Los grupos vinculados a Al Qaida han sido reconocidos oficialmente como herramientas de la agresión estadounidense-saudí contra Siria y tanto Riad como Washington aplican al pie de la letra las instrucciones del jefe de la red.
Los grupos vinculados a Al Qaida han sido reconocidos oficialmente como herramientas de la agresión estadounidense-saudí contra Siria y tanto Riad como Washington aplican al pie de la letra las instrucciones del jefe de la red, Aiman al-Zawahiri.
Los recientes acontecimientos en Siria merecen que nos detengamos en las últimas declaraciones del jefe de Al Qaida, quien ordenó al Emirato Islámico en Iraq y el Levante (EIIL, más conocido bajo el nombre árabe de Daish) retirarse de Siria y contentarse con representar la red en Iraq. Al Zawahiri reconoció oficialmente el Frente al Nusra atribuyéndole el título de representante de Al Qaida en Siria. En ese país, Al Nusra es actualmente aliado del Frente Islámico, que cuenta en sus filas tanto brigadas vinculadas a Al Qaida como ramas armadas de la Hermandad Musulmana.
El Frente Islámico se halla bajo la dirección de Zahran Allush, el hombre del jefe de los servicios de inteligencia de Arabia Saudita, Bandar Ben Sultán, y goza públicamente del respaldo de Qatar, de Arabia Saudita y de Turquía, con la bendición de Estados Unidos.
El desmembramiento y desaparición del llamado Ejército Sirio Libre (ESL) hizo caer el maquillaje que escondía la verdadera identidad de los grupos terroristas que luchan contra el pueblo y el ejército de Siria. El regreso de miles de desertores a las filas del ejército regular de Siria es el resultado natural de la aparición de Al Qaida y de sus componentes takfiris, quienes protagonizan ahora una sangrienta disputa por el control de los recursos y el botín de los saqueos.
Desde el inicio de los acontecimientos era evidente que los países que desataron la guerra utilizan los grupos terroristas y los remanentes de Al Qaida para tratar de destruir el Estado sirio y sus capacidades. El objetivo era castigar a Siria por su papel en el movimiento de resistencia contra los planes hegemónicos de Israel y Estados Unidos, que ya han desatado tres guerras contra el Líbano y Gaza. Esas agresiones han fracasado, al igual que la invasión estadounidense contra Iraq, que no logró alcanzar sus objetivos.
Desde que Bandar Ben Sultán fue puesto al mando de la agresión contra Siria, el papel de Al Qaida no ha dejado de ampliarse y extenderse. Y como siempre sucede donde quiera que actúan, las ramas de esa organización se disputan a tiros el control de los recursos. Así sucede en Afganistán, donde los terroristas luchan entre sí por el control de las redes que garantizan el contrabando de amapola y de opio.
Tras el paisaje ensangrentado en Siria se vislumbra una peligrosa verdad estratégica, que debería conducir a una condena unánime de las acciones de Estados Unidos y de la dinastía de los Saud, responsables –con sus aliados qataríes y turcos– de la hecatombe. Al Qaida no sólo es responsable de crímenes contra la humanidad cometidos en Siria sino también de actos de terrorismo perpetrados en Irak, en Líbano, en Libia así como en Túnez, Egipto y Somalia. Y hoy se halla a las puertas de Europa.
Como bien reclaman Rusia, Siria, Iraq, Irán y el Líbano, la prioridad debe ser la lucha contra el terrorismo. Debe trazarse una política internacional que haga público el papel que ha tenido cada uno de los países en el apoyo y desarrollo de Al Qaida en Siria y en otras regiones.
Ghaleb Kandil – Tendances d´Orient y Red Voltaire