Desde el pasado verano, los acontecimientos se suceden y han venido a destruir la supuesta “estabilidad” sobre la que Netanyahu construyó su plataforma política.
La muerte de dos israelíes el lunes, un soldado en Tel Aviv y una colono del asentamiento de Gush Etzion, en Cisjordania, son los últimos incidentes de una escalada que se está produciendo en los territorios palestinos ocupados y en el territorio de la entidad sionista a causa de las políticas del gobierno israelí de expandir los ilegales asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este y amparar las agresiones contra los sitios sagrados palestinos, como la Mezquita de Al Aqsa.
Benyamin Netanyahu es ahora el primer ministro israelí que más tiempo ha pasado en el cargo desde la época del fundador del estado sionista, David Ben-Gurion. Netanyahu, que es un hombre mayormente gris y sin carisma, ha evitado vender una visión global sobre el futuro de Israel y ha convertido la estabilidad y la seguridad en la base de su discurso político, que le ha permitido ganar tres elecciones seguidas.
Israel, bajo Netanyahu, está viviendo, sin embargo, su período de mayor aislamiento internacional. Mientras que la comunidad internacional reclama la creación de un estado palestino en los territorios capturados por Israel en 1967, el primer ministro israelí ha hecho todo lo posible para sabotear este proyecto y, al mismo tiempo, destruir una solución basada en dos estados. Él cuenta con la anexión final de los territorios palestinos y con crear unos bantustanes o guettos superpoblados rodeados de territorio ocupado donde los palestinos vivan aislados y hacinados. Este plan llevaría al establecimiento de un estado de apartheid, donde los palestinos habrían de variar su lucha para reclamar la creación de un único estado democrático con derechos iguales en toda Palestina, lo que supondría el fin del sueño sionista de un “estado judío”.
Desde el pasado verano, los acontecimientos se suceden y han venido a destruir la supuesta “estabilidad” sobre la que Netanyahu construyó su plataforma política. La guerra de agresión israelí contra Gaza del pasado verano alcanzó plenamente a Israel, que se vio obligado a cerrar brevemente el Aeropuerto Internacional Ben Gurion. Ahora, tras los incidentes en la Mezquita de Al Aqsa y la expansión de la colonización israelí en Jerusalén Este, los disturbios han estallado en todos los territorios ocupados e incluso en la propia entidad sionista, en especial después del asesinato por la espalda de un árabe israelí de 22 años, Heir Elhamdan, por parte de la policía. Este crimen, captado por una cámara de seguridad, ha soliviantado a la comunidad árabe israelí (Los palestinos que viven en los territorios ocupados en 1948).
Éste y otros crímenes han dado lugar a un ciclo de violencia que ha causado la muerte a seis colonos israelíes y a tres adolescentes palestinos. En algunos incidentes, los palestinos han arrojado piedras a los vehículos de los colonos que circulan por las carreteras “sólo para judíos” y a un tren ligero en Jerusalén Este.
Estos hechos recuerdan a los israelíes los inicios de la primera (1987) y la segunda (2000) intifadas, cuando los enfrentamientos se extendieron por los territorios ocupados en una rápida sucesión. En esta ocasión, sin embargo, los incidentes ocurren de forma espontánea, aunque forman parte del mismo cuadro.
En una huida adelante, Netanyahu ha respondido con una retórica propagandística que habla de una “ofensiva extremista” similar a la del Estado Islámico. En su discurso en la ONU en septiembre, él comparó al movimiento Hamas con el EI e incluso con el movimiento Boko Haram de Nigeria y en sus últimas declaraciones ha culpado al presidente palestino, Mahmud Abbas, de estar detrás de estos incidentes.
“Actuaremos contra aquellos que lancen piedras, bloqueen las carreteras y pidan el establecimiento de un estado palestino en lugar del estado de Israel”, dijo Netanyahu poco después de que la policía israelí matara a Elhamdan.
Algunos observadores israelíes afirman que la retórica de Netanyahu es sólo el reflejo de sus crecientes problemas políticos en Israel. “Más que nada, el actual extremismo de Netanyahu augura unas futuras elecciones”, escribió el diplomático de Haaretz, Barak Ravid, en el periódico Haaretz. El tercer gobierno de Netanyahu es el más débil de todos los que él ha presidido. Los propios ministros del gabinete le critican abiertamente. El ministro de Medio Ambiente, Amir Peretz, del partido Tnuah, liderado por Tzipi Livni, dimitió el pasado domingo afirmando que “Netanyahu no es la solución sino el problema”.
En este contexto es de suponer que Netanyahu incrementará su represión por temor a que otros rivales ultras de su propio gobierno, como el ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, y el ministro de Economía, Naftali Bennett, exploten lo que llaman su “cobardía”. Los problemas alcanzan también a Netanyahu en su propio partido Likud, donde algunos líderes, como Danny Danon, esperan desafiar su liderazgo en las elecciones primarias de enero.
Bennett, un empresario de la rama de la alta tecnología y antiguo líder colono, dirige el partido ultra Hogar Judío, que ocupa ahora el segundo lugar en las encuestas. Su ascenso muestra también el deslizamiento de la opinión pública israelí hacia posturas no sólo extremistas sino abiertamente criminales.
La realidad, sin embargo, es que nuevas medidas represivas sólo servirán para incrementar la violencia. Los palestinos han alcanzado su límite de aguante con la expansión continuada de los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este, la apropiación ilegal de tierras palestinas para estos asentamientos, las agresiones a la Mezquita de Al Aqsa y las nuevas restricciones al movimiento impuestas contra la población palestina, que sufre ya una brutal ocupación de medio siglo similar a la mucho más breve ocupación nazi que sufrieron varios estados europeos durante la Segunda Guerra Mundial.
De este modo, la promesa de Netanyahu de que Israel podrá tener tranquilidad sin poner fin a la ocupación se ha difuminado. El pueblo palestino continúa su lucha y ésta nunca parará hasta que consiga su libertad. Mientras tanto, la brutalidad israelí será un aliciente para que en todo el mundo la campaña en favor del Boicot, Desinversión y Sanciones se fortalezca y expanda.