En 2011, cuando estalló la guerra en Siria, Hezbolá asumió la causa de Bashar Al-Assad. Abbas, al igual que otros voluntarios, esperó a la luz verde de Hezbolá para implicarse en el terreno.
Los hombres armados con fusiles en el punto de control apenas se molestan en controlar los vehículos.
Las banderas de Hezbolá ondean junto a retratos de su jefe carismático, Hassan Nasralá, del Ayatolá Jomeini y del presidente sirio, Bashar al Assad. Aquí, cada calle de Dahiyeh, el Suburbio del Sur de Beirut, ha sido adquirida por el Partido de Dios shií, que ha instalado allí su cuartel general.
En el pequeño salón de una casa anónima de dos habitaciones, un hombre de unos cuarenta años, cabellos cortos, ojos azules, la cara salpicada de pecas se presenta con el nombre de Abbas. Hezbolá ha prohibido formalmente a sus combatientes hablar con la prensa, pero Abbas ha hecho una excepción. La entrevista puede comenzar. “En 1982 no había nadie para defendernos (a los shiíes). Nadie sentía nuestro dolor. Ahora estamos organizados. En aquella época, el Líbano, desgarrado por la guerra civil, tuvo que hacer frente además a la invasión israelí. Abbas se unió a Hezbolá para recuperar su dignidad. Durante las posteriores batallas y las operaciones, Abbas aprendió el manejo de las armas hasta convertirse en un soldado de élite de la milicia shií.
En 2011, cuando estalló la guerra en Siria, Hezbolá asumió la causa de Bashar Al-Assad. Abbas, al igual que otros voluntarios, esperó a la luz verde de Hezbolá para implicarse en el terreno. Él quería proteger los sitios santos shiíes, que eran un objetivo de los ataques yihadistas.
La prueba de Al Qussair
Fue a varios kilómetros de la frontera libanesa, en la ciudad de Al Qussair, donde Abbas y su unidad comenzaron a ilustrarse. La ciudad, que había caído en manos de los rebeldes a principios de 2012, resistía los intentos de retomarla llevados a cabo por el Ejército sirio. Al Qussair tiene una importancia estratégica, ya que se sitúa en el eje de la ruta que une a Damasco con el litoral mediterráneo. Esta batalla supuso una prueba. “Ella nos permitió evaluar la calidad de los enemigos a los que íbamos a hacer frente antes de implicarnos totalmente en Siria,” dijo Abbas.
Hezbolá adoptó una técnica clásica. En primer lugar, tomó las localidades vecinas. Luego, los suburbios de Al Qussair para finalmente rodear a los rebeldes e intentar asfixiarlos dentro la ciudad. Abbas, con su unidad, combatió en las calles de Al Qussair contra los “extremistas”, bárbaros que desmembran los cuerpos de los prisioneros y los queman, fanáticos que eran “mucho más numerosos” que nosotros.
Los rebeldes habían convertido a Al Qussair en un bastión impenetrable. Una ciudad de “trincheras y fortificaciones” en un estilo que recordó a Abbas las defensas de Hezbolá contra Israel. Él afirma también que los takfiris (sobrenombre que dan los shiíes a los yihadistas salafistas) estaban preparados desde hacía un año para esa batalla. “Son combatientes determinados y organizados, poseen una ideología y no tienen miedo de morir. Imaginad varios miles de hombres armados así en vuestras fronteras. ¿Cómo os protegeríais de ellos?”
En esta lucha, calle por calle, metro por metro, el centro de la ciudad, donde se encuentra la sede de la municipalidad, conoció los combates más duros. En realidad, Hezbolá no había perdido tantos hombres desde la guerra contra Israel en 2006. Los combates eran de una rara violencia, a veces incluso cuerpo a cuerpo. “Los intercambios de disparos se producían a muy corta distancia, a 10 o 15 metros”, dijo Abbas.
Cada unidad de Hezbolá estaba “asignada a un cierto sector” y operaba limpiándolo zona por zona. En menos de tres semanas, las tropas de Hezbolá tomaron totalmente el control de Al Qussair e instalaron allí su cuartel general.
El arte de la guerrilla
A la cuestión de “¿Por qué el Ejército sirio no logró tomar solo Al Qussair, como pasó con otras regiones de Siria?”, Abbas sonríe y señaló: “No me corresponde a mí juzgar eso”. “Incluso si Hezbolá actúa independientemente estamos “en coordinación” con el Ejército regular. Sin embargo, el Ejército, que tomó la misión de respaldar a Hezbolá desde la retaguardia, había intentado varias veces infructuosamente tomar la localidad. Algunos miembros de Hezbolá lo confirman en entrevistas informales.
Abbas busca, sin embargo, disculpar al Ejército sirio. “Los combates en Al Qussair eran a muy corta distancia. Llegamos a luchar con armas blancas. Cuando abríais una puerta, podíais explotar puesto que estaba minada. El Ejército regular no está entrenado para combatir de esta forma. Sin embargo, Hezbolá es es un maestro en el arte de la guerrilla”.
Los pasdaranes (Guardias de la Revolución iraníes, la fuerza de élite de la República Islámica) enviados por Teherán han dado a las tropas de Bashar al Assad cursos acelerados de combate urbano. Sin embargo, la cuestión de la presencia iraní en Siria es un tema sensible, casi tabú. Abbas se enfurece: “¿Por qué siempre se habla de la presencia iraní en Siria? ¿No hay más que los iraníes? Hablemos de todo el mundo. ¿Por qué está allí Al Qaida? ¿Por qué está el Frente al Nusra? ¿Y el Estado Islámico en Iraq y Siria? Turquía y Arabia Saudí también están presentes”, declara Abbas. “Irán no está implicado directamente en los combates”, señaló, dejando ver que su papel era sólo el de consejeros militares y el de entrenamiento.
Hordas de yihadistas a las puertas del Líbano
Para Hezbolá, el combate en Siria va más allá de la defensa del gobierno de Assad. Se trata de eliminar un posible “Afganistán” a las puertas del Líbano y “preservar a Siria de las hordas yihadistas”. “No debemos esperar a que la bestia venga para degollarla”. Él prefiere “degollarla antes”. Abbas rechaza las alegaciones sobre una guerra shií-sunní. Para él es un combate librado contra “extremistas y sectarios con los que es imposible convivir”. La comunidad shií libanesa teme ver en sus puertas “un país dominado por el Frente al Nusra”.
Abbas dice que está dispuesto a defender al Líbano de una guerra ya sea en Siria o en Iraq y está seguro de que la intervención de Hezbolá ha “cambiado el rostro de la región” y del conflicto. Sin embargo, el Líbano está profundamente afectado por numerosos enfrentamientos comunitarios en estos últimos meses así como por atentados sangrientos en Trípoli y Beirut. “Nosotros no veremos los frutos de esta intervención estratégica enseguida”, señaló.
Lo único que lamenta es que Hezbolá no interviniera antes en Siria. “Entramos en esta batalla un poco tarde, pero lo hemos hecho y es una buena cosa”.
Le Monde