Abed al Fattah Yusri al-Sharif fue asesinado el 24 de Marzo en un estilo típico de las ejecuciones israelíes contra los palestinos desarmados.
Abed al Fattah Yusri al-Sharif fue asesinado el 24 de Marzo en un estilo típico de las ejecuciones israelíes contra los palestinos desarmados. Él fue primero herido y luego rematado en el suelo después de que aparentemente intentara apuñalar a un soldado de ocupación israelí en la ciudad palestina de Hebrón (Al Jalil).
Él quedó tendido sobre el suelo, con los brazos extendidos y su cabeza efectuando leves movimientos. Un soldado intercambio unas palabras con un oficial antes de irse a “confirmar la ejecución”, una fórmula empleada por los militares israelíes para referirse a las ejecuciones extrajudiciales de palestinos.
El soldado se dirigió a Abed, que estaba tumbado en el suelo y no constituía una amenaza para nadie, y, a la vista de todos, le disparo en la cabeza.
Esta escena quedará reflejada en los anales de los numerosos crímenes “negados” por los soldados israelíes. Sin embargo, en las cercanías había un miembro del grupo pro-derechos humanos B´Tselem, que filmó el evento y lo publicó en los medios.
Una cultura de impunidad
El incidente puso una vez más en evidencia la cultura de la impunidad de la que disfruta el Ejército israelí y que no es nueva.
Desde hace décadas, sólo medios sociales como B´Tselem, Paz Ahora, Breaking the Silence o Machsom Watch difunden informaciones sobre estos hechos. Pocos grupos internacionales se ocupan de la violencia cometida por Israel.
Miles de colonos judíos invaden las localidades palestinas, con el mandato preciso de proceder a la limpieza étnica de toda una nación.
Los palestinos son constantemente agredidos. Estos ataques son llevados a cabo por el Ejército o alentados por éste y llevan a una conclusión inevitable: Israel hace todo lo posible para perpetuar la violencia y la guerra.
Esta conclusión se deriva también del hecho de que Israel ha sido creado para la guerra y sólo puede sobrevivir a través de ella.
El resultado es una cultura terrorífica de violencia e impunidad, de hombres y mujeres armados con fusiles ametralladores y niños a los que se ha enseñado que la violencia es el único idioma que se puede utilizar contra los enemigos, los árabes. Los palestinos, según su opinión, no existen más que para ser sometidos, “limpiados” de sus hogares y, si es necesario, asesinados.
Recientemente, el rabino israelí Yitzhak Yosef invitó a los israelíes a matar a cualquier palestino que represente, a su juicio, una amenaza, sin tener en cuenta lo que diga la ley o el Tribunal Supremo de Justicia.
Sin embargo, el alto tribunal de justicia se haya ya de parte de Yosef. En efecto, una decisión del mismo ha aprobado los asesinatos extrajudiciales de palestinos sospechosos de haber cometido o planificar actos de resistencia violentos.
Según el Centro Palestino para los Derechos Humanos, entre septiembre de 2000 y marzo de 2008, 300 palestinos fueron muertos, incluyendo 228 civiles, que fueron calificados por las autoridades israelíes de “daños indirectos”. Entre ellos, pulverizados por misiles israelíes, se hallaban 77 niños.
Nadie fue nunca condenado ni enjuiciado por estos crímenes.
Si alguien tratara de enumerar los crímenes cometidos por el Ejército israelí la lista no tendría fin. Las estadísticas son sólo muestras de una cultura que no tiene ningún respeto por la vida humana de los palestinos y que viola cada norma internacional escrita o implícita referente a los conflictos bélicos y a la ocupación militar.
Los colonos armados atacan las localidades palestinas de la Cisjordania ocupada y barrios enteros de Jerusalén Este. El número de sus crímenes se ha multiplicado en los últimos años y se ha más que doblado desde 2009.
En agosto de 2015, varios meses antes de la intifada actual, el analista de Human Rights Watch, Bill Val Esveld, escribió:
“Los colonos atacan a los palestinos y sus propiedades de forma casi diaria. Ha habido más de 300 de estos casos el pasado año, pero muy pocos agresores han sido llevados ante la justicia. Durante el transcurso de la pasada década, menos del 2% de las investigaciones sobre los crímenes perpetrados por los colonos terminaron con una condena”.
Estos colonos complementan la tarea de las fuerzas de ocupación y actúan en paralelo con el Ejército israelí, que les da protección.
En diciembre de 2015, el sitio israelí 972Mag publicó un informe sobre los cientos de incidentes violentos cometidos por las fuerzas israelíes con respecto al personal médico palestino. El grupo palestino pro-derechos humanos Al Haq, por su lado, documentó 56 casos en los que “las ambulancias fueron atacadas” y 116 agresiones contra el personal médico y sanitario palestino mientras estaba de servicio.
Nadie está al abrigo de esta violencia
En Palestina, nadie está inmunizado contra esta violencia. Los jóvenes y los ancianos son asesinados por la simple sospecha de que pueden representar un peligro para la vida de los judíos israelíes. Y los propios israelíes que osan informar sobre estos incidentes son también objeto de persecución y colocados en una lista negra.
El ministro israelí de Defensa, Moshe Yaalon, acusó recientemente a Breaking the Silence de “traición” por sus actividades. El acto que mereció tal calificación hacia esta pequeña ONG israelí, compuesta en gran medida por voluntarios, fue el recoger testimonios de soldados israelíes en relación a sus acciones contra los palestinos y el publicar informes que hablan sobre las violaciones cotidianas del Derecho Internacional cometidas por el Ejército israelí.
El gobierno israelí también alienta la aprobación de nuevas leyes que criminalizan la disidencia. Una de ellas, que está apoyada por el primer ministro, Benyamin Netanyahu, permite a los miembros del Knesset votar en favor de la expulsión del Parlamento de otros diputados elegidos. Esta norma va específicamente dirigida contra los diputados árabe-israelíes.
La cultura israelí permite al gobierno y los colonos sionista hacer lo que ellos quieran y es más antigua que el propio Estado sionista. Ella está alimentada por una élite profundamente reaccionaria que promueve sin cesar el miedo y difunde una mentalidad de asedio.
“A fin de cuentas, dentro de Israel, como yo lo veo, habrá un muro que mantendrá al resto a distancia”, dijo Netanyahu en febrero. “En la zona donde vivimos debemos defendernos contra las bestias salvajes”.
Netanyahu ordenó la operación militar que causó la muerte a 2.251 palestinos, incluyendo 1.442 civiles, durante la guerra de Gaza del verano de 2014. De estos últimos, 551 eran niños, según un informe del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Durante esta guerra, 60 soldados israelíes y sólo 6 civiles resultaron muertos. ¿Quiénes son, pues, las bestias salvajes?
Según una investigación reciente del Pew Research Center, casi la mitad de los israelíes quieren expulsar a los árabes, los musulmanes y los cristianos de la “tierra de Israel”.
Así, con la existencia en Israel de un gobierno, un poder judicial, un ejército, toda una sociedad y las autoridades religiosas preconizando la violencia y la limpieza étnica y alentando actos genocidas, ¿cuáles son las opciones que les quedan a los palestinos?
El peligro de la impunidad no tiene que ver sólo con una falta de responsabilidad jurídica, sino que es la propia base de la mayor parte de los crímenes contra la humanidad.
Esta impunidad comenzó hace siete décadas y no terminará sin una intervención y internacional y unos esfuerzos concertados para juzgar a Israel como responsable de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y para poner fin al sufrimiento infinito de los palestinos.