Durante diez días, Netanyahu hizo todo lo que podía para evitar una operación terrestre del Ejército israelí.
En su discurso a la nación, el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, admitió que la guerra en Gaza era una batalla para la existencia del estado judío. Netanyahu tenía razón. Lo que no dijo fue que Israel no puede ganar esta batalla. No puede definir ni siquera en qué consiste la victoria.
Lo que es seguro es que esta batalla no se limita a los túneles o las actividades subterráneas de los militantes. Los túneles no son más que armas para la resistencia. Los militantes de Hamas y de Gaza han atraído a Israel a un campo de batalla en el cual no éste tiene ninguna oportunidad de ganar. Además, Hamas ha impuesto las condiciones, escogido el terreno y escrito los términos necesarios para la conclusión de este ciclo de violencia.
Durante diez días, Netanyahu hizo todo lo que podía para evitar una operación terrestre del Ejército israelí. Él se encontró confrontado a la realidad de que Israel no tiene una respuesta militar eficaz a la resistencia palestina. Netanyahu sabía que una derrota sobre el terreno eliminaría lo que queda de la capacidad de disuasión del Ejército israelí.
Hace cinco días, Israel, al menos a los ojos de sus partidaríos, parecía disfrutar de una ventaja. Aunque sus ciudadanos estaban sometidos a los lanzamientos incesantes de cohetes, mostró una contención al limitarse a matar a civiles palestinos sólo de lejos, lo que contribuyó a dar una imagen ilusoria de potencia.
Sin embargo, las cosas cambiaron deprisa después de que Israel lanzara su operación terrestre.
Israel se encuentra ahora, una vez más, enfrascado en crímenes de guerra colosales contra una población civil y, peor aún, sus comandos de élite han sido diezmados en la batalla de Gaza.
A pesar de la evidente superioridad tecnológica y de potencia de fuego de Israel, los militantes palestinos están ganando la batalla sobre el terreno e incluso han podido llevar los combates al territorio israelí. Por otra parte, los disparos de cohetes sobre Tel Aviv no parecen detenerse.
La derrota del Ejército israelí deja al estado judío sin ninguna esperanza. La moral de la historia es simple. Si tenéis que vivir absolutamente en la tierra de otro, la potencia militar es un ingrediente esencial para desanimar al desposeído para que no reaccione y reclame sus derechos. La cifra de pérdidas del Ejército israelí y el número de cadáveres de soldados de élite israelíes que regresan en ataúdes envían un mensaje claro a los israelíes y a los palestinos. No hay futuro para un estado reservado únicamente a los judíos en Palestina. Ellos deberán quizás intentarlo en otra parte.
Gilad Atzmon