellas son abastecidas desde el aire por aviones y helicópteros sirios.
La única razón de esta apatía de la ONU es que su población es leal al gobierno sirio y está formada, en su mayor parte, por musulmanes shiíes.
Un religioso saudí wahabí controla Idleb
Sin embargo, toda la provincia de Idleb está bajo el control de un religioso saudí wahabí, Sheij Abdulá al Muhaisini, un individuo que siente un gran odio hacia los shiíes ya desde antes de la crisis siria. Él ha firmado un decreto en favor del exterminio de esta población cuando cae en manos de los terroristas.
Hezbolá entrena a los sitiados
A pesar de su posición geográfica difícil, Fuaa y Kefraya no han caído gracias a la resistencia legendaria de sus habitantes, que ha sido consolidada por los entrenamientos llevados a cabo por combatientes de Hezbolá, que han llegado con tal fin a la localidad para entrenar sus habitantes, en especial a los más jóvenes.
Esta determinación de los sitiados ha logrado resistir a los cientos de intentos de invadir las dos ciudades, incluyendo el lanzamiento de ataques con coches bomba y los 75.000 obuses y cohetes que han caído sobre ellas, según cifras de los propios militantes.
Durante este asedio, 1.700 personas han perdido la vida, incluyendo niños, mujeres y ancianos. El 70% de las viviendas han resultado destruidas.