Fuentes próximas a Hezbolá están convencidas que el desarrollo de los acontecimientos en Siria, Iraq y el Líbano prueban una sola cosa: la existencia de un intento saudí de hacer explotar la región.
Fuentes próximas a Hezbolá están convencidas que el desarrollo de los acontecimientos en Siria, Iraq y el Líbano prueban una sola cosa: la existencia de un intento saudí de hacer explotar la región.
¿Por qué Arabia Saudí tomó esta decisión? La respuesta se halla en el fracaso de su estrategia. Todos los medios regionales e internacionales, a excepción de una intervención militar directa, han sido utilizados en estos últimos 28 meses para intentan, en vano, derrocar al gobierno sirio. Los rebeldes han recibido en grandes cantidades armas, una gran parte de ellas procedentes de Arabia Saudí, incluyendo misiles antitanques y antiaéreos, eficaces y modernos, pero esto no ha cambiado la situación militar sobre el terreno, que continúa siendo favorable al gobierno.
El incremento de ataques terroristas dirigidos contra civiles en Iraq, que han causado centenares de víctimas en las últimas semanas, busca asimismo la caída o debilitamiento del gobierno de Nuri al Maliki. Sin embargo, estos ataques no han producido hasta ahora un resultado semejante e Iraq continúa reforzando su estrategia contra el terrorismo takfiri apoyado desde Arabia Saudí.
Por otra parte, el nuevo paisaje político en Egipto no constituye una victoria concreta para Arabia Saudí, sino un éxito moral susceptible de convertirse en derrota en cualquier momento si las realidades egipcias cambian.
Al mismo tiempo, para compensar la resistencia del gobierno sirio, la única salida que el régimen saudí contempla es la de desestabilizar el Líbano. Arabia Saudí considera que las líneas rojas de la seguridad del Líbano ya no importan y que la desestabilización de este país se ha convertido en una necesidad para el eje Riad-Washington con el fin de intentar dispersar las capacidades de Hezbolá, que participa en los combates en Siria, e intentar crear un estado de confusión en la base popular del partido, haciéndola pagar un alto precio por su apoyo a ese país. Ambas capitales esperan que esto empuje a Hezbolá a limitar su implicación en los frentes de Homs y de Damasco y desvíe su atención hacia el escenario interno libanés.
La escalada iniciada por el jefe de los servicios de inteligencia saudíes, el príncipe Bandar bin Sultan, no se limita al aspecto de la seguridad, afirman las mismas fuentes. Los círculos de decisión en el reino han ejercido enormes presiones sobre el presidente libanés Michel Suleiman y el primer ministro Tamman Salam para formar en el Líbano un gobierno de hechos consumados que deje fuera a las fuerzas del 8 de Marzo, incluyendo a Hezbolá.
Estos círculos pretenden que se forme un ejecutivo que no obtendría la confianza del Parlamento, pero que se convertiría en un gobierno de facto para despachar los asuntos corrientes, lo que contribuiría al aislamiento de Hezbolá.
Sin embargo, Suleiman y Salam saben que es difícil el formar un gobierno semejante sin el apoyo del Partido Socialista Progresista, liderado por Walid Yumblatt, que ha mostrado sus reticencias ante la creación de un gabinete de tales características.
Estas presiones se han debilitado, sin embargo, tras el atentado de Rueis, en el Suburbio del Sur de Beirut, y las declaraciones de Sayyed Nasralá sobre la negativa de Hezbolá a aceptar un gobierno de hechos consumados.