La reciente visita del primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, a Teherán fue vista con sorpresa en medios internacionales habida cuenta de la diferencia de posturas entre ambos países.
La reciente visita del primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, a Teherán fue vista con sorpresa en medios internacionales habida cuenta de la diferencia de posturas entre ambos países en temas como Siria e Iraq. Irán es el principal aliado de estos dos países, mientras que Turquía ha sido uno de los dos grandes patrocinadores del terrorismo en Siria y protagoniza una crisis con Iraq a raíz del despliegue de tropas turcas cerca de Mosul.
Uno de los objetivos de la visita fue el de incrementar el comercio bilateral de unos 10.000 millones de dólares a 30.000 millones y aprovechar el levantamiento de las sanciones contra Irán para promover la entrada de las empresas turcas en ese país. Esto tiene lugar en un momento en el que el gobierno turco afronta serias dificultades económicas. La agencia Bloomberg señala que la economía turca atraviesa una seria crisis, que viene reflejada en el aumento en un 60% de las deudas tóxicas en un año, las sanciones rusas, la caída del turismo, la devaluación de la moneda y la falta de confianza de los inversores en la situación política interna turca que tiende a agravarse con el conflicto militar con los kurdos y el creciente choque entre el gobierno y la oposición. En este sentido, Ankara busca estrechar lazos con Irán en un intento de paliar algunos de los efectos de esta crisis general, que está socavando su papel de potencia regional.
Turquía sufre además un deterioro de su imagen exterior debido al arresto de periodistas y la incautación de medios críticos, lo cual ha llevado a Ankara a ser objeto de fuertes críticas dentro y fuera del país. Paralelamente, Turquía está entrando en una espiral de violencia, como muestran los recientes atentados kurdos en Ankara, Estambul y el sur del país.
Al mismo tiempo, las relaciones entre Turquía y Occidente han caído a su punto más bajo. Tanto EEUU como la UE han mostrado su rechazo y condena a la toma del diario Zaman por parte del gobierno turco. En lo que respecta a Siria, EEUU ha desoído la advertencia de Erdogan de que debía escoger entre los kurdos sirios y él. Por la actuación de Washington en estos últimos días, la respuesta implícita ha sido clara: EEUU apuesta por los kurdos y su combate contra el EI. EEUU y Luxemburgo, entre otros, han dejado también claro que la OTAN no va a respaldar a Turquía si este país comete la estupidez de enviar tropas a Siria a enfrascarse en un conflicto con el Ejército sirio, las milicias kurdas y, sobre todo, Rusia. EEUU parece haber decidido llegar a un acuerdo con Rusia en el tema de Siria y no parece dispuesto a que Turquía actúe como fuerza desestabilizadora en este tema.
EEUU ha rechazado también los dos proyectos principales que Turquía había estado promoviendo: una zona colchón en el norte de Siria y una zona de exclusión aérea. Desde el inicio de la intervención rusa en Siria, el pasado mes de septiembre, Moscú manifestó que se opondría por la fuerza a cualquier intento turco de crear una zona colchón. El despliegue del S-400 ha dado al traste también con el establecimiento de una zona de exclusión aérea y, de hecho, los aviones turcos no pueden ya volar dentro del espacio aéreo sirio.
Por su parte, Europa se siente chantajeada por Erdogan en lo que se refiere a la crisis de los refugiados. Los países europeos han concedido hasta 3.000 millones de dólares a Turquía con el fin de ayudarla a hacer frente a dicha crisis, que el propio Erdogan provocó para presionar a Occidente en favor de una intervención en Siria. Ankara ha exigido también la exención de visado para los turcos en la UE. En todo caso, los países europeos no olvidarán ni perdonarán al gobierno de Erdogan el haber provocado esta crisis y el chantaje al que este último les ha sometido.
En este contexto de creciente crisis y aislamiento internacional de Turquía, la cuestión más interesante reside en los mensajes de tipo político que Davutoglu llevó a Teherán y, sobre todo, si Erdogan está preparado para pagar el precio necesario para un acercamiento a Irán, que no está dispuesto, por supuesto, a ayudar a Ankara a fortalecer su economía sin concesiones en el terreno político y, más particularmente en Siria. Esto quizás explique la repentina decisión de Ankara de cerrar, al menos durante unos días, sus puntos de cruce con Siria y la muerte de nueve individuos que buscaban “infiltrarse” en Siria a manos de guardias fronterizos turcos pocos días antes de la visita de Davutoglu.
Uno de los objetivos de Davutoglu a Teherán fue el de convencer a los iraníes acerca del peligro que suponen los planes de crear una Siria federal, que EEUU y Rusia parecen apoyar. Ankara considera que esto llevaría a la creación de facto de un régimen de autonomía para los kurdos sirios, algo que rechaza totalmente. Más aún, Erdogan teme que EEUU tenga sus propios planes para la división de Turquía mediante el apoyo a una autonomía kurda en ese país. Irán tampoco parece apoyar los planes para la creación de un sistema federal en Siria y apuesta por un estado centralizado.
Un entendimiento entre Turquía e Irán es visto con aprensión por el régimen wahabí de Arabia Saudí, que se convertiría en el principal perdedor de tal acercamiento. Riad había apostado por una alianza con Ankara en los principales temas regionales, mientras que ahora ve como los turcos buscan acuerdos con Irán. El solo intento de tal aproximación ha hecho entender a los saudíes que Turquía no tiene una intención seria de llevar a cabo una intervención militar en Siria más allá de algún tipo de acción limitada contra los kurdos en el norte de ese país. En este sentido, Turquía comprende que la multiplicación de sus intercambios económicos con Irán no será posible sin un cambio en su postura hacia Siria y, por lo tanto, si ambas partes progresan en el terreno económico esto se dejará sentir en el terreno político y más concretamente en este tema.
De este modo, Arabia Saudí, que había estado amenazando con invadir Siria en estas pasadas semanas, se ha dado cuenta de que Ankara ha estado buscando normalizar las relaciones con Irán y no tiene intención de desafiar a este país -y a Rusia- con una intervención militar. Esto ha llevado a Arabia Saudí a buscar un acercamiento a Israel y a llevar a cabo otra huida hacia delante al promover una acción contra Hezbolá al responsabilizar al movimiento libanés del corte de la ayuda militar al Líbano -un gesto inútil porque la ayuda no se materializó nunca y no existía una voluntad política de hacerlo- y la inclusión de este partido en su lista de “grupos terroristas”, algo igualmente carente de valor porque todo el mundo sabe que Arabia Saudí es el gran centro mundial del terrorismo internacional. En todo caso, la visita de Davutoglu muestra que, para Turquía, la alianza con los Al Saúd significa muy poco y la importancia de Irán es mucho mayor.
De este modo, Erdogan puede haber decidido que sus políticas han fracasado en Siria y la región y que ellas están dañando seriamente la economía y la posición internacional de Turquía. También puede haber decidido que su país necesita a Irán, que es la puerta estratégica para la entrada de los turcos en Asia, y que ambos países deben actuar juntos para solucionar los problemas y crisis de la región. Sin embargo, la cuestión aquí es si alguien puede confiar en Erdogan, cuya opinión ha demostrado ser volátil y que ha llevado a cabo una guerra de cinco años contra Siria a través de un apoyo ilimitado al terrorismo. Obviamente, los fracasos cosechados por Turquía y su mala situación en todos los terrenos puede haberle empujado a Ankara a adoptar una nueva postura hacia Irán y Siria, pero eso es algo que habrá que esperar a ver.