El primer ministro libio, Ali Zeidan, fue secuestrado por hombres armados en un hotel de Trípoli, en lo que fue visto como una represalia contra el papel del gobierno de Libia en la reciente captura de un alto miembro de Al Qaida.
El primer ministro libio, Ali Zeidan, fue secuestrado por hombres armados en un hotel de Trípoli, en lo que fue visto como una represalia contra el papel del gobierno de Libia en la reciente captura de un alto miembro de Al Qaida. Poco después, sin embargo, fue liberado posteriormente por la acción de otras milicias o de las fuerzas de seguridad.
“Su arresto se produce después de la declaración de (el secretario de Estado estadounidense) John Kerry sobre la captura de Abu Anas al Liby, en la que dijo que el gobierno libio había sido consciente de la operación”, señaló un portavoz de un grupo llamado Sala de Operaciones de los Revolucionarios de Libia poco después del secuestro de Zeidan.
El grupo ha prometido que perseguirá a todos aquellos que hayan tenido algo que ver con el reciente raid de las fuerzas estadounidenses.
Liberación
AP considera que las fuerzas del gobierno pueden haber intervenido en la liberación de Zeidan, ya que los secuestradores no estaban dispuestos a dejarle ir.
Otras fuentes apuntan que otra milicia, con vínculos con el Ministerio del Interior, intervino para asaltar la casa donde Zeidan estaba retenido y logró su liberación. El jefe de esta milicia, llamada “Fuerza de Refuerzo”, dijo a la televisión Al Hurrah que sus hombres habían atacado el edificio y liberado a Zeidan, que no sufrió ningún daño en la acción.
Acción de represalia
Fuentes de seguridad dijeron a los medios que hombres armados secuestraron a Zeidan en el Hotel Corinthia en la capital libia y le llevaron a una localización desconocida. Esta información fue más tarde confirmada por una declaración gubernamental. Un vídeo muestra a Zeidan con una expresión seria siendo introducido en un vehículo por hombres armados con ropas civiles.
La captura de Al Liby en un raid hace una semana ha irritado a las milicias en Libia, incluyendo a la que presuntamente llevó a cabo un ataque el pasado año contra el Consultado de EEUU en Bengasi, que costó la vida al embajador y a otros tres norteamericanos.
Zeidan había manifestado su temor a ser acusado de complicidad con EEUU tras la captura de Al Liby, lo que podría llevarle a una confrontación con los islamistas, que forman parte del gobierno que tomó el poder tras la intervención de la OTAN en Libia, que produjo el derrocamiento del régimen de Muammar el Gadafi hace dos años.
Los grupos militantes libios están protestando por el raid y han prometido venganza. Según Reuters, una página de Facebook llamada “Bengasi está protegido por su pueblo” ha instruido a los libios para que secuestren a ciudadanos estadounidenses si es posible y cierren las entradas y salidas de las ciudades. Otros grupos han hecho llamamientos a atacar los oleoductos hacia Europa y los barcos o aviones extranjeros.
Pocas horas después de la captura de Al Liby, hombres armados atacaron un puesto militar en Bani Walid, a unos 160 kmts al sureste de Trípoli, matando a 15 soldados.
Un país fracturado
Libia se halla en la actualidad fracturada entre distintas milicias y en la zona Este del país, estas últimas han creado un miniestado que no acepta órdenes de la capital. El gobierno libio apenas controla el país. No tiene capacidad para ejercer su autoridad ni establecer el control del Ejército nacional sobre el territorio.
La posibilidad de más violencia parece probable tras la decisión de los inversores occidentales de abandonar Libia, un proceso que se aceleró a principios del verano, cuando la producción petrolífera y las exportaciones del país se hundieron después de que las milicias tomaran el control de los campos petrolíferos y puertos.
ExxonMobil, Marathon Oil y Shell afirman que están considerando el poner fin a sus contratos en Libia. Eso les llevaría a vender su participación a precios rebajados, dada la inestabilidad sobre el terreno. “El interés de Libia como país productor ha decrecido”, dijo Riccardo Fabiani, experto en el Norte de África del Grupo Eurasia en Londres, a la revista Time. “Las autoridades están intentando mejorar los términos de los contratos y seducir a las compañías, pero tendrán que hacer mucho más. Las compañías necesitan seguridad y eso es algo sobre lo que el actual gobierno puede hacer poco”.