Cuando un comandante del Estado Islámico comunicó a su padre que él y sus hombres habían expulsado al Ejército iraquí de la ciudad de Mosul, él añadió un claro mensaje:“Rusia sería la siguiente
Cuando un comandante del Estado Islámico conocido como “Umar al Shishani” (Omar el Checheno) comunicó en junio a su padre que él y sus hombres habían expulsado al Ejército iraquí de la ciudad de Mosul, él añadió un claro mensaje: “Rusia sería la siguiente”, señala la agencia Bloomberg.
“No te preocupes. Volveré y haré frente a los rusos”, dijo Tartan Batirashvili desde su casa en la Garganta de Pankisi en Georgia, junto a la frontera con la región rusa de Chechenia. “Tengo a muchos miles siguiéndome ahora y llevaré a más. Tendremos nuestra venganza contra Rusia”.
De este modo, los actuales conflictos de Oriente Medio tienen su reflejo en el Cáucaso. Algunos militantes están regresando al territorio ruso para llevar a cabo ataques en esta región, que ha sufrido el fenómeno del terrorismo extremista y separatista desde la disolución de la Unión Soviética.
Según Elena Suponina, experta en Oriente Medio del Instituto de Estudios Estratégicos de Moscú, el Estado Islámico cuenta en la actualid con unos 1.000 militantes de habla rusa, que constituyen una parte importante del conjunto de extranjeros que se encuentran luchando en sus filas en Siria e Iraq. Una parte de ellos son chechenos y otros georgianos de la Garganta de Pankisi, una zona agreste georgiana de 8 kilómetros de largo y 2 de ancho, donde viven unas 11.000 personas de ambos orígenes.
“Esta zona supone un serio problema para los servicios de seguridad rusos, ya que se ha convertido en un nido de actividades terroristas desde la primera guerra de Chechenia”, dijo Suponina. “El gobierno georgiano no controla esta región y sus habitantes pueden llegar fácilmente desde ella a Oriente Medio”.
Rusia ha acusado a Georgia de hacer la vista gorda a lo que ocurre en Pankisi, donde se encuentran militantes que buscan derrocar al gobierno provincial ruso de Chechenia, liderado por Ramzan Kadirov, un aliado de Putin, por cuya cabeza Shishani fijó en septiembre una recompensa de cinco millones de dólares.
“Una vez que regresen de Siria e Iraq tras establecer su “califato”, ellos volverán a luchar”, dijo Suponina. “Existe también una amenaza de seguridad para Georgia porque estos extremistas quieren imponer su ley en todas las partes donde el control del gobierno central es débil”.
Shishani luchó contra el Ejército sirio en Alepo, el norte del país, y asumió luego el control de las fuerzas del norte del Estado Islámico.