Putin ha señalado que la responsabilidad por la continuación del respaldo a los extremistas y a los terroristas en Siria recae sobre EEUU.
Pierre Khalaf
El presidente estadounidense Barak Obama se apresuró a comunicarse telefónicamente con su homólogo ruso Vladimir Putin inmediatamente después de que el embajador de Rusia ante el Consejo de Seguridad de la ONU diera a conocer un comunicado señalando que sobre la conferencia de Roma y su padrino, el secretario de Estado John Kerry, recae la responsabilidad por la continuación del respaldo a los extremistas y a los terroristas en Siria. Se acordó, en esa conversación telefónica, la organización de una reunión urgente entre los jefes de las diplomacias de ambos países (Rusia y EEUU) para elaborar un nuevo plan sobre la crisis siria.
El firme mensaje de Rusia se basa en una posición más firme que la dirección siria comunicó recientemente a Moscú. Los dirigentes sirios habían dado prueba de una gran flexibilidad y habían multiplicado las declaraciones positivas desde el discurso pronunciado el 7 de enero de 2013 por el presidente Bachar al-Assad. En ese discurso, el jefe del Estado sirio proponía un plan de salida de crisis después de consultas políticas con Rusia, China e Irán, que anteriormente habían conversado con ciertos componentes de las oposiciones sirias. Estas últimas habían organizado una reunión en Ginebra para escoger la vía del diálogo y rechazar los actos terroristas y la intervención extranjera.
Pero las últimas medidas estadounidenses, que consisten en el envío de nuevos cargamentos de armas a los rebeldes y la difusión de declaraciones conciliadoras sobre las partes sirias y regionales más extremistas contradicen el clima positivo recientemente creado por la diplomacia rusa. Esos aspectos positivos, impuestos por la correlación de fuerzas políticas y militares, se habían traducido en la retirada de la exigencia de la salida del presidente Assad como condición previa a cualquier diálogo.
La dirección siria está evaluando las posiciones estadounidenses en el terreno. Está consciente de que Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Jordania, Francia, Gran Bretaña y las partes libanesas implicadas en Siria se reparten los papeles a desempeñar. Damasco sabe que las salas de operaciones instaladas en Turquía bajo la supervisión directa de oficiales estadounidenses están más activas que nunca. Asimismo, las salas de operaciones mediáticas en Dubai, El Cairo y Beirut prosiguen sus campañas en contra de Siria.
Los dirigentes sirios ponen así a prueba las verdaderas intenciones de los estadounidenses. Y estas son más belicosas que nunca.
La primera cláusula del plan del presidente Assad, sobre el mecanismo de cese de la violencia, que depende de que se ponga fin al financiamiento, a la entrega de armas y al entrenamiento de los terroristas que operan en Siria, es de hecho el test sobre las intenciones de Washington. La oportunidad que Siria ha abierto para alcanzar la solución política no durará mucho y el Ejército Árabe Sirio no concederá más tiempo a los agresores.
Limitar las muertes de civiles, e incluso de militares, constituye la prioridad de los dirigentes sirios, quienes han privilegiado desde el comienzo la vía de la solución política. Pero si EEUU ha decidido continuar trabajando al borde del abismo y adoptar un doble discurso, el ejército y el pueblo sirio están dispuestos a pagar el precio necesario para destruir a los agresores e imponer la realidad de los hechos al decadente imperio estadounidense.
El jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, informará a su homólogo estadounidense que Washington tiene abandonar el doble juego y decidirse a pagar el precio político y moral para obligar a sus auxiliares árabes, europeos y regionales implicados en la guerra universal contra Siria a dar marcha atrás. En todo caso, los estadounidenses han preparado ya el camino para ese viraje con sus advertencias sobre el peligro que representan los grupos terroristas que ellos mismos crearon y alimentaron en Siria.