Varios países árabes y europeos han mostrado su disposición a reabrir sus embajadas en Damasco siguiendo la estela de Kuwait.
Diversas fuentes han manifestado al periódico palestino Al Manar, editado en Al Quds, que tres países árabes -Egipto, Túnez y Emiratos Árabes Unidos- planean reabrir sus embajadas en Damasco en reconocimiento de las nuevas realidades sobre el terreno, donde el complot terrorista contra Siria, su pueblo, su liderazgo y su Ejército ha fracasado gracias a la resistencia de todos ellos.
En los pasados días Kuwait ha reabierto su embajada en Damasco y Siria ha hecho lo propio con su embajada en Kuwait. Cabe señalar que la oposición externa siria ha recibido con desmayo esta noticia, que ha causado consternación y decepción en sus filas. Algunos opositores hablaron de la “traición de Kuwait”. Sin embargo, a estas alturas la oposición externa siria y su coalición se hayan en una situación de total bancarrota política.
Los mencionados países árabes mantienen en la actualidad contactos con el gobierno sirio para preparar el retorno de sus embajadores tras comprometerse a poner fin a cualquier injerencia en los asuntos internos sirios y a no albergar o apoyar a terroristas.
Al mismo tiempo, existen también contactos entre los países europeos y el Estado sirio provocados, sobre todo, por el temor de los primeros a verse afectados en un futuro por los terroristas de sus nacionalidades que luchan en Siria. Algunos países como Italia han enviado recientemente misiones para inspeccionar el estado de los edificios de sus embajadas en previsión de una próxima reapertura. Alemania y algunos países escandinavos están también siguiendo esa vía. Por su parte, la República Checa ha mantenido siempre abierta su embajada en Siria y el país votó en contra de la ruptura de relaciones diplomáticas y la aprobación de sanciones contra Siria en el Consejo de la UE.
¿Cambio de postura en el Golfo?
Según el analista árabe Abdel Bari Atwan, la reapertura de la embajada kuwaití, a la que hay que sumar la de EAU próximamente, supone “la más importante confesión en la práctica de que la política de las monarquías del Golfo Pérsico hacia Siria se ha venido abajo”. Los países del Golfo comprenden ahora que el gobierno sirio no va a caer y se mantiene firme ante la agresión terrorista, que da ya muestras de derrota y agotamiento.
Atwan se pregunta si esta postura kuwaití ha estado coordinada con el resto de países del Golfo o si es una decisión individual. Sin embargo, la apertura de la embajada de los EAU apuntaría, al menos, a una ruptura en el seno del Consejo de Cooperación del Golfo con respecto a Siria. Cabe señalar en este sentido que Omán tiene también abierta su embajada en Siria desde hace mucho tiempo en otra muestra más de la independencia de ese país hacia sus vecinos y supuestos socios del CCG.
Muy relevantes es también la postura de Egipto, el mayor país árabe, y la de Túnez. Cabe recordar que Túnez fue el primer país árabe que cerró su embajada en Damasco y que el anterior presidente tunecino, recientemente derrotado en las urnas, Moncef Marzouki, se permitió la osadía de ofrecer asilo político al presidente sirio Bashar al Assad. Túnez fue además el país anfitrión del primer encuentro del mal llamado grupo de los “Amigos de Siria” (¿Existe todavía?). En contraste, el nuevo presidente Beji Cid Essebsi intercambió telegramas de felicitación con Assad y prometió la restauración de los vínculos diplomáticos y la no injerencia en los asuntos internos sirios.
De este modo, algunos medios árabes hablan ahora de una “caída una detrás de otra de las fichas del dominó” o del “inicio de la temporada de la peregrinación a Damasco” para referirse a la actual tendencia, según la cual un país tras otro se disponen a reabrir sus embajadas en la capital de Siria y restaurar sus vínculos con ese país, que continúa siendo, como siempre lo ha sido, un punto central de la política de Oriente Medio.
La restauración de vínculos diplomáticos con países de amplia mayoría sunní como Egipto, EAU o Túnez sirve también para poner de manifesto la falsedad de las afirmaciones de los terroristas y sus patrocinadores wahabíes, extendidas por algunas emisoras de televisión que difunden mensajes de odio al servicio de países como Arabia Saudí o Qatar, acerca de la existencia de un supuesto conflicto sectario en Siria. En realidad, lo que la crisis siria ha demostrado es la necesidad de la unión entre los sunníes, los shiíes, los alauíes, los cristianos y cualquier otro grupo confesional contra el extremismo terrorista wahabí, que condena y persigue a cualquier otra creencia, incluyendo las islámicas, que no se corresponda con sus deformadas y tenebrosas interpretaciones de la religión.
La reapertura de las embajadas no es sólo un reconocimiento del error que cometieron muchos países en su día, sino que es, sobre todo, el fruto de la victoria de Siria sobre sus enemigos y de su creciente capacidad para combatir con éxito el terrorismo. Los estados occidentales y árabes han comprendido que la lucha contra grupos contra el Frente al Nusra y el EI, que suponen una amenaza para todos, no es posible sin la cooperación del Ejército sirio, que es una de las fuerzas antiterroristas más poderosas en la región.
La restauración de vínculos resulta, en este sentido, una bofetada en el rostro de los enemigos de Siria y una victoria para la política y la diplomacia de Damasco en un momento en el que el gobierno sirio se dispone a dialogar en Moscú con los grupos opositores moderados que estén dispuestos a un arreglo político que pasará inevitablemente por el mantenimiento del presidente legítimo de Siria, Bashar al Assad, símbolo de la firmeza y resistencia de Siria, y de las constantes de la política del país en todos los frentes.