La comunidad internacional ha aceptado tácitamente los tres no en la crisis de Siria: no a la intervención militar, no al derrocamiento violento del régimen y no a armar a la oposición.
La comunidad internacional ha aceptado tácitamente los “tres no” en la crisis de Siria: no a la intervención militar, no al derrocamiento violento del régimen y no a armar a la oposición.
El presidente Bashar el Assad, con sus aliados de Rusia, China e Irán, ha impuesto una nueva ecuación regional y mundial, lo que ha colocado en una posición incómoda a Arabia Saudí y Qatar.
A un año de la crisis de Siria, la situación en el país ha cambiado. El régimen ha alcanzado logros militares y avances diplomáticos, mientras que los 71 países se reunieron en Estambul parecen incapaces de derrocarlo.
Este cambio ya ha comenzado y algunos líderes árabes han comenzado a enviar mensajes secretos a Damasco para hallar una salida.
Según varias informaciones, una prominente parte saudí dijo a sus interlocutores que hubo cierta consternación en el seno de la familia real por las declaraciones del ministro de Exteriores saudí, Saud al Faisal. Se dice que el rey Abdulá no quería que su país entrara en la crisis de Siria desde el principio, aunque, al igual que muchos árabes, quería poner fin a las operaciones militares sirias.
También se ha revelado que el régimen de Bahrein ha enviado recientemente mensajes positivos a Damasco, en los que expresa el deseo recibir la ayuda de Siria para calmar la situación en su propio país.
En Kuwait, la familia real ha comunicado a Damasco que nunca olvidará el apoyo del difunto presidente Hafez el Assad durante la invasión de Kuwait por Iraq. A pesar de la presión ejercida por el movimiento islámico de Kuwait, el régimen anunció que el derrocamiento de Assad no está en el orden del día.
Por otra parte, los Emiratos Árabes Unidos han pensado seriamente en la mediación entre el gobierno sirio y la oposición siria del interior. Un hijo del fallecido presidente Zayed reveló que su país es consciente de la imposibilidad de la caída del régimen sirio y de la necesidad de detener el derramamiento de sangre.
Según él, hace falta un diálogo directo entre los próximos a Assad y la oposición del interior, porque esto enviaría mensajes importantes hacia dentro y hacia afuera, y “estamos dispuestos a jugar un papel en este tema”.
Este mismo funcionario de los Emiratos Árabes Unidos dijo: “La postura firme del Golfo hacia Siria comenzó después del inicio de la crisis en Bahrein. Los saudíes tienen información que confirma que Hezbolá está alimentando la crisis en este país, a petición de Irán, y Damasco no ha hecho nada para frenarlo.”
Cabe añadir a esta posición, la actitud positiva de Omán hacia Damasco y Teherán.
El 17 de febrero, el primer ministro de Mauritania transmitió un mensaje fraternal y amistoso a su homólogo el presidente Bashar el Assad. Algunos mauritanos creen que Qatar, cuyo príncipe no fue bien recibido en su reciente visita a Nuakchott, ha ayudado a la oposición al presidente Mohamed Ould Abdel Aziz, quien considera a Damasco como el soporte básico de la resistencia árabe.
Si añadimos a estas posiciones las adoptadas por Egipto, Argelia, Iraq y otros países, podemos entender que las actitudes públicas de los árabes de Siria difieren de las reales.