Hace cinco años que Occidente y sus aliados árabes buscan derrocar a Bashar al Assad, considerado como uno de los líderes de la Resistencia y un aliado fundamental de Irán y Rusia.
Hace cinco años que Occidente y sus aliados árabes buscan derrocar a Bashar al Assad, considerado como uno de los líderes de la Resistencia y un aliado fundamental de Irán y Rusia.
Ellos se han dado cuenta, sin embargo, cada vez más de lo difícil de esta tarea y de las pocas oportunidades de éxito que tienen de ganar una de las mayores guerras “estratégicas” del comienzo del s. XXI
En un reciente comentario, el sitio israelí Debka señala que “evoluciones imprevisibles y tristes están a punto de producirse desde que el Reino Unido ha decidido abandonar la UE. Los países árabes han acabado por creer que ellos ya no deben depender de EEUU y Europa para luchar militarmente contra el EI”.
A la luz de todos estos acontecimientos algunas cosas que parecían imposibles de oír hace pocas fechas en las capitales árabes en la región empiezan a escucharse, en especial la propuesta de levantar el embargo contra Assad y cooperar militarmente con él contra el EI.
En efecto, el discurso que Assad ha mantenido desde el inicio de la guerra ha resultado ser exacto y realista. Él advirtió sobre los riesgos que el terrorismo y el extremismo suponen para toda la región, incluyendo para sus patrocinadores. Si los ruidos que se oyen hoy en las capitales árabes llegan a concretarse, el mundo conocerá un segundo seísmo político después del Brexit. Y él tendrá lugar en el corazón de Oriente Medio.
En esto, sin embargo, los árabes se limitarían a seguir la estela de los países europeos, que están ya en vías de normalizar sus relaciones con Siria, como muestran la reciente visita de una delegación del Parlamento Europeo y la del jefe de los servicios de inteligencia de Italia a Damasco.
Entre los países árabes que adoptan la vía de normalización podría estar Kuwait, que no ha demostrado nunca una gran hostilidad hacia Assad, y los Emiratos Árabes Unidos, que está lejos de haber roto todos los puentes con Damasco. Omán, por su parte, se ha mostrado dispuesto a jugar un papel de mediador entre Assad y algunos países árabes.
Por su parte, Arabia Saudí, que ha gastado enormes cantidades en financiar a los terroristas en Siria, acaba de ser el blanco de varias acciones terroristas que han puesto en cuestión la estabilidad del reino, rompiendo así la falsa imagen de tranquilidad que el régimen quiere dar. De este modo, los saudíes se enfrentan a una nueva calamidad: el monstruo que ellos crearon para devorar a Assad ha sido casi derrotado en Iraq y Siria y se ha vuelto contra sus patrocinadores, desde Estambul a Medina. ¿Significa esto que los enemigos árabes de Assad están ahora dispuestos a tenderle la mano para que él les ayude a vencer a sus enemigos domésticos?
El seísmo político se aproxima...