El ministro de Exteriores italiano, Paolo Gentiloni, ha advertido que una operación militar en Libia, por brillante que sea, no podrá, por sí misma, garantizar el orden en el país.
La desconfianza y la incomprensión parece dominar las relaciones entre Francia e Italia en lo que se refiere a la forma de tratar el caos en Libia, según los expertos.
El ministro de Exteriores italiano, Paolo Gentiloni, ha advertido que una operación militar en Libia, por brillante que sea, no podrá, por sí misma, garantizar el orden en el país.
Él reafirmó al periódico francés Le Figaro que “en la fase actual, tal intervención no es posible. Ella sería incluso un grave error”.
Francia pareció no compartir este punto de vista. El primer ministro francés, Manuel Valls, manifestó en diciembre que hacía falta “combatir y aplastar” a la organización EI “en Siria, en Iraq y mañana, sin duda, en Libia”.
Esta voluntad intervencionista inquietó a los italianos. La prensa se hizo eco la pasada semana de un ataque aéreo francés contra las posiciones del EI cerca de la ciudad de Sirte, en Libia, lo cual fue interpretado como una señal de que Francia no esperaría eternamente a la formación de un gobierno unitario dentro del país, que ha sufrido un caos después de la revuelta y la intervención de la OTAN que derribaron a Muammar el Gadafi en 2011.
El Ministerio de Defensa francés se apresuró inmediatamente a desmentir el supuesto ataque, pero los medios gubernamentales italianos mostraron su inquietud.
“Si debemos intervenir contra el terrorismo, deberíamos hacerlo a petición de un gobierno libio para apoyarle”, afirmó el viernes Gentiloni.
Italia, la antigua potencia colonial en Libia, desconfía de la actitud intervencionista francesa en Libia y ciertos editorialistas evocaron un propósito oculto de los franceses para ocupar por la fuerza una posición predominante en el sector energético libio, que las empresas italianas también ansían. Ellos señalan que Francia podría repetir sus errores de 2011, cuando intervino en Libia en contra del gobierno y fue culpable de crear el actual caos en el país norteafricano.
Un experto francés, Jean Pierre Nardis, experto en cuestiones de defensa del Instituto de Estudios Extranjeros de Roma cree que hay un “malentendido” entre los dos países en lo que se refiere a la intervención franco-británica de 2011, que nunca fue realmente comprendido.
Este “malentendido” se ha exacerbado por el silencio del gobierno de Matteo Renzi a las demandas de apoyo militar expresadas por el presidente francés, François Hollande, después de los atentados mortíferos de París, en noviembre.
Italia se niega a hacer la guerra, como afirma, por otro lado, oficialmente su Constitución. Ella está persuadida, como repite siempre Gentiloni, que es mejor arreglar los conflictos por medio de las negociaciones y la vía diplomática. En este sentido, fuentes del gobierno italiano, citadas por los medios, desmintieron la pasada semana toda eventualidad de ataques aéreos contra el EI en Libia. Preguntado por AFP, el Ministerio de Exteriores italiano se negó a realizar ningún comentario.
Por su parte, el número uno de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), Abu Ubaidah Yusuf al Anabgli, citado por una agencia mauritana, advirtió a los “invasores” italianos que se “pillarían los dedos” si intervenían en Libia.
La prudencia italiana está también motivada por las experiencias occidentales fracasadas en Iraq, “donde continuamos pagando el precio”, señaló Gentiloni. Sin embargo, ella ha “enfriado las relaciones entre Francia e Italia”, señala Darnis.
En los pasados días, la política pro-intervención francesa parece haberse modificado y algunos expertos han achacado este hecho a la actitud de Italia. Esta semana, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, refutó las informaciones de que París estaba presionando en favor de una acción militar contra el EI en Libia.
“Una intervención militar en Libia está totalmente fuera de lugar”, dijo Fabius durante un encuentro en Roma de países implicados en el combate contra el EI. “Existen presiones (para eso), pero ésta no es la postura del gobierno francés”.