Han pasado 30 años desde que la Guerra de las Malvinas (Falklands en inglés) tuvo lugar en el Atlántico Sur.
Han pasado 30 años desde que la Guerra de las Malvinas (Falklands en inglés) tuvo lugar en el Atlántico Sur. Las ceremonias de este año han servido para recordar a los militares, 255 británicos y 649 argentinos, que cayeron en el conflicto, de 74 días de duración.
Las Islas Malvinas (Falkland en inglés) se encuentran situadas a unas 300 millas en la costa de Argentina y en ellas residen unos 3.000 habitantes, la mayoría de ellos de origen británico. Ellas fueron declaradas parte de los Territorios Británicos de Ultramar cuando el Reino Unido estableció su gobierno colonial sobre las islas en 1833. En 1982, ambos países libraron una guerra por el control de las islas que se prolongó durante 74 días y acabó con una victoria británica.
Las tensiones entre los dos países han experimentado una escalada desde 2010, cuando el Reino Unido autorizó la extracción de petróleo en las aguas de las Malvinas. El despliegue del buque más sofisticado de la Marina británica, el HMS Dauntless, y de un submarino nuclear también han servido para crispar la situación en los últimos meses.
La presidenta argentina, Cristina Fernández, conmemoró el aniversario en una ceremonia en la ciudad de Ushuaia, en la que se descubrió un monumento a los caídos en aquel conflicto. En el Reino Unido, el aniversario fue conmemorado de forma más discreta, con un servicio de recuerdo en Staffordshire, en el centro de Inglaterra.
El comandante Peter Mosse, que mandaba la fragata HMS Ambuscade durante el conflicto, estuvo entre los asistentes y defendió allí la actuación británica. “Dado que se cometió un acto agresivo y se violó la ley, no se podía dejar que eso ocurriera,” manifestó a AFP.
Una de las razones de la discreción en las celebraciones es que el conflicto de las Malvinas está enfrentando al Reino Unido con el conjunto de América Latina, donde el apoyo a la reivindicación argentina es unánime y la postura británica es vista como una desfasada defensa del colonialismo. Este hecho podría poner en peligro la anunciada pretensión de Londres de estrechar sus lazos con este continente.
Interés británico hacia América Latina
La política británica hacia América Latina sufrió un declive en las últimas décadas del siglo XX. En aquel tiempo, el crecimiento económico de Europa y EEUU y el desarrollo de Asia convirtió a estos puntos en el principal foco de interés del Reino Unido. Esto fue acompañado en un creciente desinterés británico hacia América Latina. Como muestra, cabe señalar que Londres cerró cuatro de sus embajadas en la región en aquellos años.
Sin embargo, con la crisis económica actual en Europa y EEUU, las compañías británicas han visto caer sus exportaciones y relaciones económicas con estos mercados tradicionales, hecho éste que les ha empujado a buscar otros mercados en alza, y, no cabe duda de que hoy en día América Latina es uno de los más importantes. Por otro lado, el crecimiento económico latinoamericano y su creciente unidad e integración política han aumentado el peso político del continente en los asuntos internacionales.
El propio ministro de Exteriores británico, William Hague, declaró en 2010 que el PIB combinado de América Latina era superior a los 5 billones de dólares y crecerá aún más. Brasil está en camino de convertirse en la quinta economía del mundo hacia 2025, y el PIB combinado de México y la Argentina es igual al de India. Tres de las economías del G-20 son latinoamericanas” (una de ellas, la de Argentina).
De este modo, el Reino Unido comprende que el eje del crecimiento económico global ha pasado irreversiblemente de los países llamados “desarrollados” a los emergentes, y entre estos los tres principales son China, India y Brasil. Este hecho está poniendo fin también a la hegemonía unipolar de EEUU, que duró 17 años (1991-2008), y su lugar lo ocupa ahora una nueva plataforma de gobernabilidad mundial, que es el Grupo de los 20 (G-20), en el que Washington comparte las decisiones estratégicas con China, India y Brasil, y del que la Argentina es miembro.
