La suspensión del acuerdo de armas con el Líbano constituye otro fracaso más de Arabia Saudí en la palestra internacional y es una muestra de su distanciamiento con respecto a dos países.
La suspensión del acuerdo de armas con el Líbano constituye otro fracaso más de Arabia Saudí en la palestra internacional y es una muestra de su distanciamiento con respecto a dos países que habían jugado un papel importante en los años recientes en sus cálculos políticos: Francia y el Líbano.
En los pasados años, se produjo un notable acercamiento de las posturas entre Francia y Arabia Saudí en base a las políticas de los dos últimos ministros de Exteriores franceses que han pasado por el cargo: Bernard Bouchner y Laurent Fabius, ambos sionistas y con un enfoque profundamente anti-sirio y anti-iraní. Esto llevó a Francia a adoptar una postura hostil hacia Damasco y Teherán en temas como las negociaciones nucleares entre Irán y el Grupo 5+1 y el conflicto sirio.
En lo que se refiere al Líbano, Arabia Saudí presionó a sus aliados en ese país, fundamentalmente a la Corriente del Futuro, para que impusieran las exigencias de Riad en el escenario libanés y buscaran formas de debilitar a Hezbolá. Esto estaba también vinculado al conflicto sirio porque el régimen saudí creía que una victoria militar de sus patrocinados terroristas en Siria, le llevaría a alcanzar también una posición de hegemonía en el Líbano.
En aquel marco, Arabia Saudí firmó un acuerdo con el Líbano, por valor de 3.000 millones de dólares, para suministrar armas francesas al Ejército libanés y a las Fuerzas de Seguridad Interna (PSI) para “luchar contra el terrorismo”. Esto fue visto como un signo de las excelentes relaciones entre Francia y Arabia Saudí.
El acuerdo, sin embargo, nunca se llegó a materializar. Las pocas armas que fueron enviadas eran defectuosas y las listas enviadas por el Líbano, en las que se detallaba lo que el Ejército libanés necesitaba, fueron ignoradas.
Al final, los rápidos acontecimientos regionales, como el desarrollo favorable para Damasco de la guerra en Siria y la firma del acuerdo nuclear con Irán produjeron cambios profundos en la política regional e internacional.
La firma del acuerdo nuclear llevó al levantamiento de las sanciones nucleares contra Irán y los países europeos comenzaron a aproximarse a Teherán y a firmar de contratos económicos multimillonarios con los iraníes. París vio en ese momento una oportunidad para promover los intereses de las grandes corporaciones francesas, como Total, Peugeot y otras, que firmaron acuerdos por valor de decenas de miles de millones de dólares durante la pasada visita del presidente iraní, Hassan Rohani, a Francia.
Irán posee las segundas reservas de gas natural del mundo y las cuartas de petróleo y constituye un mercado de 80 millones de personas y es, en este sentido, un país mucho más atractivo que Arabia Saudí desde el punto de vista económico y geoestratégico para las empresas internacionales.
Desde la firma de estos contratos con Irán y la intervención rusa en Siria, y anteriormente los atentados de París, las políticas de Francia y de Arabia Saudí hacia Siria, Irán y Rusia han comenzado a divergir. Muchos políticos de la izquierda y la derecha francesas, como Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen, apoyan la intervención rusa en Siria y un cambio en la política francesa hacia Damasco. Algunos políticos y medios franceses denuncian también el papel de Arabia Saudí como patrocinador del terrorismo wahabí takfiri, responsable de los atentados de París.
En el Líbano, la situación tampoco ha ido bien para los saudíes. Recientemente, y en un movimiento sorprendente, Samir Geagea, una figura cristiana clave en el campo del 14 de Marzo mostró su apoyo a la candidatura de Michel Aún, uno de los líderes políticos del campo del 8 de Marzo y aliado de Hezbolá, dejando así a la Corriente del Futuro sola en cuanto al rechazo a este candidato, que está vetado por Riad. Al mismo tiempo y para irritación de los saudíes, el Líbano se ha negado a seguir el camino saudí de confrontación contra Siria e Irán y se ha negado a secundar las propuestas saudíes en tal sentido en la Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica.
De este modo, aislada en el terreno internacional -excepto con respecto a los pocos estados que es capaz de sobornar- y debilitada por la creciente crisis económica y política en casa, debido a su fracasada guerra en Yemen y la caída de los precios del crudo, Arabia Saudí no veía ya la utilidad de apoyar la producción de armamento de Francia y el fortalecimiento del Ejército libanés. Y, en otro gesto de desesperación, fruto de la irracionalidad y la estupidez que domina a sus actuales líderes, el reino anunció el fin de una ayuda militar al Líbano que nunca existió. Con esta declaración, sin embargo, Arabia Saudí no ha conseguido causar un daño a la imagen de Hezbolá, que era lo que en realidad buscaba al culpar al movimiento de resistencia libanés de su decisión, sino tan sólo quedar en evidencia una vez más ante una población libanesa que ha recibido dicho anuncio con desdén y una total indiferencia.