Ni Sunní ni Shií, sino sólo Bahreiní
El 16 de marzo, el gobierno de Bahrein impuso el estado de emergencia en el país. El rey Hamad bin Isa al Jalifa publicó un decreto autorizando al jefe del Ejército de Bahrein a tomar todas las medidas necesarias para proteger la seguridad del reino y sus ciudadanos.
Las protestas contra el régimen dieron inicio el 17 de febrero, pero ellas se extendieron a partir del día 11 de Marzo. Muchas calles de la capital, Manamá, fueron tomadas por los manifestantes, que pidieron el fin de las medidas opresivas contra la población. Decenas de personas han muerto a manos de la policía y matones pro-régimen desde que las protestas comenzaron y varios centenares de manifestantes han resultado heridos o arrestados.
Al mismo tiempo y violando las resoluciones de la ONU y el Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (CCG), más de 1.000 soldados saudíes entraron en el país para ayudar a reprimir el movimiento de protestas. Quinientos policías de los Emiratos Árabes Unidos hicieron lo mismo.
Sorprendentemente, Qatar -un país que había logrado un prestigio internacional gracias a su política exterior independiente- dijo también que enviaría más soldados a apoyar el régimen de su vecino.
Colonia británica hasta 1971, Bahrein ha sido durante décadas un fiel aliado de EEUU en Oriente Medio. Sede de la Quinta Flota de EEUU desde 1995 y sitio de una base militar norteamericana desde 1947, Bahrein ha sido respaldado durante largo tiempo por Washington, como parte de sus esfuerzos para controlar el Golfo Pérsico, la región petrolífera más importante del mundo.
El pasado verano, el gobierno detuvo a decenas de activistas pro-derechos humanos, líderes religiosos y figuras de la oposición, que habían pedido el fin del uso habitual de la tortura por parte del régimen. Veinticinco fueron acusados de “contactar con organizaciones extranjeras y suministrarles una falsa y engañosa documentación sobre el reino.” La mitad fueron acusados de intentar llevar a cabo un golpe de estado. En total, 450 fueron arrestados.
Muchos de estos muertos y heridos vivían en Sitra y otros barrios predominantemente shiíes de la capital, Manamá. Los shiíes constituyen el 70% de la población, pero están excluidos de los puestos clave en el gobierno y los cuerpos de seguridad.
Ellos se muestran también en contra de las políticas gubernamentales que otorgan la ciudadanía y empleos a los sunníes de otros países árabes y el Sur de Asia como forma de poner fin a la mayoría demográfica de los shiíes. Con estas acciones, el régimen ha generado resentimiento e ira entre la mayoría de la población.
Sin embargo, aunque muchos manifestantes son shiíes, ellos abogan por la unidad por encima de las diferencias religiosas y han portado pancartas y realizado cánticos de “Ni Sunní ni Shií, sino sólo Bahreiní”, lema éste que se ha convertido en una característica de las protestas masivas desde que ellas comenzaron en febrero.
La principal fuerza política, liderada por los shiíes, el Wifaq, pide una monarquía constitucional, elecciones democráticas, un Parlamento más poderoso, una nueva constitución, el desmantelamiento del aparato de seguridad, justicia en la distribución de empleos y viviendas, libertad de prensa y de religión y el fin de la tortura. Sin embargo, después de la sangrienta represión de los manifestantes y la invasión saudí, muchos bahreiníes están pidiendo ahora el fin de la propia monarquía.
A pesar del hecho de que Bahrein tiene un parlamento electo, el poder real descansa en el Consejo de la Shura o Cámara Alta, que tiene la autoridad de aprobar o rescindir cualquier ley aprobada por el Consejo de Representantes o Cámara Baja. Los miembros de la Shura son nombrados directamente por el rey. La familia Al Jalifa ha buscado también preservar su poder importando individuos que son leales sólo a la familia real para sus fuerzas de seguridad. Traídos de países tales como Jordania, Pakistán y Yemen, ellos están siempre dispuestos a golpear y matar a los manifestantes.