Esta nueva orientación de la política británica quedó patente en un discurso del ministro de Exteriores británico ante más de 100 embajadores, reunidos en una cena con motivo del Banquete de Pascua de 2012 ofrecido por el Alcalde de Londres, en el que afirmó que el Reino Unido quería profundizar sus relaciones con América Latina, al mismo tiempo que reiteró su postura de apoyo a la soberanía británica sobre las Malvinas.
“Estamos trabajando para revertir el declive de la influencia del Reino Unido en América Latina, donde hemos abierto recientemente una embajada en El Salvador”, dijo Hague. Junto a esta creciente presencia diplomática, Londres también ha incrementado los viajes de responsables del gobierno británico, incluidos ministros, a la región. “Los ministros británicos han realizado 37 visitas al continente en los primeros 18 meses y nos hemos fijado el objetivo de duplicar nuestro comercio con Brasil, México y Colombia hacia mitad de 2015,” dijo el ministro.
Hague también criticó la postura argentina en el conflicto. “En lugar del diálogo y el esfuerzo para el entendimiento que vimos en los años noventa, Argentina ha tomado una serie de medidas para tratar de coaccionar a las islas: desde los intentos de intimidar a las compañías implicadas en la industria de los hidrocarburos al hostigamiento a los barcos pesqueros de las Falklands por parte de los guardacostas argentinos; y desde las amenazas de cortar el vínculo aéreo entre las islas y Sudamérica a cerrar sus puertos a los cruceros que han visitado las Falklands”, dijo el ministro. “Tales esfuerzos para intensificar el desacuerdo contradicen la colaboración internacional en el mundo moderno,” añadió Hague.
Gestos simbólicos
Los diplomáticos británicos creen, por otro lado, que los gestos latinoamericanos de apoyo a Argentina a menudo son simbólicos y tienen poco impacto práctico. Ellos consideran que los países latinoamericanos defiende sus propios intereses particulares y es por esto que estarían dispuestos a desarrollar sus vínculos con el Reino Unido a pesar de la cuestión de las Malvinas.
Jeremy Browne, secretario de Estado de Asuntos Exteriores para Latinoamérica, señaló a Reuters en enero que las Malvinas fueron tema de conversación con sus contrapartes latinoamericanos, “pero no creo que sea una barrera para construir unas relaciones de trabajo más fuertes con los países de América Latina, a excepción de Argentina”.
Los diplomáticos británicos citan el caso de Chile, que, pese a mostrar su apoyo verbal a la reivindicación argentina, no ha querido aprobar medidas tales como el corte de su vínculo aéreo semanal con las islas, donde el 10% de la población es de origen chileno, y el de Uruguay, que ha aumentado el comercio con las islas en los últimos años.
Ellos también creen que su país posee instrumentos de tipo económico que permitirían amortiguar cualquier choque diplomático. Ellos recuerdan que el Reino Unido representa en la actualidad el 4% de las inversiones directas en América Latina, proporción que se eleva hasta el 12% en el caso de Chile y el 16% en el de Colombia.
Apoyo latinoamericano a Argentina
Sin embargo, estos puntos de vistas podrían ser demasiado optimistas, ya que resulta claro que los países latinoamericanos se oponen a cualquier presencia colonial británica en la región y “han pedido al Reino Unido que acepte sentarse y discutir la situación con Argentina”, señaló la ministra de Exteriores de Colombia María Ángela Holguín a finales de marzo. Perú, por su parte, ha cancelado la visita de una fragata británica que planeaba visitar el puerto de Callao como muestra de apoyo a Argentina y el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha propuesto la adopción de sanciones contra el Reino Unido.
El pasado 2 de febrero el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, también calificó al Gobierno inglés de “ridículo” en su postura sobre las Islas Malvinas y consideró que lo que tiene que hacer es devolver ese territorio a Argentina “cumpliendo con resoluciones de las Naciones Unidas”. “No se le ocurra al imperio viejo, destartalado, creer que la Argentina está sola como hace 30 años, aquí está la América del Sur, aquí está la América Latina, aquí estamos pues”, reiteró Chávez.
