Los medios occidentales han presentado la votación mayoritaria de ayer en la Asamblea General de la ONU como una derrota de Siria y los países que la apoyan.
Los medios occidentales han presentado la votación mayoritaria de ayer en la Asamblea General de la ONU como una derrota de Siria y los países que la apoyan. Ciertamente, la resolución –presentada por un estado nada ejemplar en el campo de los derechos humanos como es Arabia Saudí- condenaba únicamente las acciones regulares del Ejército sirio –no las de los militantes que han lanzado una guerra contra las autoridades sirias dentro del país- y pedía una transición política, aunque se abstenía de pedir el derrocamiento del presidente Bashar al Assad o la aprobación de sanciones contra Siria.
Sin embargo, un análisis de la resolución permite ver un análisis mucho menos optimista para las posiciones defendidas por el bloque pro-injerencia (formado por EEUU-Europa Occidental-Monarquías Árabes del Golfo).
En primer lugar y a pesar de las presiones diplomáticas y ciertamente económicas del bloque, casi un tercio de los estados miembros de la ONU se negaron a secundar la resolución. Doce países votaron en contra: Rusia, China, Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Bielorrusia, Corea del Norte, Myanmar, Zimbabwe y la propia Siria.
Otros 31 países se han abstenido, lo que en el actual contexto equivale a un voto en contra: Argelia, Líbano, Angola, Antigua y Barbuda, Armenia, Burundi, Ecuador, Eritrea, Fidji, Ghana, Guyana, India, Kazajstán, Kirguizistán, Laos, Lesotho, Madagascar, Mali, Namibia, Nepal, Pakistán, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Samoa, Sierra Leona, Islas Salomón, Sri Lanka, Surinam, Uganda, Tanzania y Vietnam.
Otros 18 países no quisieron participar en la votación, lo que en el contexto de la presión internacional, equivale no sólo a una abstención sino a un rechazo al texto saudí: Camboya, Congo, República Democrática del Congo, República Dominicana, Guinea Ecuatorial, Etiopía, Gambia, Kiribati, Malawi, Filipinas, Sudán del Sur, Swazilandia, Tayikistán, Turkmenistán, Tuvalu, Uzbekistán y Yemen.
El embajador ruso, Vitali Churkin, denunció la hipocresía y las segundas intenciones que motivaron a los autores del texto. “Detrás de la retórica humanitaria, la resolución contiene un apoyo flagrante a la oposición armada, a la que ellos arman activamente”, dijo Churkin.
Rusia se ha convertido en los últimos meses en un baluarte frente a los intentos de injerencia de EEUU y sus aliados en Siria.
En el bloque árabe, cabe señalar que Líbano y Argelia han demostrado una vez más su rechazo a la línea belicista y pro-injerencia impuesta por Arabia Saudí y Qatar. Otro estado de la Liga Árabe, Yemen, que hace frente al igual que Siria a la amenaza de Al Qaida, tampoco ha querido seguir la línea impuesta por sus vecinos del Golfo.
Por su parte, el representante de Siria, Bashar al Yaafari indicó este mismo viernes que él y su familia habían recibido amenazas de muerte y que habían informado de las mismas a las autoridades estadounidenses. Él denunció también “la nueva mascarada” organizada por el presidente de la Asamblea, el qatarí Nassir Abdulaziz al Nassir. Él recordó a sus adversarios una realidad: “La resolución no tendrá ninguna consecuencia”, señaló.
Cabe señalar aquí que ninguna de las ex repúblicas soviéticas, que han vuelto a estrechar sus lazos con Rusia desde los años noventa, apoyó la resolución. Tampoco lo hizo Filipinas, un aliado de EEUU, debido a los amplios intereses que tiene en Siria y por ser además otro país víctima de la red terrorista.
Hubo, sin embargo, algunas sorpresas como la de Indonesia, que había tomado en los últimos meses una postura próxima a la de Rusia, pero apoyó en esta ocasión la resolución saudí, o Mauritania, cuyas relaciones con Qatar se han deteriorado tras denunciar injerencias de este país en sus asuntos internos y que, pese a ello, también decidió respaldar el texto.
En resumen, no hubo nada como una “mayoría colosal” (en palabras el embajador británico en la ONU). Y entre los países que apoyaron la resolución hay muchos pequeños estados pintorescos como Mónaco, San Marino o Bahamas, que no pueden llevar la contraria a los clientes anglosajones que les visitan.
Cabe señalar además que fue sólo tras la suavización del texto (para eliminar cualquier referencia a la salida del poder de Bashar o a la imposición de sanciones) que muchos países decidieron apoyarlo. En otro caso, según señaló el semanario francés Le Point, que cita a representantes diplomáticos en la ONU, el número de votos afirmativos habría sido considerablemente menor.
Lo más interesante de la votación es que muestra, por un lado, la existencia de un bloque, liderado por Rusia y China, y del que forman parte los países del Alba, en América Latina, que mantiene una actitud de coherente oposición a los intentos hegemónicos de EEUU y sus aliados. Se trata de una minoría de resistencia al Imperio que, con la actual crisis en curso y las que van a venir, sólo puede crecer en intensidad. Y cabe resaltar el papel de Siria –sin duda involuntario, pero fruto de su resistencia- en el desarrollo de esta interesante evolución geopolítica.
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