En los años setenta y ochenta, los libaneses creían en la idea de que el régimen wahabí buscaba ayudar al Líbano y que jugaba un papel positivo.
En los años setenta y ochenta, los libaneses creían en la idea de que el régimen wahabí buscaba ayudar al Líbano y que jugaba un papel positivo.
En la firma de los acuerdos de Taif de 1989, Arabia Saudí jugó un papel preponderante. La mayor parte de los libaneses consideraron que la medida de ayudar al Líbano a poner fin a la guerra civil era una iniciativa positiva. El acuerdo de Taif fue considerado como aceptable.
En aquella época, los saudíes buscaban preservar su influencia en el Líbano frente a la de Irán, que ya comenzaba a sentirse a través de Hezbolá.
La fórmula de Taif funcionó hasta 2004 cuando EEUU, con la ayuda de Francia y el apoyo de Arabia Saudí, decidió cambiar su política buscando desestabilizar a Siria con el fin de debilitar a Hezbolá e Irán. Siria se retiró del Líbano al año siguiente tras el misterioso asesinato del primer ministro Rafiq Hariri.
En aquel momento, Arabia Saudí comenzó a modificar su política hacia el Líbano y a apoyar el campo hostil a Hezbolá e Irán.
En este contexto, la actitud de ciertos partidos del 14 de Marzo y del gobierno de Fuad Siniora, perteneciente a aquellos, durante la Guerra de Israel de 2006 contra el Líbano creó una polémica por su ambigüedad y una división permanente en el país. Esta política alcanzó su apogeo con el atentado contra la Embajada de Irán en 2013, de la que el secretario general de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasralá, acusó a algunas partes saudíes.
Hoy en día, las máscaras han caído y Arabia Saudí no oculta su influencia directa sobre la Corriente del Futuro y otros partidos en el seno del 14 de Marzo.
Las figuras de esta coalición son convocadas unas tras otras, y a veces juntas, a Riad oficialmente para entrevistarse con el líder de la Corriente del Futuro, Saad Hariri, que ostenta también la nacionalidad saudí, pero en realidad para recibir instrucciones del régimen saudí.
Cualquier intento de formar un gobierno, de llevar a cabo un diálogo con Hezbolá, de conceder un apoyo a una operación del Ejército libanés u otro necesita de la luz verde de Riad. El régimen saudí también tiene una influencia en la elección del presidente libanés y plantea sus vetos y promueve a sus candidatos.
De este modo, lo que era más discreto en los años ochenta parece que se ha convertido ahora en una confrontación más profunda, más general y más extendida contra Irán, Siria y Hezbolá. Esta actitud saudí resulta también irritante para la mayoría de los libaneses.
De este modo, el mito de la “beneficencia” saudí hacia el Líbano se ha hundido y las relaciones entre Beirut y Riad ya nunca serán las mismas, pese a los miles de millones que Arabia Saudí ha concedido al Ejército libanés a través del gobierno que está dirigido por un hombre de su elección, Tammam Salam.