Cada vez más observadores árabes ven un cambio de viento político y militar en lo que respecta a la crisis de Siria.
Cada vez más observadores árabes ven un cambio de viento político y militar en lo que respecta a la crisis de Siria. Quienes predijeron el inminente derrocamiento del Presidente sirio, Bashar al Assad, están comenzando a cambiar el tono. Son muchos los que creen que no va a caer.
Un cronista del diario libanés As Safir, Sami Kulaib, señala que el rey de Jordania conoce perfectamente esta realidad. Él habría expresado este parecer a dos personas por lo menos: Atwan Abdel Bari, redactor en jefe del periódico londinense en lengua árabe Al Quds al Arabi, y Nahed Hattar, un politólogo jordano de izquierda. El Rey Abdulá ve un cambio en la ecuación. Sus servicios de inteligencia están en la misma lógica y lo han comunicado a sus homólogos sirio y libanés.
Con respecto a la postura saudí, se habla de una restauración de los puentes de comunicación entre Damasco y Riad, pero ella todavía no ha dado sus frutos. En cualquier caso, según el Washington Post, el monarca saudí está cansado y su prioridad ahora son los cambios políticos internos que llevarán al reemplazo de la generación más vieja por otra nueva con la aquiescencia de Washington.
Sólo Qatar persiste en su política anti-siria. Responsables iraquíes, argelinos, libaneses y egipcios ya no ocultan su exasperación por la obstinación de Qatar en querer seguir armando a la oposición siria.
En el frente sirio, la única solución política viable para Bashar al Assad es la que éste detalló en su último discurso en la Ópera de Damasco. Él cuenta con el apoyo de los rusos que van más allá, estimando que es lo máximo que puede ofrecer el régimen y que la pelota está ahora en la oposición.
Sin embargo, para Damasco es el campo de batalla el que dirá la última palabra. Se están produciendo cambios significativos sobre el terreno. El Ejército gubernamental ha aprendido de sus errores pasados. Ha logrado dominar las rutas de seguridad a través del cual se producían las infiltraciones de armas y combatientes por razones de corrupción financiera.
Los comités populares en varias provincias han recibido un entrenamiento intensivo. Esto les ha permitido lograr hazañas por encima de todas las expectativas. Equipos de escucha ultrasofisticados, que rivalizan con los que los países occidentales han entregado a las milicias extremistas, ha sido puestos a disposición de estos comités, especialmente en las áreas donde residen las minorías del país, que han tomado medidas especiales de protección.
¿Qué pasará? En las próximas semanas, las acciones militares en Siria y las reuniones políticas en el exterior irán de la mano. Los ojos se dirigen ahora al jefe de la oposición interior reunida en el Comité de Coordinación, Haytham Mannaa, que se opuso ferozmente a la militarización de la revolución y a la injerencia extranjera. Él se ha reunido hasta ahora con 32 ministros de Exteriores.
Él ha sido convocado a otras reuniones especialmente por parte de los países árabes del Golfo Pérsico. Es él quien se encargará de supervisar la próxima reunión de Ginebra, que será la más grande y reunirá a personalidades del régimen (representantes del Consejo del Pueblo) y otras figuras que giran en torno a los Hermanos Musulmanes. Se espera que esta reunión sea patrocinada por Moscú, apoyada por Occidente y saludada por Teherán.
Esta reunión permitirá a los rusos señalar a los estadounidenses que hay sólo una manera para detener la guerra en Siria: la aplicación del Acuerdo de Ginebra, la formación de un gobierno de unión nacional y la organización de las elecciones presidenciales de 2014. Y no es permisible prohibir a Assad que sea candidato en esas elecciones.
Las opciones no están abiertas. Una de dos cosas: o este compromiso es adoptado con la suspensión de la guerra y el fin del suministro de armas a las milicias o la guerra continuará.
Nada puede cambiar esta ecuación, excepto si la milicia, con la ayuda de los países occidentales, intenta matar al presidente sirio, concluye Kouleib.