El presidente de la República Francesa, François Hollande, terminará el año con una visita de dos días a Arabia Saudí.
El presidente de la República Francesa, François Hollande, terminará el año con una visita de dos días a Arabia Saudí. Allí percibirá los dividendos de la diplomacia vendida que favorece al que más ofrece. Los aguinaldos saudíes serán generosos y permitirán a algunos grupos industriales franceses, especialmente a los ligados a la industria armamentista, un plan de desarrollo para los próximos años. También ayudarán a Francia a no perder su nivel como uno de los principales países exportadores de armas.
Este encuentro permitirá asimismo poner de manifiesto la prodigiosa evolución de la doctrina del Partido Socialista francés desde el punto en el que François Miterrand, elegido primer presidente de izquierda de la Quinta República, exigió el desarme de los aviones expuestos en el Salón de Bourget. De un antimilitarismo primario, el partido ha cambiado su política para buscar, a toda costa, vender armas a una de las peores y más retrógradas dictaduras de la Tierra.
Antes de Hollande, las relaciones militares franco-saudíes estaban exclusivamente reservadas a hombres de negocios y políticos de derecha. Todos los ministros de izquierda que hacían el viaje a Riad eran recibidos con críticas y quedaban estigmatizados en Francia. Sin embargo, recientemente el ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian, recibió un fuerte elogio al obtener el honor de ser invitado por el rey saudí en persona. Esta política es tanto más sorprendente porque se apoya en un grupo de fieles al ex presidente Nicolas Sarkozy. El embajador francés en Riad es el antiguo consejero de la ex ministra de Defensa francesa, Michèle Alliot-Marie, dimitida por el escándalo de aceptar regalos y viajes pagados por el ex dictador tunecino Zine al Abidine Ben Ali. La venta de armas avanzadas está asegurada por un equipo de caciques del antiguo régimen. Sin embargo, con Hollande, el gobierno socialista se ha situado junto a los más acérrimos defensores conservadores del cerrado círculo militar-industrial.
La doctrina de Hollande de “impulsar el empleo a cualquier precio” supera, con este viaje, los límites tolerables para los socialistas tradiciones, que habrían preferido apretarse el cinturón con el fin de mantener la cabeza alta. Puesto que la aproximación a Arabia Saudí, una dictadura feudal y misógena, no es sólo una operación para el reemplazo de un cliente, Qatar, por otro, sino un auténtico viraje ideológico, una alianza estratégica sorprendente que marcará la historia del socialismo francés para siempre. ¿Es Arabia Saudí un país políticamente defendible? La realidad es que no, pero la pregunta resulta incongruente porque París ya no tiene ni siquiera los medios para permitirse objetar a la venta de fragatas, centrales nucleares y pollos de Bretaña.
A lo sumo, las buenas conciencias pudieron fantasear con que el presidente francés se atreviera a susurrar en el oído del rey saudí algunas palabras extrañas como “libertad, igualdad, fraternidad o justicia ... para las mujeres ... “ Pero Francois Hollande ha estado demasiado ocupado en recoger los beneficios de su postura antisiria y no oculta su satisfacción de ser el artífice del espectacular diálogo entre israelíes y saudíes sobre el trasfondo del tema nuclear iraní. La indecencia política es, pues, colateral a este viaje.
Con el fin de remarcar la luna de miel franco-saudí, el Centro Pompidou ha prestado al Museo de Dahran las obras de Picasso. Picasso será, pues, exhibido en Arabia Saudí, el “país Guernica de los derechos humanos”.