El opositor saudí, Saad el Fakih, ha revelado que la familia real saudí en el país vive en la actualidad un conflicto muy duro sobre la suerte del trono.
El opositor saudí, Saad el Fakih, ha revelado que la familia real saudí en el país vive en la actualidad un conflicto muy duro sobre la suerte del trono y estima que el rey Abdulá bin Abdel Aziz ha efectuado una remodelación de los altos cargos para despejar la vía para la ascensión al trono de su hijo, el príncipe heredero Metheb.
Sin embargo, este último hace frente a un gran desafío representado por el príncipe Mohammed bin Nayef, ministro del Interior.
En una entrevista con la CNN en árabe desde Londres, Al Fakih indicó que después de la muerte del príncipe Nayef, padre de Mohammed,“se produjo un complot en el interior del grupo dirigido por el príncipe Metheb bin Abdulá, en cooperación con el jefe de la Corte, Jalid Tuweiyri, que se benefició de la cobertura del rey Abdulá.
El objetivo de este grupo es que el príncipe Metheb se convierta en el rey de Arabia Saudí, marginando así al resto de los príncipes que esperan su turno.
Según él, la última destitución del antiguo viceministro de defensa, príncipe Jalid bin Sultan, pretende alejar a otro grupo concurrente.
El opositor añade que “el actual príncipe heredero Salman no desempeñará ningún papel en el futuro del país y puede ser destituido en cualquier momento a causa de su mala salud”.
Tres corrientes religiosas en el reino
Al Fakih señaló, por otra parte, que existen tres corrientes religiosas en el reino wahabí: la primera agrupa a “los ulemas del poder”. La segunda está compuesta por los “ulemas del despertar”, como Mohammad al Arifi, Salmán el Auda, Safar el Hawali y Nasser el Umar, que disfrutan de una cierta credibilidad popular, pero no desean provocar a las autoridades.
El tercer grupo son los ulemas revolucionarios, como Suleiman al Alwan, Abdel Aziz Tarifi, Jalid al Rashid y Nasser el Fahd.
La crisis social
Al Fakih se refirió también en la entrevista a la crisis vital que sufre la población saudí y que podría llevar a la segunda y la tercera corrientes a aliarse para desatar una ola de protestas populares.
Él habló, sin embargo, con preocupación de las tensiones confesionales y el lenguaje de intimidación que utilizan los servicios de seguridad contra los shiíes saudíes, que residen, sobre todo, en la Provincia del Este.
Al Fakih acusó también a los países occidentales de ignorar a las voces saudíes que reclaman democracia y añadió que dichos países “no quieren un cambio de régimen ni una fuerza que lleve a una movilización popular en favor de un gobierno transparente en el reino”.
Él descartó también la posibilidad de que las autoridades saudíes acepten soluciones políticas que permitan la representación adecuada de las diferentes capas sociales o la realización de reformas.
Él enumeró los factores que pueden provocar los cambios en la situación del país, como los problemas en el seno de la familia real o la movilización de grupos de personas con una alta formación y de jefes de tribus, que exigirán un cambio en el país, el deterioro de la situación económica o incluso el estallido de una guerra regional.
Cabe recordar que Arabia Saudí es una monarquía absolutista, donde no existe constitución ni parlamento y donde el presupuesto estatal no está separado de la fortuna de los miembros de la casa real, que viven en la opulencia y manejan los ingresos del petróleo a su capricho.