Varios miles de africanos protestaron en el exterior de las embajadas occidentales en Tel Aviv el 6 de enero, en el segundo día de las manifestaciones que pedían la liberación de sus compatriotas retenidos.
Varios miles de africanos protestaron en el exterior de las embajadas occidentales en Tel Aviv el 6 de enero, en el segundo día de las manifestaciones que pedían la liberación de sus compatriotas retenidos en una instalación israelí, situada en el Desierto del Neguev, en base a una ley que permite la detención indefinida de estos africanos. La instalación, pensada para albergar a 3.000 detenidos, ha sido expandida para alojar a 11.000.
Esta instalación, que está considerada como el mayor centro de detención del mundo, es un antiguo campo de prisioneros palestinos y está situado cerca de la frontera con Egipto. Dicho campo está gestionado por el Servicio de Prisiones israelí. Según la representante de la Alta Comisión para los Refugiados de la ONU en Israel, Walpurga Englbrecht, este campo del Neguev parece operar como “un centro de detención en el cual no hay liberaciones”.
Por su parte, un alto representante del Ejército israelí intentó dar una imagen positiva del mismo manifestando al diario Haaretz que “no se trata, en realidad, de una prisión. Ellos (los detenidos) pueden caminar por los alrededores y tienen 4,5 metros en sus habitaciones. Yo no llamaría a eso una prisión”.
Sin embargo, los inmigrantes y refugiados africanos parecen no compartir esa opinión. “No más prisión” cantaba la multitud que llenó el 6 de enero un paseo marítimo cercano a la embajada de EEUU en Tel Aviv. Los manifestantes marcharon también hacia las embajadas francesa, italiana, británica, canadiense y alemana para entregar cartas que buscan lograr un apoyo internacional contra la política de detención israelí contra los inmigrantes.
El 5 de enero, otra enorme concentración de decenas de miles de personas se manifestó ante el edificio del gobierno municipal de Tel Aviv para pedir la liberación de los cientos de africanos detenidos. “El gobierno nos trata como criminales”, gritaban los manifestantes.
Amenaza al “carácter judío” de Israel
Uno 60.000 inmigrantes y refugiados africanos, en su mayoría procedentes de Eritrea y Sudán, han estado cruzando hacia la Palestina ocupada a través de la frontera con Egipto, desde 2006, afirman las autoridades israelíes, que califican a estos inmigrantes como “infiltrados” que amenazan el “carácter judío” del Estado de Israel. En 2012, las autoridades israelíes pusieron en marcha una campaña que ha llevado a la expulsión de 3.920 de ellos hasta el momento.
En diciembre de 2013, el Parlamento israelí aprobó la ley que permite a las autoridades detener a los inmigrantes indocumentados de forma indefinida. La medida ha sido condenada por los críticos como una grave violación de los derechos humanos de esas personas.
Órdenes de detención han sido emitidas contra cientos de inmigrantes o refugiados, incluyendo hombres con esposas e hijos, según la Alta Comisión de la ONU para los Refugiados.
Tel Aviv, una “ciudad africana”
Por su parte, Eli Yishai, ministro del Interior israelí y miembro del partido ultraortodoxo Shas, afirmó que “estas manifestaciones constituyen una señal de alarma para que actuemos aún más contra los inmigrantes clandestinos”, añadiendo que Tel Aviv se había convertido en una “ciudad africana”. Yishai está considerado como el promotor de la ley contra los inmigrantes y refugiados, que, según él, busca “no dejar ni un solo infiltrado africano en Israel”.
“El Estado de Israel y la autoridades judiciales y policíales deben utilizar todos los medios a su disposición para enviar a los clandestinos de vuelta su país”, dijo Yishai, citado por el periódico Maariv.
Por otro lado, el Ministerio de Exteriores israelí ha criticado a la Alta Comisión de la ONU para los Refugiados por sus denuncias hacia la actitud del gobierno israelí.
“Las declaraciones sobre los temas de inmigración que no tienen en cuenta la situación única de Israel no son de ayuda ni contribuyen a clarificar un asunto complejo”, dijo el Ministerio en una declaración de su portavoz, Yigal Palmor.
El pasado 5 de enero, Englbrecht pidió al gobierno israelí que cambiara su política hacia los refugiados africanos y la nueva ley, que suministra un apoyo legal a su detención, afirmando que estas normas “no se corresponden con el espíritu de la Convención para los Refugiados de 1951”. Ella condenó también la descripción oficial israelí de los inmigrantes como “infiltrados”, señalando que esta consideración busca negarles “la protección que les otorga la ley internacional”.
Campaña racista
En realidad, la ley contra los inmigrantes y refugiados indocumentados en Israel no es fruto del azar, sino de un proceso de demonización contra estos colectivos que ha durado años. Varios líderes del Likud y otros partidos israelíes han llevado a cabo una campaña racista contra la presencia de los africanos en Israel. Una diputada de dicho partido, Miri Regev, calificó hace dos años a los inmigrantes africanos de “cáncer en nuestro cuerpo” y pidió al gobierno que los enviara “allá donde pertenecen”.
Otro dirigente del Likud, Danny Danon, dijo que la “única solución” al “problema de los infiltrados” era “su expulsión”. “Debemos expulsar a los africanos de Israel. No debemos tener miedo de decir “expulsión ahora”, dijo. “Hemos establecido un estado enemigo, con Tel Aviv como su capital”, afirmó.
Todo ello demuestra que el racismo y la xenofobia están bien implantados en todo el espectro político y en las políticas oficiales israelíes. Estas políticas, que hasta los pasados años eran dirigidas casi exclusivamente contra los árabe-israelíes y los palestinos, han comenzado ahora a ser aplicadas a los africanos, incluyendo los judíos etíopes que han obtenido la nacionalidad israelí. Esto se produce, además, en un momento en el que Israel hace frente a una caída en el nivel de vida de la población y a un incremento de los problemas sociales. Las autoridades promueven, en este sentido, una campaña de racismo para utilizar a los africanos como chivos expiatorios del fracaso de sus políticas.
Otro factor a tener en cuenta es la obsesión israelí por la uniformidad étnica y religiosa de Israel, que según los dirigentes sionistas, debe ser un “estado “judío” exclusivamente. Ellos sostienen que este carácter judío estaría supuestamente amenazado por los inmigrantes y refugiados africanos. El propio primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, ha señalado que “la ola de infiltrados debe ser detenida... debido a sus enormes implicaciones para el carácter (judío) de Israel”. De este modo, lo que está considerado como una riqueza en el resto del mundo, la diversidad cultural, étnica y religiosa, se ha convertido en la principal amenaza en opinión de los dirigentes sionistas.