Los talibanes afganos calificaron el lunes el fin de la misión de combate de la OTAN en Afganistán de “derrota” y de “decepción” para la coalición internacional.
Los talibanes afganos calificaron el lunes el fin de la misión de combate de la OTAN en Afganistán de “derrota” y de “decepción” para la coalición internacional. Esta declaración tuvo lugar al día siguiente de la ceremonia que marcó los 13 años de intervención militar en ese país, que ha costado a la Alianza 3.485 muertos (2.356 de ellos estadounidenses) hasta el momento.
La fuerza de la OTAN en Afganistán (ISAF) bajó su bandera el domingo, marcando así su retirada definitiva de Afganistán donde la insurrección de los talibanes no cesa tras 13 años de intervención militar de la Alianza Atlántica, que llegó a tener desplegados hasta 130.000 soldados en el país. La OTAN no comunicó detalles de la ceremonia hasta el domingo temprano por temor a ataques talibanes contra la misma.
La retirada de la OTAN marca, sin embargo, el inicio de la operación “Apoyo Resuelto” por la cual unos 12.500 soldados norteamericanos que quedarán en el país llevarán a cabo tareas de entrenamiento del Ejército afgano. El comienzo oficial de la operación está previsto para el 1 de enero. A finales de 2016, sin embargo, no quedará en Afganistán más que una fuerza estadounidense residual encargada de proteger la embajada aunque EEUU podría seguir prestando apoyo aéreo al Ejército afgano.
Aunque los mandos estadounidenses mostraron durante la ceremonia un balance positivo de los logros de la Alianza en el conflicto afgano, los talibanes tenían otra lectura de la situación. “Consideramos esta etapa como una indicación clara de la derrota y la decepción de la OTAN”, señaló un comunicado del movimiento en inglés.
“EEUU y sus aliados invasores y todas las organizaciones internacionales arrogantes han sufrido una evidente derrota en esta guerra asimétrica”, añadieron los insurgentes, que acusan a las fuerzas de la OTAN de haber conducido al país a un “baño de sangre”.
Los talibanes afganos, que tomaron el poder por las armas en 1996 antes de perderlo durante la intervención occidental que se produjo a finales de 2001, justo después de los atentados del 11-S en EEUU, combaten desde hace 13 años contra las fuerzas occidentales y sus aliados del Ejército y la Policía afganos.
En el curso de los últimos meses, los talibanes han multiplicado sus ataques contra las fuerzas afganas, estimadas en unos 350.000 hombres, que han tomado el relevo de los soldados extranjeros.
Según la ONU, el conflicto afgano está a punto de sobrepasar los 10.000 muertos civiles en 2014, el peor año desde 2009, debido a la intensificación de los ataques talibanes en un momento en el que se aproximaba la retirada de las fuerzas de la OTAN. El Ejército y la Policía afganos han sufrido más de 4.600 muertos en los diez primeros meses de este año.
Los ataques de los talibanes han afectado también en estas semanas a la capital, Kabul, donde domilicios de residentes extranjeros, convoyes diplomáticos, autobuses del Ejército y el centro cultural francés han sido atacados.
Con la esperanza de estabilizar el país en el momento en que la OTAN reduce sus efectivos, el presidente afgano, Ashraf Ghani, ha pedido a los talibaneses negociaciones de paz, pero éstos se niegan a hablar directamente con Kabul. “No llevaremos a cabo negociaciones de paz en presencia de tropas de la OTAN en Afganistán con independencia de su número”, señaló un portavoz del movimiento.
En 2014, las elecciones presidenciales afganas, que debían mostrar el ejemplo de un país reconciliado y con una transición democrática consolidada, estuvieron marcadas por acusaciones de fraude y un abierto enfrentamiento entre ambos candidatos que se negaron a reconocer su derrota tras la segunda vuelta de los comicios.
Ashraf Ghani logró imponerse finalmente a su rival Abdullah Abdullah, pero los dos hombres, que debían formar un gobierno de unidad nacional, no se han puesto de acuerdo en el nombramiento de nuevos ministros tres meses después de la investidura del presidente.