Las naciones occidentales han intentado aprovechar en múltiples ocasiones diversos temas, como las armas químicas o más recientemente la ayuda humanitaria, para aprobar sanciones contra Siria en el Consejo de Seguridad.
Las naciones occidentales han intentado aprovechar en múltiples ocasiones diversos temas, como las armas químicas o más recientemente la ayuda humanitaria, para aprobar sanciones contra Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU. En un esfuerzo caracterizado por la parcialidad, las mentiras y la hipocresía, la Administración estadounidense intentó aprobar en el pasado septiembre una resolución de la ONU que diera luz verde a una intervención militar suya en Siria por el incidente de las armas químicas de Guta del pasado 21 de agosto.
Hoy, las pruebas se acumulan de que aquel ataque fue una provocación orquestada por los servicios de inteligencia de Arabia Saudí y un grupo armado para buscar un pretexto que sirviera para justificar una intervención estadounidense y occidental en Siria. Sin embargo, Rusia e Irán bloquearon dicha intervención militar, que hubiera dado lugar a una guerra regional e internacional con consecuencias catastróficas.
En la actualidad y con el tema de las armas químicas a punto de quedar zanjado -al menos por lo que al gobierno sirio se refiere- los países occidentales han buscado otro asunto para proseguir su política tendente a incrementar las sanciones y las presiones contra Siria. Se trata, en este caso, del sensible tema de la entrega de ayuda humanitaria a varias localidades sirias en poder de los grupos terroristas y asediadas por el Ejército sirio. El 10 de febrero surgieron noticias de que algunas naciones occidentales y árabes estaban patrocinando una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU para condenar al gobierno sirio y amenazar con duras sanciones si las tropas sirias no dejaban pasar la ayuda a las zonas asediadas.
Sin embargo, tales intentos han fracasado, al igual que los anteriores, por la actitud firme de Rusia y China. Mientras que este último país dio signos de que no estaba dispuesto a discutir el tema, el embajador ruso, Vitali Churkin, dejó claro que Moscú vetaría cualquier resolución similar por diversos motivos. En primer lugar, debido a que la misma era injusta al culpar al gobierno sirio de unos problemas que, en realidad, están causados por los propios grupos armados. Además, Churkin dejó claro que tal resolución podría paralizar la entrega de la ayuda que está ya comenzando a fluir.
Los grupos armados sirios son, en efecto, los que bloquean las entregas de ayuda humanitaria como quedó de manifiesto hace unos días en Homs, cuando los cargamentos de la Cruz Roja y de la ONU que llevaban la ayuda fueron atacados por disparos de militantes opositores armados, que violaron así el cese el fuego establecido con el fin de facilitar las entregas, hecho éste que no se mencionó ni se tuvo en cuenta en el proyecto de resolución presentado por los países occidentales. Asimismo, dichos grupos han impedido a menudo a los civiles salir de las áreas que controlan en la creencia de que esto podría facilitar un asalto militar contra sus posiciones, lo cual convierte de hecho a estos civiles en escudos humanos de los militantes.
Por otro lado, la resolución de los países occidentales presentada en la ONU llevaría a que los terroristas bloquearan la entrega de ayudas humanitarias con el fin de crear una provocación -similar a la del 21 de agosto en Guta- que produjera una dura condena de la ONU contra el gobierno sirio, que sería acusado así de impedir el suministro de la ayuda.
Conscientes de estos hechos, los embajadores de Rusia y China han bloqueado este nuevo intento. Ninguno de ambos países acudió a la reunión del lunes del Consejo en la que este tema iba a ser discutido y ambos señalaron que tal resolución “no tendría un impacto positivos sobre la situación”. “El único resultado sería crear una interrupción de la ayuda humanitaria”, señaló Churkin.
Rusia dejó claro también que consideraba que la presentación de esta resolución no tenía nada que ver con los temas humanitarios, sino que era “una medida política” dirigida a “incrementar las tensiones en torno a Siria”. Al mismo tiempo, Moscú señaló que el Consejo de Seguridad podía dar pasos útiles para mejorar la situación en Siria, pero sin que ello suponga medidas que busquen incrementar las sanciones contra Siria u otras dirigidas a promover los intereses de las naciones occidentales y sus aliados, las dictaduras monárquicas del Golfo Pérsico.
El nulo interés de los promotores de la resolución hacia los temas humanitarios queda, además, de manifiesto por el silencio cómplice mantenido por esos países, dentro y fuera de la ONU, hacia los crecientes crímenes de los grupos armados takfiris contra la población civil siria, y en especial la última matanza de 42 civiles, en su mayoría de religión alauí, llevada a cabo por los grupos armados en la localidad de Maan.
No es, pues, de extrañar que mientras que EEUU y sus aliados occidentales y árabes tratan de castigar al gobierno sirio en la ONU por algo de lo que los propios grupos terroristas deberían ser responsabilizados, la población civil continúe desplazándose, o intente hacerlo, hacia las zonas bajo el control del Ejército sirio. Esto es, además, otra muestra de que el pueblo sirio no está dispuesto a aceptar un régimen brutal como el que imponen los grupos apoyados por Washington y Riad en las zonas en que logran imponer su dominio.