Los esfuerzos de Turquía para jugar un papel en la resolución de la crisis libia han puesto de manifiesto una vez más la política de apoyo a grupos extremistas.
Los esfuerzos de Turquía para jugar un papel en la resolución de la crisis libia han puesto de manifiesto una vez más la política de apoyo a grupos extremistas y terroristas similar a la que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan lleva a cabo en Siria, donde ha respaldado al Frente al Nusra, al EI y a otros grupos terroristas que luchan contra el Estado sirio.
Libia ha descendido al caos tres años después del derrocamiento de Muammar al Gadafi y diversos grupos luchan por el control. La capital, Trípoli, está regida por en gobierno alternativo respaldado por milicias extremistas.
Turquía nombró el pasado mes a un representante especial en Libia, que fue el primer enviado internacional en reunirse públicamente por las autoridades de Trípoli, no reconocidas internacionalmente. Aunque Ankara presentó este encuentro como parte de sus esfuerzos para promover unas negociaciones promovidas por la ONU lo cierto es que esta acción ha sido vista como un intento de Erdogan de apoyar a los grupos extremistas, una política que ha seguido desde las revueltas de 2011 conocidas con el nombre genérico de la “Primavera Árabe”.
Erdogan ha criticado también al gobierno libio internacionalmente reconocido que se ha movido a la ciudad oriental de Tobruk, según H.A. Hellyer, experto del Centro de Política sobre Oriente Medio en la Brookings Institution de Washington.
Los vínculos diplomáticos entre Egipto y Turquía se han deteriorado hasta un punto máximo debido al apoyo de Erdogan al presidente derrocado Mohammed Mursi y a los Hermanos Musulmanes.
El enviado turco a Libia, Emrullah Isler, es un teólogo y consejero de Erdogan y su nombramiento sugiere que la política turca en Libia no va a cambiar. Su entrevista con Omar al Hasi, el autoproclamado primer ministro en Trípoli, ha hecho poco para disipar los temores internacionales a este respecto.
El gobierno libio de Tobruk no ha recibido bien la implicación de Turquía en los esfuerzos de la ONU dirigidos a llevar la estabilidad a Libia debido a su política. La ONU intenta promover un proceso de negociación entre todas las partes en Libia para poner fin al caos, pero ha evitado hablar públicamente con Hasi, que fue elegido en una asamblea dominada por grupos extremistas en Trípoli.
Turquía participa con unos 19.000 millones de dólares en proyectos de construcción en Libia y Turkish Airlines ha inaugurado una línea de vuelos a la ciudad libia de Misrata. Estos vuelos constituyen una línea de vida para el gobierno islamista de Trípoli, especialmente dado que el Aeropuerto Internacional de Trípoli ha estado cerrado desde julio debido a los daños causados por los combates lanzados por las milicias radicales con el propósito de apoderarse del mismo.
Muchos observadores señalan que la política turca hacia Libia parece una repetición de la de Siria. En ambos casos, Turquía busca derrocar a los gobiernos legítimos e imponer a otros extremistas.