A través de un comunicado de su Ministerio de Exteriores, Venezuela ha exigido el cumplimiento de las resoluciones emitidas por la Asamblea General de Naciones Unidas, que “obligan al Reino Unido a negociar una solución pacífica y definitiva al problema de estas islas sudamericanas”.
Otro de los países que se ha expresado inequívocamente en este tema es Brasil, que se ha convertido en la sexta economía del mundo, desplazando a la británica. El ministro de Exteriores de Brasil, Antonio Patriota, dijo a su homólogo británico, William Hague, en un encuentro en Brasilia a principios de este año, que su país y la región “respaldan la soberanía argentina sobre las Malvinas” y las resoluciones de la ONU que abogan por un diálogo entre Argentina y el Reino Unido en este asunto.
La postura de Brasil reviste de una importancia fundamental, ya que, como mayor potencia latinoamericana, se ha convertido en el principal objetivo de la diplomacia británica. Compañías británicas como la British Gas, British Petroleum, Rolls Royce y Shell han realizado en los últimos años fuertes inversiones en Brasil. Las exportaciones británicas a este país subieron un 9% en 2011 tras un salto del 23% en 2010. El Reino Unido ha establecido como objetivo el doblar el comercio con Brasil, México y Colombia en el 2015, señaló Hague.
Sin embargo, Brasil está interesado más que otros países en que el conflicto de las Malvinas se solucione, especialmente después de descubrir grandes reservas petrolíferas en alta mar, frente a su costa. De hecho, Petrobras tiene previsto invertir miles de millones de dólares en desarrollar estos recursos en los próximos diez años. De este modo, el Atlántico Sur se ha convertido en una zona de gran importancia económica y estratégica para Brasil.
Patriota informó ya a principios de este año que Brasil colabora con Uruguay para convocar una reunión de “La Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur”, con países ribereños suramericanos y africanos. “Hay un interés de Brasil, Argentina, Uruguay de crear una área de seguridad del Atlántico Sur, hace décadas que eso estaba en agenda”, afirma el profesor de la Universidad Estadual Paulista, Tullo Vigevani.
Los bloques de naciones sudamericanas como UNASUR, el CELAC, el ALBA o MERCOSUR también se han expresado en un sentido favorable a la posición argentina. De hecho, la existencia de estos bloques hacen más fácil la construcción de una nueva identidad latinoamericana y el tema de las Malvinas ha servido también para reforzar la cohesión y solidaridad interna. “La existencia de la UNASUR (Unión Suramericana de Naciones) le ha dado más cohesión a la posición de solidaridad con Argentina porque es mucho más fácil obtener acuerdos y consensos”, afirma Ernesto Velit Granda, catedrático peruano de Relaciones Internacionales.
La secretaria general de UNASUR, María Emma Mejía, se reunió recientemente en Nueva York con su homólogo de la ONU, Ban Ki-moon, para entregarle una declaración de apoyo de los 12 países de la región al reclamo de Argentina por las islas Malvinas “que fue aprobada por las ministras y ministros de Exteriores de UNASUR el pasado 17 de marzo relativa a la cuestión de las Islas Malvinas”, según un comunicado.
En diciembre de 2011, los miembros de MERCOSUR –Brasil, Uruguay y Paraguay- decidieron cerrar sus puertos a los barcos con la bandera de las Islas Malvinas. Brasil negó recientemente permiso al buque de guerra británico HMS para atracar en Río de Janeiro durante un viaje desde y hacia las Malvinas.
En un reciente foro denominado “Malvinas, una Causa Latinoamericana”, celebrado en la Escuela Nacional de Gobierno, en la capital argentina, Buenos Aires, los diplomáticos y políticos latinoamericanos expresaron su apoyo a la posición de Argentina sobre las Malvinas y cuestionaron la militarización del archipiélago por parte del Reino Unido. En dicho seminario se recordó que fue el intelectual Osvaldo Bayer quien inauguró el concepto de “Malvinas latinoamericanas”, ya no solamente argentinas, sino una parte de América Latina.