El 14 de mayo, los manifestantes cortaron el acceso a grandes secciones del distrito financiero de Manama. La policía inicialmente rechazó a varios centenares de ellos que habían bloqueado los edificios de oficinas, pero miles más sobrepasaron a las fuerzas de seguridad a finales de ese día para levantar una serie de barricadas en la carretera que llevaba a dicho área. La BBC dijo que habían sido erigidos obstáculos alrededor del distrito y que miles de manifestantes habían ocupado esta zona.
INVASIÓN SAUDÍ
Después de que las protestas en Bahrein se hubieran iniciado, el régimen saudí comenzó a temer que este levantamiento en masa en Bahrein pudiera extenderse por toda la región, incluyendo en sus regiones orientales, que están pobladas mayoritariamente por shiíes. Los miembros de esta escuela islámica están también oprimidos por los gobernantes saudíes, que tienen miedo de sentimiento crecientemente hostil hacia las monarquías del Golfo entre los pueblos de la región. La monarquía en Bahrein ha estado estrechamente vinculada a la familia real saudí durante un largo tiempo. Arabia Saudí envió tropas a Bahrein en 1994 para reforzar a la dinastía de los Al Jalifa durante el período anterior de manifestaciones masivas contra su dominio autocrático. Durante años, los saudíes han apuntalado al régimen de Bahrein suministrando petróleo gratuito y financiando su presupuesto.
Las autoridades saudíes están “asustadas de que su propio pueblo se alce para protestar,” dijo Rodney Shakespeare, presidente del Comité contra la Tortura en Bahrein, con sede en Londres, a Press TV en una entrevista. “Si hubiera elecciones libres en Arabia Saudí, el 99% de la población votaría contra el régimen y eso es por lo que ellos están asustados de un pequeño soplo de democracia en una diminuta isla del Golfo Pérsico,” añadió Shakespeare. De hecho, las protestas contra la entrada de militares saudíes en Bahrein tuvieron lugar en las ciudades predominantemente shiíes de Arabia Saudí, tales como Qatif, Saufa, Sihat, Tarut y Awamiya.
Shakespeare también describió los ataques de la policía antidisturbios de Bahrein y las fuerzas saudíes contra los manifestantes de Bahrein como “una masacre a gran escala de un pueblo desarmado”. “Éstas son personas que durante décadas han realizado demandas moderadas y han protestado de una forma no violenta,” señaló.
El régimen de Bahrein se ha aprovechado de la presencia de estas tropas extranjeras en el país para lanzar una brutal represión contra los ciudadanos. El 16 de marzo, la policía de Bahrein mató al menos a cinco manifestantes e hirió a algunas docenas más cuando asaltó un campo levantado por manifestantes en la Plaza de la Perla de Manamá.
El 17 de marzo, las fuerzas de seguridad de Bahrein asaltaron la Plaza de la Perla, el epicentro de las protestas anti-régimen. Helicópteros, tanques y ametralladoras fueron desplegados en el asalto. “Ellos lo rompieron todo; dispararon a los niños; no hubo humanidad ni respeto,” dijo Hassan Ali Ibrahim, un manifestante, citado por el New York Times. “Cuando vimos los tanques y los coches, un centenar de nosotros nos dirigimos hacia ellos y comenzamos a cantar: “Pacíficamente, Pacíficamente”. Entonces ellos comenzaron a disparar desde el terreno y desde el puente, desde todas partes”.
Las fuerzas de seguridad asaltaron la localidad de Al Musala esa noche. Esta vecindad, predominantemente shií, y los suburbios de la capital, Manamá, permanecieron bajo el asedio de la policía el 17 de marzo, con varios centenares de soldados y tanques situados en las principales intersecciones.
