El secretario general de Hezbolá se ha convertido en el líder del movimiento de liberación nacional árabe, señala al diario Al Akhbar.
Desde los años sesenta del pasado siglo, la voz de la verdad no se había oído en el mundo árabe como fue el caso del pasado viernes, durante la concentración organizada en el Suburbio del Sur de Beirut en solidaridad con Yemen.
Sayyed Hassan Nasralá, secretario general de Hezbolá, determinó claramente y con una gran precisión la misión principal que el movimiento de liberación árabe debe cumplir como condición necesaria para vencer al movimiento sionista, la dependencia política, la alienación cultural y el retraso económico y social en los países árabes y para erradicar el sectarismo, el confesionalismo, la apostasía y el terrorismo en el mundo árabe e islámico.
El wahabismo saudí ha nacido principalmente bajo la forma de una organización terrorista desértica en Nayd y se basa en una visión religiosa que rompe con toda la herencia de la civilización islámica. Él trata de eliminar toda forma de diversidad confesional, religiosa y cultural, que ha sido creada por las sociedades árabo-islámicas durante varios siglos de esfuerzos humanos.
Esta doctrina wahabí ha venido a imponer una metodología impulsada por los israelíes para reemplazar al Dios el Clemente y el Misericordioso por otro dios similar a Yehová, el dios de los soldados y la muerte.
El espíritu del odio hacia la ciudadanía y el rencor hacia la humanidad está mezclado con el espíritu de la conquista, de la muerte y la esclavitud con el fin de poner en práctica un estado sin alma ni conciencia, apadrinado por los imperios norteamericano y británico.
Estos últimos han allanado la vía para la dominación por medio de la violencia sanguinaria de las regiones más civilizadas en la Península Árabe, especialmente la Provincias del Este, del Hiyaz y las provincias yemeníes de Nayran. Yizan y Assir.
La cuestión que los observadores árabes omiten es: ¿Qué llevó al imperialismo a atacar el centro del nacionalismo y la civilización árabe en el Levante y en Iraq durante el complot de Sykes-Picot y a prestar su ayuda para unificar las regiones de la Península Arábiga bajo el mando de los Al Saúd?
Esta fórmula de unificación impuesta por la violencia será un medio conveniente para someter a las regiones en vías de desarrollo al régimen reaccionario wahabí del desierto.
Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, el patrocinio del régimen saudí pasó de los británicos al imperialismo norteamericano. Riad se convirtió en un centro de conspiración contra la unidad de Oriente Medio, la unidad sirio-egipcia, la revolución de Yemen y el movimiento de liberación de Gamal Abdel Nasser.
Riad incitó a los norteamericanos a atacar al régimen de Abdel Nasser en Egipto en 1967. Fue Arabia Saudí también la que obró para debilitar políticamente al movimiento de liberación de Palestina y quien combatió toda tentativa liberadora, progresista y todo proyecto de resistencia en el mundo árabe, sin olvidar el apoyo al golpe de estado de Sadat en Egipto.
Los ingleses y norteamericanos han visto en el carácter reaccionario del régimen saudí un instrumento estratégico para alcanzar cuatro objetivos esenciales:
- Controlar el centro espiritual del Islam y explotar este hecho para expandir un espíritu reaccionario takfiri conforme a la visión religiosa racista israelí.
- Controlar el petróleo saudí.
- Sabotear todo movimiento hacia la independencia y el desarrollo en la región petrolera.
- Explotar al régimen saudí y sus excedentes financieros para combatir el movimiento de liberación árabe.
Conforme a la estrategia imperialista estadounidense y bajo su patrocinio, los Al Saúd han financiado a movimientos religiosos reaccionarios, como los Hermanos Musulmanes, y las redes de propaganda wahabí en el mundo árabo-islámico y entre las minorías musulmanas en el mundo.
Ellos lograron movilizar al mayor ejército de la historia para combatir a la Unión Soviética en Afganistán en los ochenta y crear la organización Al Qaida y otros movimientos salafistas para utilizarlos allá donde Occidente desea, como es el caso de la guerra de desintegración de Yugoslavia.
Los Al Saúd estuvieron en el centro del complot contra el Estado iraquí. Ellos lo arrastraron a una larga guerra con Irán antes de abandonarlo e incitar a Kuwait y a los otros países del Golfo a atacarlo económicamente a continuación.
Ellos asediaron Iraq, lo ocuparon y lo destruyeron. Ellos se infiltraron en la resistencia contra la ocupación para desorientarla e implantar en ella a las milicias wahabíes. Ellos provocaron una guerra sectaria en un país que siempre había disfrutado de una armonía religiosa. Los Al Saúd son los suministradores de fondos para Al Qaida y el EI en Iraq.
Y desde 2011, Arabia Saudí -junto con Qatar, Turquía y los wahabíes del Golfo- llevan a cabo un genocidio takfiri sectario y terrorista contra el Estado y la sociedad de Siria.
Arabia Saudí rechaza siempre toda solución para poner fin al derramamiento de sangre en Siria. Ella se ha aliado con Israel, implícita y explícitamente, contra el eje de la Resistencia bajo el pretexto de que la prioridad es el “peligro iraní”.
Las fuerzas saudíes, bautizadas “el Escudo del Golfo”, han reprimido al pueblo pacífico de Bahrein desde hace cuatro años y reprimen a los shiíes patrióticos y civilizados en Arabia.
Y desde hace tres semanas, el régimen saudí lleva a cabo un genocidio contra el pueblo yemení para impedir a éste liberarse de la tutela saudí. Se trata de una operación histórica que podría invertir las ecuaciones geopolíticas en la Península Árabiga.
“¡Ya Basta!” dijo el secretario general de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasralá en su discurso del viernes. Con esta posición, Sayyed Nasralá marcó el fin de los cuarenta años de mutismo con respecto a los crímenes de los Al Saúd cometidos a través de sus redes políticas, religiosas, financieras. mediáticas y terroristas.
Este hombre ya no es el secretario general de Hezbolá, sino el secretario general de la próxima etapa del movimiento de liberación nacionalista árabe.
Además de la definición de la misión central para la liberación árabe, Sayyed Nasralá admitió la diversidad de las fuerzas de la resistencia en el Líbano (Hezbolá, Amal, el Frente de la Resistencia, etc) y elogió a los árabes, su historia y sus características antes y después del advenimiento del Islam. Él elogió también a la población de Yemen, el origen de los árabes, y agradeció a Siria su tenacidad frente a las fuerzas del terrorismo.
Al Akhbar