En este mes de Mayo Rusia conmemoró la Victoria en la Segunda Guerra Mundial sobre la Alemania nazi en la que la antigua Unión Soviética perdió 26 millones de ciudadanos.
En este mes de Mayo Rusia conmemoró la Victoria en la Segunda Guerra Mundial sobre la Alemania nazi en la que la antigua Unión Soviética perdió 26 millones de ciudadanos y en la que este país destruyó, a tan alto costo, al 75% del Ejército alemán, siendo el papel británico y estadounidense secundario a este respecto a pesar de lo que la propaganda de la prensa y las películas occidentales da a entender.
Para que se comprenda la magnitud de aquel enfrentamiento, baste decir que en una de las principales batallas del frente germano-soviético, la de Kursk, en el verano de 1943, 900.000 alemanes se enfrentaron a 1.300.000 soviéticos junto con miles de tanques y aviones. Toda familia soviética perdió al menos a uno de sus miembros en aquella guerra.
Para muchos rusos estos recuerdos permanecen muy vivos en la memoria y máxime hoy cuando los homenajes a los nazis y sus aliados ultranacionalistas ucranianos se han convertido en algo corriente al otro lado de la frontera. De este modo, la visita de Putin a Crimea en el aniversario de la victoria sobre el nazismo tuvo un gran significado y sirvió para enviar un claro mensaje, especialmente a EEUU y sus aliados.
El mensaje fue que la nación rusa fue el elemento principal que derrotó al nazismo y sus aliados y que el país ya ha superado la etapa de decadencia que vivió durante los mandatos de Gorbachov y Yeltsin. Rusia está creciendo económicamente y modernizando su poder nuclear y convencional y ya no está dispuesta a ser hostigada más de forma continua por la expansión política y militar de la OTAN hacia el Este, que ha continuado sin interrupción pese a las promesas incumplidas de esta organización a Gorbachov.
Rusia está ahora buscando crear nuevos vínculos con los pueblos que formaron parte de la Unión Soviética mediante la Unión Aduanera y, sobre todo, la Unión Eurasiática y ha fijado límites a la expansión occidental en Georgia y Ucrania, donde líderes pro-occidentales llegaron al poder y pusieron en marcha políticas anti-rusas y contra las regiones de mayoría pro-rusa. Esta política ha llevado a la creación de repúblicas pro-rusas escindidas: Osetia del Sur y Abjazia, separadas de Georgia, Transnistria, separada de Moldavia, y la que se perfila como la república de Nueva Rusia, en el Este de Ucrania. Todas ellas aspiran a integrarse en Rusia. Moscú ha promovido también dos organizaciones que trabajan en favor del diseño de un mundo multipolar y el fin de la hegemonía occidental, el BRICS y la Organización para la Cooperación de Shanghai.
Por su parte, EEUU y la UE han actuado con su habitual arrogancia, como si ellos fueran todavía los amos del mundo y tuvieran la capacidad de imponer su voluntad a todos. Ellos han aprobado sanciones, aunque muy limitadas, contra Rusia para castigar a este país por lo que ellos mismos crearon al fomentar y apoyar el golpe de estado ultranacionalista contra el presidente Viktor Yanukovich.
Los países occidentales, que consideraron legítimas las protestas de la Plaza de Maidan en Kiev, niegan ahora la legitimidad a los referéndums de Donetsk y Lugansk donde más del 90% de los electores apoyaron la independencia. Niegan además validez a las aspiraciones de independencia de estos pueblos cuando ellos mismos reconocieron la de Kosovo, que contó con la oposición de Serbia.
Los occidentales se han equivocado, sin embargo, al plantear esta batalla en un terreno poco propicio y de un modo que no puede sino herir la sensibilidad nacional del pueblo ruso. Hoy Rusia es más nacionalista que antes y más dispuesta a plantar cara a los que han intentado humillarla, tanto a ella como sus aliados. Una reciente encuesta demostró que el 83% de los rusos apoya las posturas de su presidente con respecto a Crimea y Ucrania, una proporción desconocida en los países occidentales.
Rusia, al igual que China, defenderán sus intereses con determinación en el inmediato futuro frente a la agresión política, económica y militar occidental. Ambos países comparten un papel creciente en la economía mundial, en la producción de energía y la fabricación de sistemas de armas y poseen la voluntad de defender los principios básicos de del orden y la ley internacional frente a los intentos desestabilizadores, disfrazados de revoluciones de colores, que buscan derribar a sus gobiernos aliados y establecer los dobles raseros como principios aceptables dentro del escenario internacional.
En Siria, Ucrania y Venezuela, EEUU promueve el mismo escenario: grupos extremistas y opositores desencadenan protestas violentas con el fin de derrocar gobiernos y dañar, en última instancia, los intereses e influencia de Rusia, aliado común de todos ellos. Al mismo tiempo, Washington desarrolla sistemas de defensa antimisil para eliminar la paridad nuclear estratégica entre ambas naciones.
En este sentido, el desfile de la Victoria de este año en Moscú y Sebastopol fue un recordatorio de que la guerra contra la Alemania nazi no es para Rusia un mero recuerdo, sino que encarna el espíritu ruso de resistencia que ha llevado al país a vencer, en última instancia, a sus diferentes enemigos a lo largo de la Historia.