Al Qaeda City, como era denominada el área de Sheij Nayyar, era una zona industrial, una vasta planicie de fábricas de cemento y hormigón y naves con ganado situad a unos 15 kms al noroeste de Alepo.
Al Qaeda City, como era denominada el área de Sheij Nayyar, era una zona industrial, una vasta planicie de fábricas de cemento y hormigón y naves con ganado situad a unos 15 kms al noroeste de Alepo antes de la guerra. Recientemente, el Ejército sirio avanzó controlando la principal autopista desde Hama, levantando el asedio establecido por los grupos armados sobre Alepo, especialmente sobre la Prisión Central de la ciudad, y avanzando hacia la frontera turca, señala un reportaje de Robert Fisk en el diario The Independent.
Sin embargo, los soldados y las tripulaciones de tanques se enfrentaron de repente con la mayor y más sofisticada fortaleza jamás construida por los terroristas de Al Qaida.
Un coronel del Ejército sirio llamado Saleh que enseñó a Fisk el lugar, convertido ahora en un montón de fábricas en ruinas y plantas químicas quemadas, señala que cientos de miembros de Al Qaida se suicidaron en masa antes que rendirse. “Ellos volaron los edificios sobre ellos cuando atacamos. Yo perdí 27 soldados en esta sola área.”
Kilómetros de túneles todavía están presentes bajo la zona industrial. Los hombres del Frente al Nusra, Yihad Islamiya, la Brigada al Sham, y los restos del Ejército Sirio Libre pasaron dos años excavando túneles bajo el suelo, abriendo corredores capaces de permitir el paso de un camión y creando nidos para francotiradores en cada tejado y cada calle. Ellos transformaron las naves de alimentos y los molinos de grano en depósitos de armas y dormitorios para los cientos de militantes que vivían allí.
Había cientos de terroristas en la ciudad industrial convertida ahora en una enorme tumba de los mismos. El coronel Saleh afirma que ellos eran chechenos, afganos, saudíes, egipcios, qataríes y argelinos, que son financiados y armados por Turquía. Las defensas construidas por los militantes muestran la existencia entre ellos de expertos y técnicos difíciles de encontrar en las filas de un grupo terrorista.
El Ejército sirio habla sólo vagamente de la existencia de supervivientes y tampoco menciona las prisiones donde están los pocos que hayan podido rendirse.
Fisk señala que la batalla en el noreste de Alepo fue indudablemente una victoria para el Estado sirio, pero añade que los disparos y los sonidos de aviones que vuelan a gran altitud muestran que la guerra todavía no ha sido ganada y podría continuar durante largo tiempo.