Durante la jornada del pasado lunes, las discusiones entre los grupos salafistas, que habían transformado la parte norte de Al Qussair en un bastión, hablaban de su firmeza heroica frente al ejercito de invasión.
Durante la jornada del pasado lunes, las discusiones entre los grupos salafistas, que habían transformado la parte norte de Al Qussair en un bastión, hablaban de su “firmeza heroica frente al ejercito de invasión”.
Sin embargo, cuando cayó la noche, todos los signos de actividad en las bolsas en poder de estos grupos habían cesado. Los rumores corrían de que muchos rebeldes se habían rendido o habían intentado la huida dejando a los que se hallaban en tales bolsas solos para llevar a cabo un combate perdido de antemano.
Durante el asedio, la táctica de avances rápidos y precipitados y la subestimación de los militantes cercados resultaron dos errores cometidos por el Ejército sirio y Hezbolá, que pudieron comprobar que muchos de aquellos contaban con una alta experiencia de combate, fruto de su participación en otros conflictos vinculados al yihad como Afganistán o Yemen.
Con el fin de reducir las bajas, el Ejército sirio y Hezbolá suspendieron sus operaciones de comandos y procedieron a emplear más la artillería, con el fin de hostigar a los militantes y ablandar sus defensas, así como a desmantelar los artefactos explosivos colocados en gran número de lugares y viviendas de la ciudad.
Al mismo tiempo, el sitio se reforzó y todos los accesos a la ciudad fueron herméticamente cerrados para impedir el envío de apoyo logístico y humano. Poco a poco, operaciones limitadas siguieron al empleo masivo de la artillería contra los puntos de resistencia de los militantes.
Según las fuentes de oposición más fiables, el número de muertos en las filas de los militantes fue de 1.300, y 1.000 el de heridos. Otros 1.000 militantes han sido hechos prisioneros, incluyendo extranjeros como australianos o chechenos. Muchos de éstos últimos estaban encargados de la misión de francotiradores.
Los que se rindieron recibieron garantías del Ejército sirio y Hezbolá de que no serían ejecutados ni maltratados. Un gran número de ellos han revelado la existencia de tensiones entre los grupos armados e incluso de choques entre ellos en la víspera del asalto debido a las acusaciones mutuas de traición.
En cuanto a las bajas de Hezbolá ellas han sido de 93 mártires y algunas decenas más de heridos.
La capitulación de Al Qussair abrió los pasos para la toma inmediata de Dabaa y Buwaida Oriental, adonde huyeron algunos militantes, mientras que otros se dirigieron hacia la localidad libanesa de Ersal.