El jefe del ESL en Alepo ha presentado su dimisión tras la toma de la ciudad de Safira por el Ejército sirio.
Abdel Yabbar al Oqaidi, el jefe de los grupos armados sirios en la región de Alepo, reaccionó con irritación el domingo a la liberación de la ciudad de Safira, al sureste de Alepo, por el Ejército y presentó su dimisión. Ese mismo día, los militares sirios completaron la liberación de la ciudad y la limpiaron de los últimos terroristas. Estos últimos sufrieron decenas de muertos y heridos y otros muchos optaron por huir.
Oqaidi, que ha sido uno de los principales receptores de la ayuda estadounidense, afirmó que dimitía para protestar por las luchas intestinas entre los grupos rebeldes. Según fuentes del ESL, algunas brigadas islamistas se negaron a acudir al socorro de la Brigada Tauhid, la mayor fuerza rebelde presente en Safira.
A primera vista, resulta clara la significación de la liberación de Safira. La ciudad está cerca del Aeropuerto Internacional de Alepo y de otra base aérea así como de varias industrias militares. La ciudad se halla además junto a la autopista que une la provincia de Hama con la de Alepo y a esta última con las regiones del este, en particular con la de Raqqa.
La liberación de Safira forma parte de las recientes operaciones militares en la provincia de Alepo, que llevaron a la liberación de Janasser y sus alrededores hace varias semanas, lo cual permitió reabrir la ruta de aprovisionamiento entre Hama y Alepo.
Por su parte, el periódico The Washington Post ha resaltado la importancia de la toma de Safira, señalando que ella restauró un vínculo de comunicación de gran importancia entre Damasco y las fuerzas gubernamentales que controlan la mayor parte de la ciudad de Alepo. También coloca al Ejército sirio en posición de conquistar otros reductos de la oposición en la provincia de Alepo, que habían estado bajo el control de los militantes desde hace más de un año.
En realidad, la derrota de Safira es otra prueba más de la derrota del así llamado Ejército Sirio Libre, que ha ido perdiendo no sólo sus batallas contra el gobierno sirio, sino también a varios de los principales grupos que lo integraban. En el norte del país, el ESL ha perdido además terreno frente al Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIS), afiliado a Al Qaida, que se ha expandido rápidamente en los últimos meses.
Al mismo tiempo, algunos grandes batallones islamistas que no se adhieren a la ideología de Al Qaida, han formado nuevas alianzas dirigidas a la creación de un estado extremista y sectario y han rechazado toda vinculación con el ESL. Estos grupos, de ideología wahabí, reciben financiación de los países del Golfo y esperan recibir aún más teniendo en cuenta las promesas saudíes recientes de incrementar su ayuda.
En realidad, las acusaciones de traición de los líderes y medios rebeldes sólo buscan tapar el hecho de que los grupos armados son incapaces de detener la progresión del Ejército sirio por mucha ayuda que reciban. El propio Oqaidi ha reconocido, en un comunicado colocado en su página de Facebook, que “la caída de Safira no fue consecuencia de la falta de armas ni de hombres” añadiendo que, pese a ello, “el ESL y los otros batallones han fracasado”.
Los grupos armados pusieron toda la carne en el asador en la ciudad porque eran conscientes de su importancia estratégica, ya que sabían que Safira es la puerta de la ciudad de Alepo y permite el acceso a toda la parte sur de la provincia.
La liberación de Safira es una muestra de la continua mejora de las capacidades del Ejército sirio, que ha adquirido ya una experiencia considerable en la lucha antiterrorista y contrainsurgencia. Al mismo tiempo, las fuerzas de defensa nacional, formadas por civiles armados, han jugado un papel considerable en los últimos avances militares.
Al mismo tiempo, los avances militares son un reflejo de lo que sucede en el seno de la opinión pública siria. Cada vez más sirios se oponen a las acciones de los grupos extremistas, que intentan imponer un régimen extremista y unos modos y valores de vida ajenos a los de la gran mayoría de la población siria. Los sirios rechazan vestir diferente, pagar las exacciones impuestas por estos grupos y soportar las otras muchas presiones a las que hacen frente. Los sirios ven también a estos grupos, al igual que a la coalición nacional opositora, como meros títeres ejecutores de las órdenes de algunos estados enemigos de Siria, a cuya cabeza está Arabia Saudí.
La victoria de Safira abrirá la puerta a otras y es posible que refuerce también la actual tendencia de muchos rebeldes a contactar con el Estado sirio para buscar su reintegración en la sociedad. Al final, se perfila como inevitable el que la guerra en Siria acabe siendo una lucha entre el gobierno y los terroristas de Al Qaida. Y ésta es una guerra que el Estado sirio no puede permitirse perder tanto por él mismo como por todos los demás países de la región y de fuera de ella.