Egipto busca crear un nuevo polo opositor que adopte posturas más flexibles y esté dispuesto a entenderse con el gobierno de Bashar al Assad.
Las recientes declaraciones del opositor sirio Moaz al Jatib, ex presidente de la Coalición Nacional Siria, y enfrentado al actual dirigente de la misma, el pro-saudí Ahmad Yarba, revisten, sin duda, un especial interés.
Jatib habló de la formación de un nuevo polo opositor que reuniría a los disidentes de la Coalición y a representantes de la oposición moderada siria, como Haytham Manna, que han mostrado su intención de negociar con el gobierno sirio para lograr un acuerdo político. Este último llevaría ineludiblemente al reconocimiento de la victoria electoral de Bashar al Assad a cambio de la participación del bloque opositor en el gobierno, incluyendo quizás la obtención del puesto de primer ministro para uno de sus miembros.
El otro punto interesante es el marco donde la declaración tuvo lugar, la reunión de la delegación opositora siria con el ministro de Exteriores egipcio, Nabil Fahmi. Este último invitó a los representantes opositores a un simposio organizado por el Consejo Egipcio de Asuntos Exteriores, una entidad oficial, a principios de esta semana.
Esto es una muestra de que Egipto busca crear un nuevo polo opositor que adopte posturas más flexibles y esté dispuesto a entenderse con el gobierno de Bashar al Assad. Esto permitiría, según fuentes egipcias, la “rehabilitación oficial del régimen en las instancias oficiales árabes”.
La elección de los opositores invitados (los ya mencionados Moaz al Jatib y Hatham Manna además de Aref Dalila, Yihad Makdessi, Walid al Bunni y el actor Yamal Suleiman) no deja dudas acerca de las intenciones egipcias ni de cual es su visión del futuro de Siria. Todos ellos son laicos y ninguno islamista, a diferencia de lo que ocurre con la Coalición Nacional Siria, que incluye a un gran número de miembros de los Hermanos Musulmanes, organización que está considerada como un grupo terrorista en Egipto.
El seminario egipcio tuvo lugar menos de 10 días antes de las elecciones presidenciales egipcias que serán, según todos los indicios, ganadas de forma abrumadora por el ex mariscal Abdul Fattah al Sisi (que ha obtenido ya un triunfo en los comicios celebrados en el extranjero, en los que logró un 94,4% de los votos).
No se sabe si esta iniciativa egipcia refleja una nueva política o es un desarrollo de la anterior. Tampoco se sabe si ella ha sido coordinada con algunos de los aliados de Egipto, como EEUU, Reino Unido o algunos países árabes del Golfo Pérsico o si fue una iniciativa puramente egipcia. En principio, la iniciativa de El Cairo se contrapone a las últimas medidas adoptadas por los países occidentales. EEUU y el Reino Unido han elevado a la categoría de “misiones diplomáticas” las oficinas de la Coalición Nacional Siria en sus países y Francia planea abrir una “embajada” para la Coalición, cuyo liderazgo, encabezado por Yarba, continúa siendo apoyado por Arabia Saudí.
En realidad, tales gestos son vacíos e inútiles y sólo enmascaran el fracaso occidental en el tema sirio, donde su política no sólo no ha derrocado al gobierno sirio, debido a la resistencia ejemplar del pueblo y el liderazgo de Siria, sino que han creado una gran base terrorista en ese país, lo cual ha creado una amenaza para los propios países occidentales que antes no existía.
La Coalición Nacional Siria es, en realidad, un cascarón vacío que no representa a nadie en Siria y sufre, además, crecientes divisiones internas entre distintos grupos y facciones, que se han agravado en los últimos días con la dimisión del “ministro de Defensa” de la coalición, Asaad Mustafa.
La derrota de los grupos armados en Homs fue un duro golpe para la Coalición y todos los patrocinadores árabes e internacionales, especialmente por el hecho de que el acuerdo que llevó a la evacuación de los militantes de la ciudad fue logrado directamente y sin intermediarios y con la presencia únicamente de delegados de Irán y la ONU.
Existe un común denominador entre los dos presidentes de Egipto y Siria, Abdul Fattah al Sisi y Bashar al Assad, y las elecciones presidenciales que tendrán lugar en ambos países con un pequeño margen de tiempo. Ambos compiten contra rivales válidos, pero de mucho menor peso, y los dos luchan contra grupos extremistas takfiris y contra los Hermanos Musulmanes en particular. En este sentido, Sisi no tiene ninguna razón para preferir el triunfo en Siria de los mismos enemigos contra los que combate en Egipto.
Es posible que Sisi abandone la neutralidad pública que ha mantenido en este último año con respecto a Siria y manifieste su apoyo implícito o público a Damasco bajo el lema de “la lucha contra el terrorismo”. Esto dependerá también probablemente de la postura que adopte Arabia Saudí, uno de los principales apoyos económicos de Egipto, en los próximos meses en este tema tras el inicio de sus conversaciones con Irán.