“La integración es un elemento clave a la hora de hacer oír nuestra voz en el mundo, jugar un papel en el mundo y lograr un desarrollo real. No tenemos futuro si no permanecemos unidos para defender la causa de las Malvinas, el desarrollo de nuestras naciones y la fortaleza de nuestras democracias,” dijo el embajador peruano en Argentina, Nicolas Lynch.
“Hoy tenemos gobiernos y liderazgos que trabajan con la idea de una integración latinoamericana y caribeña. Es imposible formar la unidad latinoamericana y caribeña si las expresiones coloniales persisten,” dijo el embajador venezolano en Argentina, Carlos Martínez Mendoza.
Cabe señalar que el apoyo a la reivindicación argentina no es apoyado meramente por los gobiernos, sino por los partidos y representantes de la sociedad civil. De este modo, los representantes de más de 60 partidos en la región, que conforman la Conferencia Permanente de Partidos Políticos en América Latina y el Caribe (COPPPAL) -presidida por el dirigente argentino Antonio Cafiero-, manifestaron en un documento tras una reunión habida en México su respaldo al reclamo del Estado argentino por las Malvinas.
“Reconocemos la legítima e imprescriptible soberanía Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes”, sostiene el escrito entregado a la embajadora argentina en México, Patricia Vaca Narvaja. Los representantes rechazaron “la persistente actitud colonialista y militarista del Reino Unido”.
“Para la COPPPAL, el reclamo argentino por las Islas Malvinas es una prioridad inexorable. Todos los partidos que conforman nuestro foro regional respaldan al gobierno y al pueblo argentino en su legítimo y pacífico reclamo por la soberanía, reforzando desde las instituciones partidarias el apoyo latinoamericano a este asunto”, señaló Antonio Cafiero.
Un nuevo clima político
En resumen, lo que el Reino Unido parece ignorar es que el clima político en América Latina ha cambiado. Nuevos gobiernos han aparecido en el continente con una agenda progresista y nacionalista. Ellos no siempre se alinean unos con otros y sus puntos de vista en política económica pueden diferir, pero están unidos en su creencia de que el continente debe organizarse en beneficio de sus pueblos y sin injerencias externas.
De este modo, los países de América Latina ya no buscan apoyo político en Europa y EEUU. Ahora se bastan a sí mismos en este aspecto o, en todo caso, prefieren ahora confiar en otras potencias de la propia región, como Brasil.
Si el Reino Unido persiste en su política de negarse a dialogar sobre el tema de las Malvinas, su imagen sufrirá. El país será visto como un defensor de una visión colonialista ya desaparecida y permanecerá enfrentado diplomáticamente no sólo a los gobiernos sino a la sociedad civil de América Latina. Esto desde luego chocaría con el interés británico de incrementar sus relaciones con al menos varios influyentes países latinoamericanos con el fin de promover los intercambios comerciales y mantener la influencia global del Reino Unido.
Por extensión, la influencia de América Latina también llevará a que el tema de las Malvinas adquiera mayor trascendencia internacional. También podría colocar a EEUU en una posición embarazosa, como ocurrió durante la reciente Cumbre de las Américas en Cartagena, cuando este país quedó aislado en su rechazo a que el tema fuera abordado en la reunión.
Una acción común latinoamericana no sólo tendría un efecto político negativo para Londres sino también fuertes costes económicos. En primer lugar, haría la explotación de los hidrocarburos situados en las aguas cercanas a las islas más compleja y cara. Asimismo, podría hacer más difícil la venta de licencias de pesca. Si las flotas que operan en estas aguas ven dificultados su abastecimiento y reparaciones debido a la falta de puertos cercanos, el interés en adquirir tales licencias disminuiría presumiblemente.
Asimismo, una acción latinoamericana plantearía problemas para la reclamación por parte del Reino Unido de una soberanía territorial sobre la Antártida partiendo de su presencia en las Malvinas y las Islas Georgias, ya que tal demanda chocaría con las de Argentina y Chile, que estarían, a su vez, apoyadas por los países latinoamericanos.