Qatar y Arabia Saudí parecen enfrascados en una disputa en Siria. Qatar se juega mucho en la caída del gobierno de Assad, mientras que Arabia Saudí teme la influencia del salafismo radical apoyado por Doha.
Un diplomático árabe que sigue de cerca los dossiers de la crisis siria -especialmente los éxitos alcanzados por el Ejército regular en Qussair, la dimisión de Moaz al Jatib y los llamamientos a la movilización para defender Qussair lanzados por los sheijs integristas Salim Rafei y Ahmad al Assir- afirma que estos acontecimientos se inscriben en el marco de una lucha por la influencia entre Qatar y Arabia Saudí, que el régimen sirio explota a las mil maravillas para alcanzar éxitos cualitativos sobre el terreno.
El lenguaje del silencio y la retirada táctica realizada por Riad son interpretados por el Estado sirio como una luz verde para destruir a los grupos salafistas apoyados por Qatar con los que nunca se han llevado bien los grupos wahabíes apoyados por Arabia Saudí.
Paralelamente, el diplomático árabe, citado por el sitio libanés En Nashra, no desmiente la participación de Hezbolá en los combates en Qussair. Él evoca incluso informaciones que hablan de la presencia, desde hace meses, de combatientes del partido en Siria con el fin de proteger los lugares santos del país de los fanáticos takfiris.
Según él, el activismo sunní que ha aparecido en estos últimos días debe inscribirse en el marco de los intereses divergentes entre Qatar y Arabia Saudí.
Qatar sería, en efecto, el gran perdedor si el régimen sirio no cae. Y no sólo porque ambiciona posicionarse como el “líder político” del mundo árabe, tras haber impuesto su dominio a la Liga Árabe.
El mantenimiento del presidente Assad en el poder constituye el golpe de gracia al proyecto de gaseoducto para transportar el gas qatarí hacia Europa a través de Siria y Turquía. Ésta sería una pérdida estratégica y no táctica para Qatar, puesto que el emirato no podría así competir con el gas ruso.
Sin embargo, para Arabia Saudí, sería la gran perdedora en caso de caída del presidente Assad, puesto que el régimen sirio constituye su primera línea de defensa para protegerse del avance de los salafistas, los Hermanos Musulmanes y Al Qaida en su territorio.
A la luz de esta lectura particular de los acontecimientos, el diplomático árabe expresó su temor en ver el conflicto sirio transformarse en una lucha sunní-sunní, particularmente entre el wahabismo y el salafismo.