Muchos observadores se preguntan cómo reaccionará Hezbolá ante la decisión europea de poner a su rama militar en la lista negra.
Una fuente libanesa bien informada ha indicado que la investigación búlgara sobre el atentado de Burgas “no ha logrado ningún hecho ni prueba irrefutable. De este modo, la inscripción de Hezbolá en la lista negra es una decisión política que no tendrá ninguna consecuencia material o práctica, ni hoy ni en el futuro”.
La fuente añade que los resultados de la batalla de Al Qussair han estado muy presentes en la decisión norteamericano-israelí-europea (con una incitación saudí) aunque cada parte tiene sus propias consideraciones. Ella añade que la medida europea no es todavía oficial puesto que el ministro sueco de Exteriores ha puesto como condición que sea aceptada por su gobierno. Además, esta decisión será revisada cada seis meses.
El gobierno libanés ha sido informado de que las medidas europeas no tendrán ningún efecto sobre las transferencias legales efectuadas a través de bancos europeos. La jefa de la delegación de la UE en el Líbano, Angelina Echhorst, interrumpió sus vacaciones y regresó el lunes a Beirut, donde se reunió con el Presidente de la República. Ella fue también recibida por el Ministro de Relaciones Exteriores, Adnan Mansur, al que informó de que la sanción impuesta por la UE no tendrá ningún efecto práctico, ya que es un sólo mensaje político. Las ayudas concedidas por la UE al Líbano continuarán.
La pregunta que surge es cómo Hezbolá va a reaccionar a lo que llamó “una decisión israelí-estadounidense injusta y agresiva.” ¿Revisará el partido el mecanismo de las relaciones con los países de la UE? ¿Qué pasará si un funcionario europeo solicita una reunión con el jefe de la Comisión de Enlace (el canal de seguridad oficial del partido), Wafiq Safa, al igual que lo que hizo el lunes el Representante Especial del secretario general de la ONU en el Líbano, Derek Plumbley? Hezbolá podía dar la espalda a las reuniones de seguridad que los europeos acostumbran a solicitar lejos de los medios de comunicación.
¿Qué pasará si Hezbolá informa oficialmente a los europeos de la siguiente ecuación: “Nosotros, Hezbolá, somos un partido militar de la cabeza a los pies, y no tenemos un ala militar y una política. Lo que la dirección del partido decide (el secretario general, el Consejo de la Shura pasando por los consejos ejecutivo, político y militar) se aplica a todos los miembros del partido, sin excepción”. Los europeos tendrían que arrojar su decisión a la papelera.
Si un oficial europeo de la UNIFIL entra en contacto con un comandante militar de Hezbollah para resolver un problema sobre el terreno, como sucede todos los días en decenas de aldeas al sur del río Litani, ¿será sancionado por su país o los imperativos del momento permitirán a ambas partes a desafiar las prohibiciones?
¿Qué pasa si Hezbolá decidiera dar la espalda a la UE y dejar de proporcionar las garantías que se le piden en el marco de la resolución 1701 de 2006? Si un “tercero” decidiera infiltrarse entre las líneas de esta nueva ecuación para atacar a la UNIFIL y dañar su relación con los habitantes del Sur, ¿se consideraría Hezbolá ya obligado a bloquear estos intentos?
Esta decisión es una fabricación política y ha sido anunciada de forma contradictoria. Los gobiernos de la UE han calificado de “terrorista” a la rama militar de Hezbolá afirmando, al mismo tiempo, su voluntad de continuar el diálogo con la política. La cuestión no es saber lo que los europeos buscan a través de esta decisión, sino lo que Israel quiere exactamente. El régimen sionista dio la bienvenida a la decisión europea antes de llegar a la conclusión de que era insuficiente.