Hace más de una década, el extremismo apoyado en ocasiones por los norteamericanos en Afganistán como contrapeso a la influencia de la Unión Soviética se volvió contra ellos mismos.
Hace más de una década, el extremismo apoyado en ocasiones por los norteamericanos en Afganistán como contrapeso a la influencia de la Unión Soviética se volvió contra ellos mismos.
Esto sucedió en Septiembre de 2001. Sin embargo, aquel hecho no llevó a los estadounidenses a aprender nada. Washington continúa financiando directa o indirectmente a movimientos terroristas en diferentes países del mundo para que luchen contra los gobiernos que no siguen sus dictados y para favorecer sus intereses geopolíticos y económicos. Más tarde, EEUU lanza “guerras santas” contra los monstruos terroristas que él mismo ha creado.
La ingerencia de EEUU y sus satélites bajo tal o cual pretexto en los asuntos de los países soberanos provoca crisis políticas en estos últimos y lleva en ocasiones a la destrucción de los estados, como ocurrió en Libia. Iraq y Afganistán atraviesan períodos difíciles desde las invasiones estadounidenses. Sin embargo, EEUU no se contenta y Siria continúa ahora en su punto de mira.
Hace algunos años, Washington exigió la partida del poder del presidente Bashar al Assad y apoyó a la oposición con vistas a lograr su derrocamiento. En el momento actual, EEUU lucha en Iraq y Siria contra los extremistas que creó para destruir al estado sirio. El experto orientalista ruso Serguei Demidenko evocó este apoyo estadounidense a los extremistas:
“Se produjeron entregas directas de ayuda y un apoyo político y financiero que continúa hasta hoy y esto es algo evidente. Qatar, Arabia Saudí y Kuwait entregan esta ayuda discretamente a través de canales y medios influyentes en el Golfo. Son estos aliados los que han contribuido a la aparición del terrorismo en Oriente Medio. Todo eso se llevó a cabo con la connivencia de EEUU, que no ha escatimado esfuerzos para apoyar a la oposición siria, que está en el origen del Estado Islámico”.
Leonid Issayev, de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Económicas, considera que el Estado Islámico es enteramente una criatura de la política exterior estadounidense:
“Tanto la invasión de Afganistán de 2001 como el apoyo y financiación de la oposición siria que lucha contra el presidente Bashar al Assad forman parte de su proyecto. Desde el primer yihadista del EI hasta el último forman parte de él también. Los norteamericanos lo han hecho todo conscientemente. Iraq ya no existe. Los kurdos viven desde hace mucho tiempo en el seno de su propio estado. Esto es un hecho. No hay ninguna condición para que los kurdos vuelvan a formar parte de Iraq”. Se trata ante todo de dividir y debilitar a los estados de Oriente Medio para imponerles los dictados estadounidenses.
Moscú ha declarado en varias ocasiones que la lucha contra el terrorismo en el mundo entero debe ser llevada a cabo según reglas únicas y transparentes. Sin embargo, Washington continúa utilizando a extremistas de todo tipo para fortalecer lo que considera su hegemonía global. Poco importa el precio que tengan que pagar los pueblos de esos países, que se encuentran en el centro de atención de los estrategas norteamericanos.
La Voz de Rusia