La política turca en Siria parece desesperada y fracasada y a los turcos ya no es quedan esperanzas de derribar al presidente sirio, Bashar al Assad.
Según la publicación norteamericana Al Monitor, la política turca en Siria parece desesperada y fracasada y a los turcos ya no es quedan esperanzas de derribar al presidente sirio, Bashar al Assad, e imponer un régimen extremista en Damasco.
Recientemente, Rusia afirmó que Turquía prepara un ataque contra Tal Abyad, una localidad de la provincia de Raqqa recientemente liberada. Según el centro de coordinación ruso, establecido en la base siria de Hamaimim, un centenar de militantes franquearon la frontera siria provenientes de Turquía para ir a luchar contra las milicias kurdas en Tal Abyad, recién tomada por los kurdos de manos del EI.
El viceministro de Exteriores ruso puso en guardia contra toda intervención terrestre turca en Siria. “Estamos inquietos por los preparativos militares turcos en la frontera con Siria. Toda intervención turca en Siria provocará una explosión de la situación de forma irreparable”, advirtió Serguei Riabkov.
Los planes turcos en Siria continúan siendo los mismos: la creación de una zona de exclusión aérea y una zona colchón donde se concentren los grupos terroristas apoyados por el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Sin embargo, los grupos terroristas respaldados por Ankara se enfrentan a una poderosa coalición del Ejército sirio y sus aliados, las milicias kurdas y la Fuerza Aérea rusa, lo cual ha hecho fracasar dicho plan.
En lo que se refiere a la zona de exclusión aérea en el norte de Siria, Turquía es ya incapaz de llevar adelante este proyecto debido al despliegue de unidades del S-400 ruso en la base de Hamaimim de Latakia, que puede destruir cualquier avión turco que cruce el espacio aéreo sirio.
Al mismo tiempo, Ankara ha iniciado una confrontación diplomática con EEUU, que apoya a los kurdos sirios encuadrados en las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) y el Partido de la Unión Democrática, vinculado a las anteriores. Turquía considera a ambas organizaciones terroristas y ha exigido a Washington que las clasifique como tales, algo que los norteamericanos han rechazado. Esto ha llevado a Erdogan a afirmar que EEUU quiere establecer un estado kurdo con territorios sirios, iraquíes y turcos, algo que constituye el peor anatema que los turcos puedan imaginar.
El doble apoyo norteamericano y ruso y sus relaciones con el Ejército sirio han fortalecido a los kurdos para desmayo del régimen de Erdogan. Peor aún, la continua hostilidad turca hacia los kurdos sirios puede llevar a estos últimos a establecer lazos con el PKK y organizaciones kurdas separatistas en Turquía creando así una poderosa alianza frente a Ankara.
Otra muestra del deterioro en las relaciones turco-estadounidenses es la reciente declaración norteamericana -y de otros miembros de la OTAN- de que Turquía no podrá contar con el apoyo de la Alianza Atlántica si inicia una aventura militar en Siria, algo que dejaría a Ankara sola frente a Siria y todos sus aliados.
Por otro lado, la reciente decisión del Comité de Justicia del Senado de EEUU de redactar un proyecto para declarar a los Hermanos Musulmanes como organización terrorista ha soliviantado al AKP, que es en realidad la rama de esta cofradía en Turquía. Sería imposible entender los enfrentamientos de Turquía con Siria, Egipto y otros países sin tener en cuenta el apoyo de Erdogan y su partido a los Hermanos Musulmanes, que están luchando para derribar varios gobiernos árabes y establecer gobiernos extremistas sectarios. No cabe duda de que si esta resolución se aprueba, esto sería una advertencia a Erdogan que, junto con Qatar, es el gran patrocinador de los Hermanos Musulmanes en la región.
En este contexto, Turquía no ha recibido con alegría el cese de hostilidades en Siria debido a que éste no le aportará ningún beneficio. Sus protegidos del EI y Al Qaida seguirán siendo atacados por las fuerzas sirias, las milicias kurdas y la aviación rusa. Esto no es del interés de Turquía, que ha apoyado a ambos grupos durante largo tiempo. El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, el artífice de la política expansionista neo-otomana del régimen de Erdogan anunció que Turquía no respetaría el cese el fuego si esto violaba la “seguridad nacional” del país.
De este modo, Turquía, regida por un gobierno de los Hermanos Musulmanes y aislado en la región y a nivel internacional, se está viendo sumergida en un gran aislamiento. Sus políticas de agresión e injerencia -principalmente en Siria, pero también en Iraq- han estado basadas en cálculos erróneos y planteamientos fantasiosos. Hoy el mundo combate en su totalidad contra aquello que Turquía y Arabia Saudí representan y apoyan: un extremismo terrorista dirigido a crear estados sectarios y regidos por una interpretación radical de la religión. Esto, por supuesto, no es aceptado por los sirios ni tampoco por la comunidad internacional que busca ahora, en especial tras los atentados de París, un consenso para combatir la amenaza del terrorismo global, que tiene en Erdogan a uno de sus grandes padrinos.