Las fuerzas de seguridad de Bahrein detuvieron a una decena de líderes opositores, incluyendo a Hassan Mushaima, del Movimiento Haq, y a Ibrahim Sharif, líder de la Sociedad Waad, los días 16 y 17 de marzo. El Centro de Derechos Humanos de Bahrein dijo que las fuerzas del régimen rodearon la casa de Hassan Mushaima antes de llevarlo a una localización desconocida. Ibrahim Sharif fue también arrestado. Algunas localidades predominantemente shiíes fueron rodeadas. Una banda armada detuvo la impresión del único periódico de la oposición Al Wasat e intentó destruir sus prensas y detener su publicación.
Los soldados saudíes han atacado a los manifestantes. El 16 de Marzo, las fuerzas saudíes irrumpieron en un hospital en Manamá donde varias centenares de personas estaban recibiendo tratamiento para las heridas sufridas en choques con las fuerzas del gobierno un día antes. Las tropas saudíes entraron en el Hospital de Salmaniya y no permitieron a los doctores, enfermeras y parientes de las víctimas entrar o salir del edificio.
A pesar de todo, la invasión saudí no ha intimidado al pueblo de Bahrein. Poco después de que las noticias sobre la llegada de las tropas saudíes se extendiera, decenas de miles de manifestantes llevaron a cabo una protesta en el exterior de la Embajada de Arabia Saudí para oponerse a la invasión y condenar la represión lanzada por el régimen del rey Hamad. “Arabia Saudí no tiene el derecho de venir a Bahrein. Nuestro problema es con el gobierno, no con Arabia Saudí,” dijo el manifestante Ali Mansur a AFP.
El Reagrupamiento de la Unidad Nacional, una plataforma de partidos de la oposición, emitió una declaración el 14 de Marzo oponiéndose a la intervención militar: “Consideramos la llegada de cualquier soldado o vehículo militar al territorio de Bahrein... como una ocupación abierta del reino de Bahrein y una conspiración contra el pueblo desarmado.” Abdel Yalil Jalil, líder del principal partido de oposición Al Wifaq, calificó la invasión saudí de “guerra de aniquilación”. “Esto no ocurre ni siquiera en las guerras y no es aceptable... Yo les vi disparar cinco ráfagas de fuego real con mis propios ojos,” señaló.
Al Wifaq ha hecho un llamamiento a la población para que siga reclamando sus derechos. Uno de los líderes del partido, Sheij Ali Salman, pidió a los manifestantes que continuaran su levantamiento pacífico a pesar de la utilización de la violencia por parte de Manamá contra ellos. Él dijo que la naturaleza pacífica del levantamiento serviría para derrotar “a la dictadura que prevalece en el país”.
La invasión de Bahrein por parte de Arabia Saudí -y otros países del CCG(P)- demuestra la hostilidad de los dirigentes saudíes hacia las aspiraciones democráticas y sociales de las masas árabes. La respuesta tradicional de las monarquías saudí, bahreiní y de otros países del Golfo Pérsico ante las legítimas demandas de sus pueblos ha sido la represión y no el diálogo. “El CCG(P) se halla detrás de las monarquías, controladas por los sunníes, en la región,” dijo Gala Riani, una analista sobre Oriente Medio radicada de Londres, a Bloomberg news. “Ellos no están dispuestos a negociar una nueva estructura política.” Cabe señalar que el Rey Abdula criticó la política de Obama por no apoyar a Hosni Mubarak en Egipto.
Esta política está llena de hipocresía. La semana antes de que sus países invadieran Bahrein, los ministros de Exteriores declararon que el régimen de Gadafi se había convertido en “ilegítimo” e hicieron un llamamiento a la Liga Árabe para que “comparta sus responsabilidades y tome las medidas necesrias para detener el derramamiento de sangre en Libia”, en un momento en que la máquina de matar en Bahrein había dado muerte ya a civiles desarmados y las autoridades saudíes habían amenazado con hacer lo mismo.
De este modo y mientras cínicamente han pedido ataques aéreos contra el Ejército de Gadafi, debido a su represión contra los rebeldes libios, las monarquías de Arabia Saudí y otros países del Golfo están actuando de forma similar para apoyar al brutal régimen de Bahrein.