El nuevo affaire de las armas químicas provocado por las potencias occidentales, Israel y las monarquías retrógradas del Golfo, ha quedado desenmascarado debido a la vigilancia ejercida por la alianza sirio-ruso-iraní.
El nuevo affaire de las armas químicas provocado por las potencias occidentales, Israel y las monarquías retrógradas del Golfo y puesto en ejecución por el movimiento takfiri, ha quedado desenmascarado debido a la vigilancia ejercida por la alianza sirio-ruso-iraní. Los satélites rusos han sido, en efecto, muy activos sobre Siria y las informaciones que han descubierto prueban la autoría de los grupos takfiris con respecto al ataque químico y que la “película química” busca servir como pretexto para una agresión contra Siria con el fin de compensar las pérdidas sufridas por las bandas terroristas venidas de Jordania y Turquía. Estas pérdidas son estimadas en miles de muertos y heridos caídos en emboscadas y contraofensivas llevadas a cabo por el Ejército sirio, especialmente en los alrededores de Damasco y en Latakia, donde las tropas regulares han recuperado las localidades ocupadas por los terroristas, que han masacrado en ellas a centenares de civiles.
Los medios estadounidenses han transmitido informaciones sobre el despliegue de navíos de guerra suplementarios en el Mediterráneo y declaraciones atribuidas a Barack Obama y otros responsables norteamericanos sobre el examen de diversas opciones, comprendidas las militares, en Siria. Sin embargo, el presidente estadounidense y sus subordinados han hecho comprender claramente a sus aliados la incapacidad de EEUU de pagar el precio humano, político, militar y económico de una intervención en Siria. Por otro lado, un ataque terrestre de la OTAN supondría una torpeza que costaría a los estadounidenses mucho más caro de lo que ellos son capaces de soportar.
El papel de Israel en la incitación a una agresión contra Siria se ha mostrado también abiertamente. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y el presidente, Shimon Peres, han apelado claramente a una intervención directa afirmando que “es tiempo de sacar las armas químicas de Siria”. Estos argumentos demuestran que las monarquías árabes del Golfo y el Estado sionista se encuentran, una vez más, en la misma trinchera.
La limitación de las opciones de que disponen EEUU y sus aliados se debe ante todo a la resistencia del Estado sirio frente a la guerra internacional dirigida contra él. Pero también a la determinación de sus aliados. La presencia de la flota rusa en el litoral sirio y el Mediterráneo y el apoyo multiforme de Irán son elementos esenciales. Por otro lado, este apoyo ha sido reiterado en las últimas horas. Reaccionando ante una eventual operación militar contra Siria, Massud Yazayeri, jefe adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas iraníes, ha advertido que “si EEUU cruza esta línea roja (en Siria) habrá duras consecuencias para la Casa Blanca”.
Todas estas gesticulaciones occidentales tienen por objeto el elevar la moral de los grupos terroristas dominados por los takfiris después de que el Estado sirio lograra asestar duros golpes que han causado la muerte o heridas a miles de militantes. Ellas también buscan ocultar los verdaderos propósitos de una reunión de los estados mayores militares de una decena de países en Jordania, la próxima semana, en la que ellos buscan incrementar la intervención de los servicios de inteligencia en Siria.
Las informaciones que circulan en los medios diplomáticos aseguran que se ha dado un plazo hasta finales de año al jefe de los servicios de inteligencia saudíes, Bandar Bin Sultan, para que intente modificar la situación sobre el terreno en Siria. Esto es por lo que Bandar ha ordenado la realización de los atentados del Líbano (los del Suburbio del Sur de Beirut y los de Trípoli) con el fin de tratar de empujar a Hezbolá a que retire sus combatientes de Siria, donde su participación ha cosechado resultados importantes. Al mismo tiempo, Bandar intenta movilizar al mayor número posible de terroristas takfiris para que acudan a Siria a combatir después de que miles de estos últimos hayan resultado muertos.
Los cuatro próximos meses estarán, pues, caracterizados por una gran escalada militar y política, pero ella no será capaz de provocar cambios importantes en la situación estratégica. El Estado sirio, su Ejército y sus aliados no están dispuestos a perder la iniciativa, a pesar de la amplitud de medios utilizados por la “coalición del mal”, liderada por EEUU y Arabia Saudí.
Los grupos takfiris son rechazados y odiados por la población siria y numerosos observadores apuntan a que un cambio en el estado de mente del pueblo sirio a este respecto comenzó a producirse hace un año y se ha ido extendiendo progresivamente. Además, la “coalición del mal” se encuentra en un impasse en Egipto, en Yemen y en Iraq, mientras que Turquía ha visto desvanecerse sus ambiciones imperiales e Israel es incapaz de lanzar nuevas guerras. La emboscada tendida por la Resistencia contra una patrulla de tropas de élite israelíes, que penetró en el territorio libanés el 7 de agosto, ha venido a recordar su impotencia.
Los próximos meses probarán que Bandar bin Sultan ha logrado prolongar la duración de la guerra en Siria. Sin embargo, ellos mostrarán también que su derrota abrirá un período de turbulencias en el interior del reino wahabí y que los intentos saudíes de comprar con miles de millones de dólares un papel en Egipto no servirán para compensar su dolorosa derrota en Siria.
Ghaleb Kandil – Tendances de l´Orient